La lluvia era fría, las gotas eran muy gruesas, en el cielo se dibujaban violentos pero magníficos relámpagos. Eran tan potentes los estallidos que me asustaban dando pequeños saltos. Quizás seria la soledad o la inmensidad de este bosque. Los arboles eran iluminados con los fuertes estallidos en el cielo, dando a cada uno una peculiar y siniestra forma. Sus contorsionadas ramas se elevaban como feos y flacos brazos cubiertos por las mojadas hojas. Pero tenía que seguir cavando, la tierra mojada era blanda y tenía que aprovechar este prodigio de la naturaleza.
Los feos arboles me miraban, como si estuvieran vivos, cada uno esperando el momento para salir y estrangularme con sus feas ramas. No me importaba, sabía que era la culpa que comenzaba a corromper la blancura de mi conciencia. Del crimen que había cometido o más bien venganza, ¿pero la venganza no es amiga de la justicia? Pero los árboles, su presencia juiciosa. Ya no pensaré más estupideces el hoyo ya estaba listo. Tomando los tiesos cuerpos de mis hermanos y padrastro, los arroje en su fangosa tumba para que se los comieran los gusanos.
¿Cómo llegue a cometer este crimen?, la verdad yo no recuerdo haber conocido a mi padre. Y mi madre, mi difunta madre siempre evadía el tema. Mi Padrastro un Burócrata de esta región me apodaba el Huacho, y mis hermanastros a raíz del matrimonio con el caballero me despreciaron desde el primer día que nos conocimos. Tenían dos hermanastros Jacob y Simón. Ellos fueron a raíz del primer matrimonio de mi padrastro, pero su mujer falleció de tuberculosis dejándolos solos hasta que conocieron a mi madre. Ellos al ser mayores, abusivos, y más fuertes que yo solían darme palizas y siempre me culpaban a mí de sus maldades: Como una vez que soltaron a los caballos y mataron a palos el perro del capataz. La paliza que recibí a manos de mi padrastro fue tan grande que casi morí por la fuerte fiebre al infectarse una de mis heridas. Y así transcurrió mi infancia. Despreciado por ese trió, como si yo portara la mala suerte, o yo fuera algo que no debió que suceder nunca. Pero para mantener a mi madre tranquila mi padrastro no me privo de la educación, la vestimenta y comida. Las discusiones entre ellos se hacían más intensas a medida que yo iba creciendo y del mismo modo iba aprendiendo y enterándome de muchas cosas. Como por ejemplo mi madre pertenecía también a una rica y poderosa familia y no me sorprendió la idea de que mi padrastro se hubiera casado con ella solo para engrosar su poder y su influencia.
Ya a mi adolecente edad nunca me explique el hecho del misterio, que cubría la figura de mi madre. Ella nunca me solía hablar mucho de ella, de su familia, de sus intereses, nada. Pero por las noches la sorprendía a la hora que todos dormían, incluso los perros, fugarse y perderse en la oscuridad del bosque iluminada por su lámpara. Como una especie de angelical espectro.
Al crecer me di cuenta que mi madre era muy bella, la vejez no corrompía la ternura de su pálida piel. Su cabello negro liso y sedoso siempre mantenía ese singular perfume. Me parecía muy extraño que al pasar del tiempo, nunca mi madre quedo embarazada de mi padrastro. Y él a pesar de su despótico carácter, nunca le levanto la mano. Yo solo me trataba de concentrar en mis deberes con los caballos ayudando al capataz y mis estudios. Incluso el capataz solía pagarme por la ayuda. Ese trabajo era más una orden de mi padrastro y no precisamente era para ser remunerado. Nunca había tenido dinero físico en mis manos, siempre mi madre se preocupo de que nada me faltara, ese dinero lo fui ahorrando, con la esperanza de cumplir mi mayoría de edad e irme.
Ya transcurrido un tiempo y algunos meses para ya cumplir mi mayoría de edad, mi madre me había dicho que cuando fuera ese momento vendrían unos militares a buscarme, que yo no tuviera miedo; ya que yo sería matriculado en la escuela de oficiales del ejército y tendría todo lo necesario para vivir bien. Yo acepte mi destino, pensaba que era mejor que estar toda la vida encerrado en este fundo de mierda, con solo la amistad de los caballos y esos tres.
Una noche me había decidido a seguir escondido a mi madre, y así llegar al lugar donde siempre iba; para así por fin poder ver que hacía en esos misteriosos paceos que demoraba horas.
Empoderado de toda mi seguridad espere que mi madre como lo hacía todos los años en el mismo día, se perdiera en la negrura del bosque, iluminada por su lámpara, como una luciérnaga, iluminando los misterios de la noche a su alrededor. Mi plan era tomar una prudente distancia, y solo seguir la luz, sin que ella, pudiera siquiera sospechar que la seguía.
Y así fue, ella emprendía su nocturna caminata en la oscuridad, la seguí tomando una precavida distancia con felinos pasos. Ella parecía levitar en el suelo, no podía ver dificultades en sus pasos, muy rápida, caminaba suavemente como si estuviera bailando al compas de la nocturna orquesta del bosque. Y cada vez caminaba más rápido, se me dificultaba mucho poder mantener su ritmo, y la escasa luz que proyectaba su lámpara se hacía cada vez más débil a medida que ella tomaba distancia de mí.
La oscuridad de la naturaleza no me dejaba ver ni la propia palma de mi mano, y chocaba con duros y fuertes arboles. Tropezaba con piedras, caía con frecuencia en charcos fangosos. La luz cada vez se alejaba más en la negrura de todo y la oscuridad me sofocaba, era como estar durmiendo, en un sueño, pero caminaba solo caminaba, y la luz se volvió un punto. Y la oscuridad se apodero de toda mi cordura, y pensé que en esa oscuridad, podía aparecerme el diablo o el Chon- Chon, esa infame cabeza de brujo, impulsada con sus alas de murciélago como orejas, chillando, cantando, maldiciendo todo.
Y no sabía por dónde caminaba, solo escuchaba el frio eco del viento resoplar entre los árboles, el sonido de las hojas, el canto de los grillos. Pero yo no podía seguir más en ese bosque, la oscuridad me producía pánico, no podía mantenerme de pie, mis piernas estaban fatigadas, de caminar, solo caminar por este negro mundo. Mi percepción cambiaba, todo era negrura y me pareció que todo giraba, lento, rápidamente, y el aire se congelo.
Ya no pudiendo más me deje caer sobre el lodoso suelo. Ya daba por perdida mi empresa de enterarme del misterioso paseo de mi madre.
Ya cerraría mis ojos y dejaría que esta oscura pesadilla pasara, para ser iluminada por los primeros rayos del alba.
Pero en unos instantes me pareció oír música y unos extraños retumbares rítmicos. No sabía si estaba soñando o despierto. Mis piernas ya no daban mas y me dirigí a ese tamboriteo. Arrastrándome y reptando por el suelo como un reptil, el sonido en la negrura cada vez se hacía más claro. Podía reconocer voces, chillidos, gritos, risas y cantos. Una oleada de histérica locura, y pude ver una luz intermitente a unos metros de mi. Me dirigí a aquella luz lo más cerca que pude y el panorama no tardo en esclarecerse, como un lúcido sueño.
Alrededor de una fogata, yacía un extraño ídolo, un hombre o un humanoide, no puedo describirlo bien, con el torso totalmente descubierto y sobre el caían dos voluptuosos femeninos pechos, mire sus peludas piernas y me aterre al ver su siniestra cabeza de macho cabrío. Y en el suelo había animales muertos, secos e inertes. Y a los compas de los tambores danzaban desnudas, bellas, terroríficas y empapadas con la sangre de animales, que bebían y se salpicaban de las copas en un loco frenesí, recitando palabras de una lengua que yo no podía entender. Entre toda esa demoniaca belleza, estaba mi madre, sentada portando un extraño Bastón, y su divina desnudes, adornada con extrañas joyas, brazaletes, collares, y un su cabeza portaba los cuernos del carnero.
Luego vi, que los canticos se volvían más rápidos, fuertes e histéricos, Las mujeres bailaban con un loco éxtasis, sus cuerpos se contorsionaban con fuertes espasmos y algunas tenían fuertes convulsiones en el suelo.
Sentí que a medida que transcurría el tiempo del ritual, el viento se detuvo, y tuve la impresión de que todo era atraído a la fogata. Mi madre portando el Bastón, de pie comenzó a hablar con la poderosa llama, que su porte y su color cambiaban.
Las boses se distorsionaban, dando guturales tonos. Y la electricidad estática, picoteaba, mis brazos y piernas.
Era extraño, sentía que el lugar cambiaba, una fuerza magnética comenzó a apoderarse del lugar del ritual. Una luz verde fosforescente comenzaba a contrastar los tonos de los colores de todas las cosas. Yo estaba totalmente aterrado, ahora quería irme, deseaba nunca haber seguido a mi madre. Solo quería desaparecer del lugar, pero tuve que seguir observando, el sobrenatural panorama que se desarrolla en frente de mis ojos. Luego la diabólica escena llego a su clímax, cuando un alado ser salía de aquella fogata. Las brujas se arrodillaron frente a él y madre que portaba el bastón, dio una reverencia y le dijo algo en un extraño idioma. La extraña criatura en frente de mi madre, era totalmente bestial, alto, llegando a los cuatro metros de altura. Era de compleción física muy robusto, recubierto por verdes y grises escamas cubriendo toda su musculatura. Detrás del ser se asomaban dos enormes alas como las de un dragón y su picudo y alargado hocico provisto de filosos dientes como los de un cocodrilo. Sus enormes cuernos, que comenzaban en par; como los de un toro, y se alineaban en dos columnas de dos por toda su espina dorsal llegando hasta su gruesa cola. No entendía nada, paralizado y solo estando escondido detrás de unos arbustos, temblaba. La enorme criatura respiraba muy fuerte; hacia vibrar las cosas a su alrededor. Luego una gutural y metálica voz, comenzaba a pronunciar, extrañas palabras. Solo distinguía como el hocico de la criatura se distorsionaba, hablaba con mi madre. Ella se veía ten pequeña a su lado, Luego la extraña criatura tomo a mi madre desde los hombros, pensé que la iba a devorar, y movía su hocico dentro de la boca de ella; lo más insólito era que mi madre le correspondió el beso al monstruoso ser. Las brujas que rodeaban a la pareja comenzaron a tocar los tambores y los instrumentos, otras bailaban, y otras se embriagaban. El Dragón le decía algo a mi madre y esta asintiendo con la cabeza, comenzó a susurrar unas raras palabras, y pude ver que los ojos de ella cambiaron; amarillos como los de un gato, y luego se arrancaba la piel a mortajas quedando expuestas unas verdosas escamas. Mudando como lo hacían las culebras en verano, se desprendió de toda la primera capa de su piel, y su bípeda lengua se contorsionaba fuera de su rostro. Todavía mantenía la silueta de una mujer, sus pechos, sus curvas, pero lo que cambio, fue que de su frente se asomaban dos cachos; como los de un carnero. No entendía nada, mi hermosa madre, aparte de ser un bruja era un monstruo; jamás la volvería a mirar de la misma forma. ¡Tengo que salir de aquí! Mis paralizados miembros apenas seguían mi apaliada y confundida mente. Y así comencé mi fuga arrastrándome entre todas esas matas y maleza. ¿Tenía que salir de ese lugar diabólico! Ni siquiera me atrevía a mirar atrás, un escalofrió recorría todo mi cuerpo, por el solo pensamiento de volver a mirar atrás. El camino de vuelta fue realmente muy aterrador. La oscuridad, el sonar de el viento y la lluvia que me mojaba. Ya estando bien alejado del lugar del ritual, me incorpore de pie y corrí; como nunca lo había hecho en toda mi vida. Solo corría como si algo peor que el infierno me persiguiera. Hasta que pude reconocer los campos de trigo. Las casas de madera humeantes, la paz y la tranquilidad de mi hogar. Luego llegue a mi casa y no pude dormir.
Transcurrida la mañana era la hora del desayuno, estábamos todos sentados, mis hermanastros, mi padrastro y mi madre. Una criada me acerco un tazón con leche y unos panes recién horneados con queso. Realmente estaba helado, todos comíamos, y observaba a mi madre o esa extraña criatura, tomando té, tan delicados eran sus movimientos que parecía un ángel, se veía más joven, más enérgica y alegre. Pero siempre ocultaba todo con su misterioso silencio. Mi padrastro noto que estaba trasnochado, no pareció importarle para mi bien y me mando ha arriar el campo.
Ya transcurrido mi cansador día de trabajo me subía a los lomos de mi yegua. La verdad era tan aterradora, que ahora me daba miedo estar en mi propia casa, y más aun; el hecho de estar cerca de mi madre o ese demonio. Pero después de todo era mi madre y ella ha sido la única persona que me ha tratado con afecto en toda mi vida. Cuando me vaya con los militares dejare está hacienda maldita para nunca volver, pero aun así amaba a mi madre.Era el 28 de Enero de 1876 cuando una carta me llegaba por parte de mi capitán, timbrada con el sello de mi padrastro después de la dura instrucción del día.
Querido Lautaro
Tengo que informarte la trágica noticia, mi amada esposa y tu madre acaba de fallecer. Es una tragedia, espero poder verte en el funeral que se celebrara en una semana. Los detalles de la tragedia te los diré en el fundo.
Se despide tu padrastro: Miguel Alcázar.
Apenas podía sostener la carta en mis manos, la carta que sujetaba temblorosa en mis manos comenzaba a empaparse de lágrimas que desparramaban la tinta que extrañamente formaron la silueta de un demonio en la hoja.
Llegando al fundo de mi padre ya me había enterado de todo, fue un incendio o mejor dicho una casería de brujas. Esto era lo que encabezaba el titular del periódico de la ciudad más cercana al fundo.
La Caza de Brujas en el fundo Santa María:
Campesinos queman vivas a grupo de mujeres que supersticiosamente se les acusaba de brujas y vender su alma a Satanás en el Fundo Santa María. Entre las víctimas fatales se encuentra la esposa de Don miguel Alcázar dueño del fundo el cual no quiere der declaraciones a tal tragedia.
El grupo de campesinos ya fue apresado y se espera su fusilamiento a primera hora de la mañana.
Sus hijastros declaran que fue una tragedia y que solos en familia tienen que soportar el dolor.
La señora Magdalena de Miranda era heredera de unas de las tierras más caras y fértiles en el sur de chile y una gran empresa pesquera.
Todavía no se sabe quién sería el heredero de las tierras y las empresas, lo más probable es que sean heredadas por su viudo Don Miguel Alcázar.Ya llegando al fundo me esperaban mis sínicos hermanastros abrazándome entre lágrimas, Yo contuve las ganas de querer darles un puñetazo y escupirles en sus caras; pero tuve que ser prudente por ahora. Era obvio que mi madre no se iba a dejar ver y que alguien tuvo que ver en esto; lo más probable es que sea mi padrastro ya que a mí me correspondía la herencia de las tierras, pero como no había un documento que lo alabe pasan a mi padrastro. El tiene sus manos manchadas con la sangre de la única persona o criatura que me había amado.
Pasada la tarde me dirigí al lugar del asesinato de mi madre con una linterna, el bosque era muy espeso y aterradoramente desolador como lo recordaba.
Ya llegando al lugar del crimen solo pude ver pasto quemado y arboles carbonizados. No lo soporte y llore amargamente un largo tiempo entre los restos de lo que el fuego calcino. Inesperadamente observe una extraña y rojiza serpiente arrastrarse por el chamuscado suelo, hasta llegar y ocultarse bajo una roca.
La levante para tomar a la fría culebra y extrañamente había un sobre el contenía el nombre de mi Madre. Lo abrí y la sorpresa hiso que perdiera el equilibrio y la respiración. Estos documentos me dejaban a mí como heredero de las tierras de mi difunta madre. No me cavia duda que mi padrastro los estaba buscando y que él era el responsable de su muerte. Tenía que vengarme y seria esta misma noche.
Ya era la madrugada todos dormían y me dirigí con cuchillo en mano a las habitaciones de simón y Jacob. Los apuñale más de cuarenta veces y me cercioré de que no murieran para que sus agonías fueran largas tapándole sus bocas con mi empapada mano con el rojo liquido de sus vidas.
Luego no pude contener la ira y una furia se apodero de mí, y me dirigí lo más rápido que pude a la habitación de mi padrastro el cual dormía. Encendí una linterna de aceite mientras este dormía plácidamente en su cama. Al despertar no pude soportar su existencia y tome su bastón y los golpeé tantas veces que aplaste su cabeza como si fuera una sandia.
Todos sus sesos se desparramaron en el suelo. Me dirigí a un baño lo más rápido que puede para limpiarme la sangre y tomar mis cosas y largarme a Santiago lo más rápido que pudiera para combatir en la guerra del pacifico. Pero en mi rostro había una pequeña llamarada a la altura de un ojo y la sorpresa me aterro y me volví histérico, pues tenía un ojo de lagarto como los de mi madre cuando se transformaba, ahora no me cavia duda de quién era el Bastardo, yo era el hijo de Satanás. Y la Lluvia y los relámpagos dejaban inerte la casa, yo había asesinado a todos sus antiguos habitantes en venganza. La luna era inmensa y roja, y los relámpagos tocaban el himno de la victoria.
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El Hijo De La Serpiente
HororUn joven rechazado por su padrastro vive encarcelado en un fundo, atraído por el misterio de su enigmática madre , decide revelar los misterios que le envuelven a ella y el.