En el Principio

143 28 8
                                    


Y él lo vio, estaba ahí, levantándose de la arena, había tardado, pero ahí estaba finalmente. Adán estaba de pie ante Dios, quien sonreía emocionado, viendo a su nuevo amiguito, estaba agotado, era demasiado para él el haber creado tantas cosas. Adán tardó en ponerse de pie y andar, pero finalmente lo logró.

Adán se sentía maravillado por el mundo en el que estaba, y Dios notó que su nueva creación podía observar a los animales con compañía. Ya había más animales de la misma especie, la reproducción había iniciado y el hombre seguía solo. Incluso Dios sabía que no podía hacer que Adán fuera inmortal, también tenía derecho a la reproducción y ¿por qué no hacerle una compañera?

Cuando en el segundo intento moldeó y creo a la mujer, pero algo salió de forma inesperada. A diferencia de Adán la mujer se levantó y caminó sin problema e ignoró a Dios por completo, este la detuvo por un momento sujetándola del hombro, pero ella forcejeó hasta que este la soltó. Lo primero que hizo fue entrar al agua, la laguna del Edén era el espacio de la mujer y eso le molestaba a Dios, no recordaba el haberla hecho acuática, pero por alguna razón ella lo disfrutaba mucho.

Pasaron los días y luego las semanas, Dios intentó comprenderla, pero no estaba seguro de lo que sucedía, a diferencia de los otros animales, cuando Adán buscaba la compañía de la mujer esta se alejaba hasta que, algo en el corazón de Adán hizo que dejara de ser amable e intentó someterla para obtener lo que quería. Dios tuvo que intervenir.

- ¿Por qué no aceptas a Adán, Lilith? – le preguntó mientras ella se zambullía en el agua.

- Adán es muy soso, quiere que lo obedezca y quiere imitar a los animales. Pero ya intenté hablar con las aves, los caballos y los peces, ninguno de ellos les rinde cuentas a sus parejas y ellos no hablan ni piensan, ¿por qué pudiendo razonar, debería obedecer a un soso?

El creador de aquella creatura estaba maravillado por las cosas que su pequeña podía producir desde sus pensamientos, pero a la par, se sentía preocupado, pues su propósito estaba siendo puesto en tela de juicio.

- Lilith, te creé para que lo acompañaras – Dios le sonrió gentilmente - ¿No te gusta Adán?

- No tiene que ver con eso, tiene que ver con que quiero más.

- ¿Más de qué, Lilith? – Dios abrió los brazos señalando su alrededor – Mira a tu alrededor todo esto es tuyo, puedes tenerlo todo. ¿De qué quieres más?

- Quiero saber cosas. ¿Por qué no tengo las alas de las aves o las aletas de los peces? ¿Por qué solo tengo dos ojos y no ocho como las arañas? ¿Por qué no puedo escalar árboles o adherirme a las superficies como los lagartos?

Dios se llevó una mano a la cien dejando a su creación sola con sus preguntas. Poco después Adán fue a verlo para quejarse de Lilith, decía cosas como que no le gustaba que su compañera no lo siguiera a todas partes, ni se riera de las cosas que él hacía, no le gustaba que ella se la pasara lejos de él, haciendo esa cosa que ella llamaba "exploración".

"No la quiero en este mundo conmigo", esas habían sido las palabras de Adán cuando expuso la situación torpemente. Y ahora Dios, quien había escogido a un evidente favorito tenía que exiliar a Lilith del jardín del Edén, cosa que no tenía sentido porque no había otro lugar además de ese.

Así que Dios no tenía más opción, en su forma actual que era muy similar a la de Adán, no podría hacer demasiado, así que se hizo etéreo con el universo y tomó un rayo de luz en sus manos, lo abrazó y de él formó algo nuevo. Una luz más tenue y sensible, de tacto áspero y crudo, escamado pero tercio; al darle forma de nuevo, le hizo formarse a imitación de su forma física.

En el Nombre de Dios (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora