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ME METÍ EN uno de mis libros. Esa era la explicación más sencilla para mi, este lugar parecía ser un tipo de distopía en la que se tenía que jugar para sobrevivir, nadie sabía nada más allá de eso y eso me estresaba muchísimo, más de lo que esperaba.
Estaba en "la playa", como se hacía llamar este lugar, hace unas semana.
El lugar no era tan malo como pensaba, si la mayoría del tiempo era un caos y la gente ere muy desconsiderada e irritante pero había agua caliente y comida. Eso era suficiente para mi.
Lo único que había hecho era traumarme más, tanto que parecía que estos juegos comenzaban a ser solo juegos. No interactuaba con nadie a menos que fuera nescesario, no me sacaba mi peluca nunca a menos que fuera para dormir y nadie sabía mi nombre. En ese aspecto no era muy diferente a mi vida anterior.
Esta sería mi nueva vida? jugar para sobrevivir?
Me abrumaba demasiado pensar así, asique prefería no pensar en eso y concentrarme en sobrevivir. Apenas llegué me hicieron jugar un 3 de tréboles, mucho más sencillo que mi primer juego, luego me enteré de que era una evaluación para saber si podía ser "ejecutiva" básicamente si les podía ser útil.
Para mi suerte (o tal vez no tanto) me aprobaron y desde ese momento soy ejecutiva de la playa, en el nivel medio debido a que había llevado un 7 de tréboles en mi primer día, teníamos que ir entregando las cartas a medida que íbamos pasando los juegos, según ellos tenían la teoría de que si juntaban un maso entero podrían salir de aquí.
La verdad no estaba muy segura de esta teoría, al ver el mecanismo de este mundo, sabía que no podía ser tan fácil, sin embargo no dije nada al respecto, en todas las reuniones me limitaba a escuchar y observar. Cada persona en ese lugar era más rara que la otra, pero se notaba que todos desconfiaban de todos y que aunque no confiaran plenamente en el "sombrerero" preferían obedecerlo, en este mundo tenían que tener a alguien en que creer.
— niña, ya van a salir al próximo juego — asentí ante el aviso de Aguni, quien era el líder de los "militares", un grupo de la playa que eran los únicos a los que se les permitía tener armas.
Me coloqué una sudadera cubriendo mi mi abdomen desnudo por el traje de baño que traía puesto, abroché mis sapatillas y corrí al auto que salía al próximo juego. Normalmente no me interesaba con quien iba a los juegos, yo hacía mi parte sola y más que nada me aseguraba de que no murieran inescesariamente ya que en los juegos de corazones los sacrificios eran inevitables.
