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¿Sabes lo que es ser una persona irresponsable? Si la respuesta es no, entonces, puedes ir y buscar en Google su significado y después de que lo hayas hecho, volver y seguir leyendo.

Lo primero es que, en lo absoluto soy una persona responsable, pero, me he obligado (las situaciones de la vida también han influido en esto), como artista independiente, ha llevar un horario cronometrado. Sin embargo, como estos meses no he tenido trabajo, no he ganado tanto dinero.

Pero, una de las cosas más insoportables, es quedarte esperando por dos horas, sentada como una tonta, mientras esperas a dicha inquilina que dijo que llegaría a las 11 de la mañana y ya son las 1:31 de la tarde.

Cálmate, me dice mi mente, tratando de volver la situación lo más calmada posible, sin embargo, hay otra parte mí, la que ha estado escondida en muchas situaciones, que ruge dentro de mí.

¡No puedo! Se supone que hoy será mi gran día. Ilustraré, no haciendo solo bocetos. Leeré más libros. Intentaré crear una novela ilustrada. Me llevaré bien con mi inquilina. Seré más amigable. ¡Pero, a la mierda! Porque la primera cosa que tenía que funcionar, ya lleva dos horas de retraso.

Suspiro y me paso las manos por la cara.
Me recuerdo a mí misma que estoy a punto de dejar los veinte, para comenzar mi nueva vida como treintañera o como se diga. Como una mujer mayor, seré más valiente (no incluye dejar de correr y gritar por las cucarachas), me concentraré más y escucharé más.

Mi pecho sube y baja, mientras me recuerdo a mí misma cada promesa incumplida de mi adolescencia. Pero, a diferencia de antes, ahora ya soy adulta, en el momento en que me deje ir por la pereza, mi madre no va a estar ahí. Ahora, tengo que cumplir cada promesa, porque eso es lo que un adulto responsable debe hacer.

Me recuerdo a mí misma que…, también que…, y mucho más importante, que…

Toc toc.

—¡Perdone! —la voz de una mujer me saca de mi ensoñación. Abro los ojos rápidamente, por la sorpresa. Me paro y antes de abrir la puerta, me veo en el espejo y me arreglo la ropa. Debo dejar un aspecto presentable ante mi inquilina.
Abro los ojos y, a diferencia de la inquilina que me debería de esperar fuera de la puerta, veo a dos mujeres, o, mejor dicho, a una mujer y a una adolescente.

La mujer que está al frente denota que está cerca de sus 40/45, tiene leves arrugas debajo de los ojos y en las esquinas de los labios, quizá cuando sonría se marquen mejor. Su cabello está amarrado en una cola, siendo de un negro casi azabache.

Las gafas que tiene le dan un aspecto más frío, pareciendo casi imposible acercarse a ella.
Y, a diferencia de ella, la adolescente que está más atrás de ella, quizá, por su vestimenta, le guste mucho el estilo más estadounidense. Además de su pelo alborotado, que llama mucho la atención, tiene una guitarra en sus manos.

—Hola —sonrío, mientras mis ojos vuelven a mirar a la mujer: —Pensaba que solo sería una persona.

—Soy su hermana —responde la mujer. Hermosa voz, al igual que su persona. Su voz es madura, como si con solo hablar pudiera decir cuanta experiencia tiene—. Me gustaría hablar con usted…, sobre esto —sus manos hacen un gesto mientras señala el interior de la casa.

—Claro, claro. Pueden entrar, eh —me hago a un lado y espero mientras las dos entran. Después de cerrar la puerta, les hago una seña a las dos para que se sienten y, a la mujer, le paso el contrato de alquiler.

—¿Puedo ver? —la chica pregunta, mientras mira como su hermana coge el contrato y comienza a leer: —Como quiera, voy a ser yo quien me mude, no tú.

Cuando la primavera llegue, recuérdame Donde viven las historias. Descúbrelo ahora