Capítulo 1

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Capítulo 1

Horas y horas llevo mirando al puto techo de mi habitación, lo que más rabia me da es no poderla sacar de mi cabeza. Suena el móvil, pero no hago caso, no tengo ganas de levantarme a cogerlo, cuelgan y vuelven a llamar. Cansado de tanta insistencia me levanto con pereza y respondo.

–    ¿Qué quieres Curtis?

–    Tío, ¿te has enterado hay chica nueva en los Hamptons?

–    Sí lo sé, es mi vecina. Es guapa pero es una gilipollas que te cagas.

–    Ya, pero seguro tiene un buen polvo.

–    Joder Curtis, solo piensas en lo mismo. No te voy a negar que esta para comérsela, pero eso no quita que sea una borde y una gilipollas.

    En medio de mi “conversación” con mi gran amigo Curtis, miro por mi ventana y veo a la puta tía esa observándome, doy un respingo y me hace un gesto con el dedo para que cuelgue y le habrá la ventana. Me invento una excusa y le cuelgo, me acerco a la ventana y la abro.

–    Así que soy una borde gilipollas.

–    Pues sí.

–    ¿Sabes? Nadie me había hablado así antes.

–    Pues creo que por una vez alguien tenía que bajarte esos humos, ¿no?

Cierra la ventana y se acerca a mí, me rodea el cuello con sus manos y acerca su boca a mi oído.

–    Eres un chico malo y voy a castigarte – susurra.

    Comienza a darme pequeños mordisquitos en el lóbulo de la oreja, eso me excita, quiero que siga y no pare. Aunque, no obstante, no entiendo nada porque hace cuatro horas me mandó a la mierda y ahora esta aquí en mi habitación incitándome a hacerla mía. Introduzco mis manos por el interior de su camisa, acariciándola, mientras ella sigue el recorrido hasta mi cuello.

–    ¡Espera!

–    ¿Qué pasa? ¿No te gusto?

–    Sí... Pero... Es que...

–    Tsss... Cierra la boca y disfruta.

    Se agacha y mientras levanta despacio la blusa va besándome el cuerpo. Me excita. Tengo ganas de más, quiero más. La agarro en peso y la llevo hasta la cama, voy a quitarle la ropa, pero no me deja. Se pone de pie y camina hasta mi aparato de música, lo enciende con un sonido moderado y comienza a desnudarse lentamente al ritmo de la música, contoneando todo su cuerpo, abriéndose de piernas como una autentica streaper. Me pongo la almohada tras la espalda para acomodarme y ver mejor la escena, no puedo creerme que tenga a una diosa así en mi habitación.

–    Esto prefiero que me lo quites tú.

    Observo que solo le queda un sujetador negro de encajes y un tanga transparente a juego con el sujetador. Gatea hasta mí, sube como si fuera una actriz porno y se me pone a horcajadas encima.

–    Así de cerca, ¿mejor?

    No respondo, con una gesto de mi mano le desabrocho el sujetador y ella solo lo deja caer, dejando a la vista sus enormes senos. Hago un movimiento rápido y la dejo debajo de mí, cojo sus pechos con mis manos y comienzo a masajearlos con delicadeza. Sus pezones empiezan a erizarse y ponerse duros, de vez en cuando se le escapa un pequeño gemido, prácticamente inaudible.

    Me acerco a su oído y empiezo a mordisquear su lóbulo. Hago un recorrido de besos, desde su cuello hasta sus pechos. Me separo un momento para contemplarla, tan bella y a la vez tan… ¿indefensa?. Introduzco uno de sus pezones en mi boca, lo voy succionando de manera suave, se le empiezan a escapar más gemidos. Sigo con el juego pero ahora mientras alterno entre lametones y mordisquitos en un pezón el otro lo masajeo con mis dedos.

Extraña RelaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora