2.- Amarillo

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2.- Amarillo

Una de las primeras imágenes que vienen a la mente de cualquiera al pensar en el color amarillo son las cintas de precaución.

Cuando has cerrado tu corazón por tanto tiempo, el sentir que alguien se acerca demasiado a ti enciende tus alertas de peligro.

Sin embargo, el color amarillo también es el color del sol, de la felicidad, de los nuevos comienzos.

Es por eso que los días en que comenzaron a volverse más cercanos fueron días amarillos.

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En un abrir y cerrar de ojos, el domingo había llegado.

La elegante residencia de su señoría Neuvillette solía ser un lugar silencioso, pero en ese momento en específico podía escucharse el sonido de sus pasos apresurados seguidos de su bastón pisando fuertemente el suelo.

El hombre, cuyo semblante se mantenía calmo todo el tiempo, ahora mostraba una expresión de preocupación mientras caminaba sin rumbo por los pasillos de su enorme vivienda.

Aquella era su manera de calmarse cuando se sentía preocupado por alguna razón, y el motivo de encontrarse de esa manera era que el día que temía había llegado.

El aceptar la invitación del conde había sido obra de su inestabilidad emocional ese día en específico, por lo que cuando volvió a su habitual ser el día siguiente se preguntaba qué diantres había hecho.

La soledad nunca había sido un problema mayor para el juez supremo. De hecho, seguía manteniéndose firme en su ideal de no acercarse demasiado a nadie, ya que sabía que todos en la nación eran culpables y nadie podía salvarse del juicio que algún día se presentaría.

Entonces, ¿por qué había aceptado esa invitación? No tenía sentido.

El peliblanco suspiró con cansancio mientras pensaba en alternativas viables.

¿Y si simplemente no iba? No, sería demasiado cruel.

¿Debería de enviar a una Melusina en su lugar, llevando una carta en la que se disculpara con el conde por no poder asistir debido a una situación inesperada? Sonaba como una buena opción pero, ¿y si Wriothesley ya tenía lista la comida que preparó para él? Sería grosero, aún más considerando que el conde lo ayudó en un momento de vulnerabilidad.

De acuerdo. Iría, pero se aseguraría de marcar la línea esta vez. Nada de verse de nuevo, nada de volverse más cercanos, nada de nada.

Y con ello en mente, Neuvillette fue hasta el Fuerte Merópide.

Apenas llegó observó a los dos guardias que la anterior vez se encontraban fuera de la oficina del alcaide, mismos que al ver a su señoría se apresuraron hacia él y ambos realizaron una reverencia.

—¡Buenos días, su señoría!— dijeron los dos con ímpetu al unísono. —El Conde Wriothesley nos ordenó escoltarlo hasta su oficina cuando llegara, ¿podría hacernos el favor de acompañarnos?—

Neuvillette devolvió el saludo y asintió. Posteriormente los siguió hasta llegar a la puerta de la oficina de Wriothesley y una vez ahí los guardias la abrieron para él.

Una vez dentro se dio cuenta de que la especie de puerta que conducía a la vivienda subterránea del alcaide se encontraba abierta, por lo que siguió el camino hasta llegar a la última puerta, tocó y cuando ésta se abrió pudo observar al conde de nuevo utilizando un delantal.

—¡Llegas justo a tiempo, Neuvillette!— el rostro de Wriothesley se encontraba sonriente. Su sonrisa juvenil y despreocupada le hizo pensar que quizás el asistir había sido la decisión correcta.

Arcoiris ┆ ☾ Wrothesley x Neuvillette ☽Donde viven las historias. Descúbrelo ahora