Billie Morales y yo éramos muy amigas desde hace años, aunque somos muy diferentes. Ella es todo un sol y parece una muñeca, es preciosa. Sin embargo yo no, tengo ojeras de no haber dormido en días aunque me encanta dormir y también tengo unos cuantos michelines, no tengo mucho sobrepeso pero digamos que estoy un poco rellenita.
Los Morales tienen una piscina en su casa y aprovechando que estos días han habido altas temperaturas Billie me pidió que fuera a quedarme el fin de semana en su casa. Obviamente acepté, así que me encontraba en frente de su casa con un macuto en la mano. Toqué en timbre y casi al instante escuché unos rápidos pasos bajando la escalera.
—¡Urania! —dijo la morena tras abrir la puerta y abrazarme con todas sus fuerzas, le correspondí el abrazo de igual manera.
—¡Billie!
Después de dejar mi macuto en su habitación, ella me explicó que necesitaba mi compañía y apoyo moral para esta misma noche, ya que vendrían amigos de su hermano; Miles Gonzalo Morales. Estaba levemente molesta debido a que esta multiquedada en su casa había sido un imprevisto, solo quería pasar un fin de semana tranquilo conmigo.
Eran las nueve de la noche y ya había anochecido. Ambas estábamos tomando piña colada en unas butacas de su gran patio trasero en el cual estaba la piscina, había una iluminación artificial tenue. Las dos teníamos puesto un bikini y estábamos la mar de tranquilas, hasta que los amigos de su hermano comenzaron a venir. Estaban todos dispersados por el patio. Miles salió al patio y por desgracia estaba sin camiseta. Joder.
—Ten un poco de cuidado, estás dejando un charco de baba en el suelo. —me susurró Billie con un tono pícaro. Me limité a mirarla con falso cansancio y chasqueé la lengua para después sonreír.
—¿Por qué tu hermano tiene que estar tan bueno? —le dije también susurrando con un poco de vergüenza. Billie ya sabía desde hace un tiempo que su hermano me gustaba y ella estaba encantada con eso.
—Es cosa de familia. —mencionó ella entre risillas.
Ya era algo tarde en la noche cuando Billie y yo nos fuimos a su habitación y nos pusimos el pijama. Tras un rato de conversación la morena se quedó dormida, la tapé en su cama y bajé a la cocina para beber agua, tenía sed. Por el camino vi que los amigos de Miles ya se habían ido.
Al llegar a la cocina me encontré con él, tenía ambas manos apoyadas en una encimera y la cabeza agachada, parecía estar llorando y eso me alarmó. Mi cuerpo, casi inconscientemente lo abrazó por la espalda, la cual estaba al descubierto. Apoyé mi mejilla en su omoplato.
—Urania... —susurró él con un hilo de voz. Se dio la vuelta para abrazarme y pude ver su carita llena de lágrimas. Yo lo abracé de nuevo y el apoyó su frente en mi hombro—. Me arrepiento de lo que le hice al otro Miles...
Entendí al instante a qué se refería. Me separé de él y agarré su mano para llevarlo a su habitación, me conocía esa casa como la palma de mi mano. Una vez en su cuarto hice que se tumbara y lo arropé, pensé que lo mejor sería que durmiera para que dejara de sentir esa preocupación innecesaria. Acaricié su mejilla estando sentada a un borde de la cama. Al levantarme él me agarró de la muñeca y estiró de ella para meterme bajo sus cómodas sábanas con él. Me abrazó con fuerza y apoyó su cabeza en mi pecho, mi corazón se aceleró ante tanta cercanía. Él recorrió mi piel con sus largos dedos mientras yo comencé a acariciar su cabello.
—No te vayas por favor. —me suplicó en un susurro.
—Tranquilo, no me voy a ir. —dije en voz baja—. ¿Sabes qué? Creo que deberías hablar con ese Miles, decirle que te arrepientes de lo que hiciste aquel día. No deberías tener miedo a decir lo que sientes.
—Mira quién fue a hablar... —mencionó soltando una risilla, sintiéndose un poco más animado.
—¿A qué te refieres exactamente? —cuestioné sintiendo como mis mejillas ardían. ¿Sabe lo que siento por él?
—Definitivamente buscaré a Miles y hablaré con él pronto, gracias Urania. —esquivó mi pregunta por completo.
—Me alegra oír eso, pero no te desvíes del tema, ¿a qué te estabas refiriendo?
—A tus sentimientos, no los expresas, al menos no todos.
—Oh, ¿sabes leer los sentimientos de los demás? —le pregunté con burla.
—Ya lo creo. "Y por eso, Miles Gonzalo Morales, deberíamos casarnos y tener tres hijos."
No me cabía la vergüenza en el cuerpo. Esa frase era de una carta que escribí hace unos cuantos años, con intención de que nadie jamás la leyera, no sé en qué momento ha tenido la oportunidad de leerla. Tras un minuto de silencio, él levantó la cabeza para mirarme y volvió a hablar.
—Yo con un hijo me conformo, pero si tú quieres tres...
En el momento agarré un cojín, se lo lancé a la cara y tapé mi rostro con mis manos. Me moría de vergüenza. Lo escuché reírse y acto seguido vi como apartaba mis manos con sus manos y depositaba un suave beso en la punta de mi nariz.
—Dime la verdad Urania, ¿tus sentimientos han cambiado o sigues sintiendo lo mismo?
—Miles, yo... —desvié mi mirada a otro lado y luego volví a mirar sus ojos. Solté un suspiro—. Sigo sintiendo lo mismo. Quiero decir, me gustas. No sé cuándo la has leído pero olvídate de la cantidad de bobadas y cursiladas que puse en esa carta, por favor.
—Esas palabras eran demasiado tiernas, va a ser complicado olvidarlas. —afirmó con una sonrisita. Empezó a acercarse inclinando levemente la cabeza y finalmente me besó. Mi corazón estaba bailando, y no precisamente una balada.
El beso era cálido y lento, hecho con amor. Nos pasamos el resto de la noche abrazados, besándonos de vez en cuando, lo deseaba desde hace tanto... Saber que ese sentimiento era mutuo me llenó de alegría.
Finalmente me quedé dormida, acurrucada en su pecho mientras él acariciaba mi cabello.
—Te quiero, Urania.
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⤷﹒⏆﹒💜 — ¡Espero que te haya gustado este one shot! Empecé a escribir este capítulo hace un tiempo y lo terminé hace un ratito así que he aprovechado para crear este libro de one shots <3
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