IV. Maestro enajenado

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En orden de solicitar apoyo a las sectas vecinas, el Yúnshēn Bùzhīchù organizó una conferencia de cultivo. Sopesaron opciones en caso de que el hierro yin se encontrase neutralizado.

Nie MingJue mencionó un antiguo tesoro. Una espada maldita cuyo núcleo fue el resentimiento. Wen Qing, como actual líder de Qishan Wen, destacó información de un antiguo compilado de leyendas locales en las cercanías de Weinan.

—Se trata del caparazón de tortuga de una bestia milenaria.

Yunmeng Jiang recordó a los ahí presentes la existencia del Luànzàng.

—Ya tenemos a nuestro fenómeno salido del Luànzàng, ¿lo recuerda, Jiang-gongzi?

La persona que abrió la boca era Su She. Sus cejas delgadas se apretaron formando un desagradable ceño fruncido. Apenas pudo compararse a la depresión desagradable del heredero de Jiang.

Nadie se apresuró a corregir el insulto indirecto.

Ya que todos consideraron a Wei WuXian un fenómeno y un sujeto muy extraño.

Actuaba como un niño inmaduro. No se tomaba nada en serio. Wei WuXian era algo lento, lo que dio a entender que no era muy listo. Con un poder tan aterrador como el que tenía en manos, sería caótico que cediera a la locura o la maldad.

Jin GuangShan supo que había tomado la decisión correcta cuando se le emparejó con Hánguāng-jūn, ya que, aquella joven promesa del cultivo, con el potencial para la ascensión, se destacó por ser rígido seguidor de las reglas. Esto permitió a todos respirar en paz.

La secta Jin no tuvo tesoros siniestros para presentar, en orden de apoyar a sus compañeros. Así que se limitaron a hacer mención de un espejo de cobre que permitía ver la naturaleza de las personas.

El líder del clan Jin, y actual Xiāndū, se mostró aburrido por el asunto de la barrera de Gusu Lan. Instó continuar la discusión después del almuerzo. Sus adeptos vitorearon a su favor. Lan XiChen y el anciano QiRen no tuvieron más opción que obedecer.

Mientras, discutían los arreglos para el banquete, una corriente helada se filtró desde el exterior abriendo las puertas del salón de par en par.

El azote fue tan intenso que los muros resonaron. La ventisca hizo volar el papel y agitó el cabello y túnicas de los presentes.

Alguien entre la multitud chilló:—¡¿Qué está ocurriendo?!

—¡No lo sé! ¡No lo sé! ¡Da-ge! ¿Dónde estás?

En el viento se escucharon lamentos espectrales, y los cultivadores se horrorizaron.

Cuando el evento anómalo se aquietó, lograron respirar de nueva cuenta.

Jiang WanYin maldijo. —¿Qué demonios fue eso?

—¡XiChen! ¡¿Eso era resentimiento?!

Lan Huan se apresuró hasta el lado de su tío. Había sido arrastrado por una ventisca. Rodó por detrás de un escritorio hasta terminar en una pila de documentos.

Conmocionado por la demostración de poder, tragó pesado. —Creo que sí, shufu.

—¡¿Es el díscolo de Wei WuXian?!

—...Shufu—. Llamó una voz. No se trató de XiChen.

Lan QiRen reconoció las formas del hombre. Lanzó una bocanada de sangre y sus ojos se desorbitaron. —¡Tú, demonio!

Fueron las últimas palabras antes de caer en brazos de su sobrino mayor.

Wei WuXian había invadido el salón de orquídea. Su apariencia distó bastante al último recuerdo en la memoria de Lan Huan.

¿Alguna vez pensaron en morir?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora