Milei caminaba solo por los pasillos de su trabajo, con la mente atormentada por pensamientos que no podía evitar. Odiaba a Myriam Bregman y su retórica socialista con pasión. Para él, ella era la personificación de todo lo que estaba mal en la política (ZURDOS DE MIER). Pero había algo en ella, algo que lo perturbaba profundamente.
Cada vez que se encontraba con Myriam, sus palabras agudas y su mirada cabello rubio platinado lo enojaban, pero también lo excitaban de una manera que él no podía explicar. Su mente racional luchaba contra este sentimiento, pero su corazón latía descontroladamente cuando ella estaba cerca.
"¿Cómo puede ser?", se preguntaba Milei para sí mismo. "Debería odiarla con cada fibra de mi ser, pero en cambio, no puedo dejar de pensar en la petera esa."
Recordaba la última vez que estuvieron frente a frente en el Congreso, cómo la tensión en el aire era palpable. Miriam lo desafió, como siempre lo hacía, pero él notó un destello en sus ojos que lo hizo titubear. Era como si ella supiera algo que él no quería admitir.
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Milei suspiró profundamente, sintiéndose atrapado en una telaraña de emociones contradictorias. No podía negar que Miriam tenía un poder sobre él, un poder que lo seducía de una manera que ningún discurso político podía igualar.
"Esto es una locura", pensó Milei mientras continuaba su camino por los pasillos solitarios. "No puedo permitir que esta atracción interfiera con mi misión política."
Pero, por más que lo intentara, Milei sabía que no podía sacar de su mente la imagen de Miriam, que lo desafiaba y lo atraía al mismo tiempo. La lucha entre el odio y la seducción en el corazón de Milei apenas estaba comenzando.
