Capitulo 1

4 0 0
                                    

Qué calor hacía, era uno de esos dias en los que casi te sofocas con cada respiración, pero aparte de eso el rayo de sol me estaba dando justo en los ojos. La gente pasaba caminando con singular alegría y yo parecía ser la única que se estaba cocinando viva. De fondo se escuchaba la música de siempre, los temas de las películas en piano, sonidos que te hacen pensar en algo como hadas o brillantina callendo, canciones infantiles con letra, etc. La rueda de la fortuna acababa de empezar a funcionar después de que la cerraran para hacer la desinfección necesaria de cada cuatro horas y el aire olía a caramelo por los puestos de comida que estaban a mi alrededor. Mi ropa negra tampoco era de mucha ayuda, traía puesta una blusa oscura de manga larga y encima la playera azul polo del uniforme de trabajo. Me levanté la gorra con una mano y después me limpié el sudor de la frente con la otra. Parecía que el tiempo pasaba muy pero muy despacio. Sweet valley land & Co. es el parque de diversiones más concurrido de los Angeles, tiene atracciones de todas las películas que han formado parte crucial de la infancia de casi toda la población estadounidense y del mundo (entre ellas la montaña rusa más alta del país) y muchas tiendas de souvenirs con precios demasiado altos. Es el lugar en el que los sueños se vuelven realidad, tanto los de los visitantes como los de los trabajadores. Laborar aquí es increíble aunque exhaustivo la mayoría de las veces. Tratar de lidiar con señoras de entre 28 y 40 años de edad sobre cosas sin importancia y aguantar largas jornadas de estar parado bajo el sol hasta las 5 de la tarde, a cambio de pasar todo tu día dentro de un mundo de felicidad parecía un buen trato la mayoría del tiempo. Pero había días como este, en el que tener que vender paletas congeladas de un carrito con una sombrilla mal puesta, era deprimente. Adornos de calabazas, murciélagos y guirnaldas de color naranja y morado ya decoraban las paredes a lo largo del parque, el puente tenía luces por todas partes, combinadas con las que ya vienen integradas en los letreros, dándole un toque mágico y otoñal. En las tiendas, ahora en lugar de solo haber muñecos de dragones y princesas, diademas con moños y esferas de nieve, también había todo tipo de cosas con la temática de halloween. Creo que estas épocas del año siempre han sido mis favoritas, todas las tiendas se llenan de caramelos y disfraces para los niños y en el aire flota una ilusión que no está normalmente ahí.
De pronto levanté la mirada del punto en el suelo en el que mis ojos habían estado posados y el corazón me dió un vuelco.
Vender helados específicamente en este sitio, resultó sorprendentemente beneficiante para mí porque desde aquí se ve perfectamente el carrusel. Y la parte más emocionante de eso es que Jeremy trabaja en el carrusel. Él es el encargado de abrir la pequeña reja/puerta de metal para dejar pasar a las personas de la fila hacia el juego. La única vez que hablamos fue en un evento de integración para los empleados que hubo a principios de año en el que me preguntó la hora. Uno se imaginaría que eventualmente cierta interacción estaba destinada a pasar, considerando que trabaja justamente enfrente de mi, aunque hasta ahora yo no era lo suficientemente valiente como para tomar la iniciativa y hablarle, y él no había mostrado la más mínima señal de interés hacia mi. En mi opinión su apariencia combinaba perfectamente con el juego. Su cabello rubio oscuro cubierto por una gorra roja, su playera, haciendo contraste con su piel clara, sus cejas enmarcando sus ojos azul claro, su altura y sus hombros delicados, sus tennis Converse color negro (con las luces y los caballos girando de fondo)... Era como si el carrusel y él pertenecieran al mismo cuadro pintado al óleo.
Y aquí estaba yo como por milésima vez esta semana congelada, mirándolo fijamente como una tonta. De pronto, mi mirada pareció atraer la suya por qué el siguente instante estaba mirándome. Solamente logré mantener el contacto visual 1.5 segundos antes de dejar que me inundara el pánico y mirar hacia otro lado. No mucho después volví a levantar la mirada para encontrarme con qué el seguía mirándome, pero repentinamente una mujer se puso enfrente de mi, interrumpiendo nuestro contacto visual y sacándome del trance en el que estaba.

—Dos sándwiches de helado por favor. De los que son en forma de oso. —Me tomó un momento reaccionar a lo que me estaba diciendo. Detrás de ella, había una niña brincando y agarrándose de la orilla del carrito.

Sugar Free LoveWhere stories live. Discover now