4. Demonios interinos

297 33 34
                                    

Cuando ingirió dos pastillas para el dolor de cabeza, se tomó una botella de agua completa de un jalón, para después arrojar el envase a un contenedor de basura que había a un lado sin molestarse en ver sí lo había echado o no. Se comenzó a sentir un poco más despejado.

— ¿Te sientes mejor? – preguntó Jordan en la banca sentada junto a Lincoln.

— Si, gracias – dijo después de limpiarse la boca con su camisa.

— Me sorprende verte aquí, creí que no te gustaban los lugares públicos.

— No sé en donde estoy.

— Oh, ¿Qué quieres decir con eso? Pensé que seguiste el consejo que te dí hace unos años.

— Tengo amnesia… o eso me dicen. Un par de muchachas me secuestraron por la noche y afirman que soy su padre, no les creí al principio, pero he estado teniendo imágenes en mi cabeza y ahora… ah je, no sé quién soy.

— Okey… entonces has comenzado a recordar – dijo mirando hacia abajo.

— ¿Tú sabías algo de ésto?

— No mucho realmente. Yo te conozco desde hace tanto tiempo de lo que crees. Cuando te ví en ese muelle trabajando como pescador antes de que fueras un vaquero, hace unos seis años, yo siempre supe quien eras. No mentiré que fuí feliz en ese momento ya que habías desaparecido y sin avisarme. Cuando intenté besarte, tu rechazo me dolió hasta el alma, no eras el hombre que una vez me enamoré; eras cortante, seco y sin corazón, seguías siendo respetuoso eso si, pero diferente. Al principio pensé que era una simple broma, pero como me mirabas y me desconocías, sabía que algo había ocurrido. Nunca supe lo que te pasó, solo que te habías ido.

— ¿Cómo era antes?

— Ah… – expresó la mujer con una sonrisa nostálgica. — Eras atento, comprensible, alegre y muy buen amante sí te soy sincera. No me importaba que estuvieras en una relación con muchas mujeres y yo incluida, pero así es la poligamia. A veces, estabas muy ocupado con las otras, trabajando o pasando tiempo con tus hijos, pero cuando teníamos tiempo para nosotros, me hacías sentir especial y única.

— ¿Poligamia? ¿Con cuántas mujeres he estado al mismo tiempo?

— No lo sé, nunca las conté y no me llevaba muy bien con todas ellas… yo te amaba, me dolía verte tan cansado, estresado y enfermo que intenté que abandonaras a tus viejas e hijas de muchas maneras… nunca lo logré, por hacer eso, todas ellas ahora me odian y me siguen odiando, no las culpo, pero sabía que tenía la razón y no era la única. Alguien más estuvo de acuerdo conmigo, pero no hizo nada por ayudarte o eso creo.

— … ¿Qué ocurrió después?

— Aprendí que sí te amaba, tenía que dejar que vivieras tu nueva vida, aunque no esté en ella. No puedo tener hijos, así que entre a un convento, concreté mis votos con el señor y ahora cuido a un pequeño grupo de huérfanos a quienes adoro con todo mi corazón… y dime ¿Qué has hecho con tu vida? Nunca te lo pregunté.

— He tenido una vida muy mala, Jordan.

— … Todos hemos tenido una vida mala, Lincoln. Todos pecamos… Pero te conozco.

— Je, no me conoces.

— Disculpame, ese es el detalle. Tú no te conoces.

— ¿Qué quieres decir?

— No sé, pero siempre que nos encontramos, te encuentras trabajando o intentando mantener tu mente ocupada. Sé mucho de tú antiguo yo, pero nada del actual.

— … Tengo una hija… se fue. Tenía una mujer que me quería y lo eché a perder. Un viejo perro que quería, murió hace unos meses. Y mi amigo… bueno, lo vi morir. Hubiera preferido que muriera antes – dijo con tristeza y enojo en sus palabras.

Recuerdos ExtravagantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora