El halcon y la presa (Parte 1)

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Era la quinta noche que volvía a suceder, que a la luz de la luna llena se volvió a iluminar aquella mancha marrón o parda que volvió a vulnerar la seguridad de aquel pequeño pueblo cuyo nombre nadie se recuerda

Había sido aquella endiablada fiera, de la cual propios y extraños temían encontrarse, a pesar de que sus víctimas habían sido gallinas y algún que otro becerro el cual habría sido separado de su rebaño

Pero que aún así inquietaba por la forma en la cual a los días siguientes los animales eran hallados descuartizados, desplumados, degollados, y aún más curiosamente, las becerros hembras y las vacas en su mayoría se encontraban rastros de piel humana dentro de sus cadaveres

Quien o lo que fuera que realizara estos actos había sido una bestia sin compasión, la cual preocupaba a todos los habitantes de aquel pueblo, sobretodo por la misma interrogante que se hicieron pasadas 2 semanas del primer asalto: ¿Qué llegaría a pasar si aquello dirigiera su apetito hacia los pobladores? ¿Que actos tan horrendos podrían provocar una situación tan terrible?

Ese pueblo había vivido principalmente de la ganadería, y después de que los caminos que llevaban a las grandes ciudades fueran bloqueados por situaciones extrañas que llevaron a fuerzas militares a cerrar las vías con la excusa de capturar a algún bandido, resolvieron que debían solucionarlo por sus propios medios

Don Victor fallo 2 tiros, y la fiera se llevó 3 gallinas de su corral

Huaman, tirador experto y terror de las competencias de tiro que se realizaban en la localidad de Saqrallacta, fallo 7, el octavo solo rozo a la bestia, dejando un rastro de sangre que a la mañana siguiente descubrieron que pertenecía a un becerrito, al cual todos los tiros habían impactado y lo habían matado en el acto

La única que estuvo tan cerca de atrapar a la bestia fue una pequeña semihumana lobo de nombre Marcela Vilcas, la cual una semana desapareció para darle caza al monstruo

Sin embargo pasada la semana volvio con delirios y fiebres altas, y lo único que había traído fue una oreja de algún animal felino, que en la lucha a a ella también le había sacado una oreja, en la cual ahora solo quedaba un muñón peludo y sanguiñolento

-Maldita fiera, si fuera a caer- Pronuncio el alcalde, un día que José Mayta, padre de 2 pequeños niños, lo invito a cenar

El alcalde era un semihumano pequeño y robusto, de orejas como de un oso y barbas abudantes, solía usar unos lentes redondos y pequeños, de igual manera por la edad de lo que en algún momento fue un cabello liso y brillante solo quedaba una brillante pelada, la cual ocultaba con un sombrero de copa negro con una cinta celeste, que hacía juego con el traje azul marino que llevaba a todo lado

José Mayta estuvo escuchándolo un buen rato, no sabía que decir, solo esperaba que la comida estuviera lista hasta que le dirigió la palabra de nuevo

-Tu que opinas Mayta, ¿que deberíamos hacer?

José mayta en su juventud había sido un cazador y tirador con el cual no había comparación, pero que debido al amor y a los hijos tuvo que dejar aquella labor para dedicarse a la ganadería, lo único que había matado en los últimos meses eran un par de carneros que su esposa cocinaria ese dia, pero igualmente conocía bien a la fiera, debido a que la última victima de esa quinta noche fue un perro el cual era la mascota de los hijos de José

Cuando le hablaron no respondió, parecía una estatua a través de la cual no se podía describir tragedia ni emoción alguna, y estaba así hasta que una voz respondió al silencio

-No lo se señor, pero sinceramente me parece que deberíamos buscar ayuda de afuera, o mandar más gente a buscar

Quien hablaba era la esposa de José, una señorita joven y alta, de pelo castaño y largo el cual abrigaba un par de orejas felinas, tenia una cicatriz de quemadura en todo el lado izquierdo, parecía sacada de algún tipo de pintura

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