2 - En lo más profundo de nuestro ser

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Listos para entrar, Gintoki miró de reojo a Tsukuyo, y una sonrisita se dibujó en sus labios antes de que se moviera ágil y sigilosamente para sorprenderla y cargarla en brazos, haciéndola soltar un jadeo.

- ¡¿Por qué me levantas de pronto, Gintoki?! Puedo caminar perfectamente.

- Lo sé, pero ya que estamos así vestidos, me dijeron que es una tradición occidental de buen augurio que cargue a mi esposa por el umbral de la puerta.

- ¿Desde cuándo eres supersticioso?

- No lo soy, pero me sirve la excusa para poder al fin tenerte entera en mis brazos.

Aceptando la explicación con una sonrisa, Tsukuyo rodeó el cuello de su esposo con sus brazos, y se dejó cargar mientras él daba el paso hacia dentro de la casa, y recién cuando llegaron a la mitad de la sala y después de compartir un casto beso en los labios, la dejó bajar.

- ¿No es un poco impráctica esa costumbre? Quedaron la puerta abierta y el bolso afuera, tenemos que volver a salir para entrarlo y cerrar.

- Ya voy yo, Tsukki.

Luego de hacer aquello, y los dos quitarse sus zapatos para dejarlos en la entrada, Gintoki regresó con ella, le tomó la mano y entrelazó sus dedos juntos mientras ambos se tomaban un minuto para recorrer la casa con una mirada llena de orgullo y satisfacción. Como la habían comprado hacía menos de una semana, apenas estaba amueblada con lo mínimo para empezar a vivir con comodidad. Aun así, el mero hecho de pensar que era su hogar propio, sin alquiler ni compartirlo con nadie más, era algo que los seguía emocionando y no terminaban de creerlo por momentos. El tener allí mismo su noche de bodas y empezar su vida matrimonial desde el instante presente, era también muy simbólico.

El samurái cambió la mano con la que estaba agarrando la de su esposa, mientras daba unos pasos para colocarse detrás de ella y deslizar su otra mano por el brazo de ella hasta entrelazar también esos dedos juntos. La abrazó así, cubriéndole la espalda con su torso, y dejó salir un largo y suave suspiro de contento.

- Así comenzamos nuestra vida juntos, honey.

- Sí...

- ¿Cómo te sientes? ¿Cansada?

- No tanto, lo esperable para un día tan ajetreado.

- ¿Segura?

- Sí, tanto como para que nuestra noche de bodas sea memorable –Contestó Tsukuyo en una voz aterciopelada, jugueteando con la corbata de su esposo– ¿Y tú? ¿El sake no afectó por demás a "Gin-san"?

- Para nada. Por nada del mundo me quedaría dormido antes o durante la parte más esperada de la boda... Quiero decir, de la noche.

- Sé honesto, ¿esto te emociona más que haberte llenado el estómago de tantos dulces? –Bromeó la rubia.

- Ninguno se compara con el dulce que tengo entre mis brazos ahora... Estuve esperando demasiado hoy, ya que me lo quiero comer a bocados, toda la noche, hasta quedar satisfecho de llenarme de ti... –y agregó en tono acaramelado– y llenarte de mí.

- ¿Haciendo honor a tus deberes maritales con tanta diligencia? En qué hombre tan responsable te has convertido con una argolla en tu dedo, darling.

- Sakata Tsukuyo, la única argolla que quiero llenar con mi dedo es la tuy...

Gintoki no pudo completar su vulgar frase ya que Tsukuyo le tapó la boca con la mano, reemplazándola luego con sus labios, para así darle un largo primer beso a solas, al fin.

- ¿No podías esperar tan sólo un poco más antes de decir alguna bestialidad como esa?

- Hay que iniciar el clima adecuado para la noche, honey, tenemos una larga noche por delante –El samurái fue bajando la voz hasta convertirla en un sensual susurro, mientras deslizaba una mano de forma descendente por el cuerpo de su deseable esposa– Ya sabes, tenemos que darlo todo y esforzarnos para asegurarnos de hacer real nuestro pequeño adelanto.

Que el amanecer nos encuentre juntos por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora