Mi casa no ha cambiado mucho desde que me fui, aunque no esperaba que lo hiciera. Sigue siendo lúgubre de cojones. Sucia. Deteriorada. Fría. Con aspecto de abandono, salvo por lqs pocas personas que se alinean en las alcantarillas cerca de las rejillas de desagüe, esperando un poco de calor en el aire cada vez más frío.
Sin embargo, mis ojos no están puestos tanto en mi casa como en Eijirou. Estoy midiendo sus reacciones. Observo su rostro, cómo cambia a medida que avanzamos por la carretera y lo asimila todo.
Las cosas están tranquilas, como suelen estarlo cuando el invierno está rodando su alegre culo como si estuviera listo para chupar las inocentes vidas de la gente sin pensárselo dos veces. Claro, es un pensamiento oscuro, pero no inexacto, y quiero que Eijirou lo vea. Quiero que vea la brutalidad de mi modo de vida porque no somos ni fuimos nunca lo bastante afortunados como para llegar a un lugar mejor.
Sólo puedo tratar de imaginar lo que está pensando, la forma en que está viendo todo mientras caminamos, lentamente. Debe de ser todo lo contrario de cómo yo veía su puta casa gigante cuando llegué allí hace ahora casi dos meses, aunque conociéndole los pensamientos que le pasan por la cabeza son mucho menos amargos que los que yo tenía.
Su rostro cambia varias veces mientras caminamos por las calles llenas de basura y escombros, entre las pequeñas viviendas abandonadas y abarrotadas en las que se ha refugiado la gente. Empieza conmocionado, con los ojos muy abiertos y sin pestañear mientras lo asimila todo, evidentemente inseguro de lo que ve. Entre la gente que duerme en la calle y en cajas, revolviendo y rebuscando en la basura mientras intentan encontrar algo mejor que bolsas u otros plásticos para protegerse del viento.
Cuanto más caminamos, más sombrío se vuelve, al ver lo mal que está todo y que no le he endulzado nada. No parece darse cuenta de que tiene el ceño fruncido, la boca apretada en la más sublime de las muecas, apenas dejando ver sus hoyuelos.
Bien, creo. Esto debería escandalizarle: todo lo que sus padres le han estado ocultando desde el día en que nació por sus propios intereses egoístas de mierda que supuestamente trascienden generaciones o lo que sea.
Lo conduzco por las calles tan despacio como puedo, a pesar de que lo único que quiero es dirigirme a mi pequeño barrio de esta ciudad de mierda y acurrucarme en una cama que no es más que una esterilla desgastada bajo un montón de mantas sucias y rotas. Me vuelve a doler la espalda y tengo la cabeza un poco confusa, pero no es suficiente para detenerme. Quiero que vea esto, que asimile cada pequeña cosa que pueda. No sé de qué servirá, y quizá en el fondo quiero que se sienta culpable. Sea lo que sea, sigo adelante.
Ninguno de los dos dice nada. Quiero que Las afueras hable por sí misma, y probablemente el propio Eijirou se haya quedado sin palabras. Oír hablar de ello y verlo son dos cosas distintas, y seguro que nunca ha visto nada igual.
Al final, empiezo a dirigirnos hacia la calle principal de esta parte de los barrios bajos, hacia la vivienda azul claro que hace de hogar, aunque no tenga dirección legal. De vuelta a donde está mi madre, que probablemente me ha estado esperando todo este maldito tiempo. Seguramente me echará una bronca por ello, y sé que no se contendrá a pesar de saber lo sensibles que son mis oídos a los ruidos fuertes y el dolor que me causan sus malditos gritos. Aun así, me alegraré de volver a verla.
A pocas manzanas de mi casa es cuando la gente empieza a reconocerme. Aquí hay un poco más de bullicio; gente que hace intercambios apresurados, niños que corren sin importarles el frío e intentan aprovechar al máximo los últimos días de calor. Otros siguen encerrados en sus "casas", similares a la de dos plantas en la que vivo, aunque todas están destartaladas, se caen a pedazos, carecen de calefacción o electricidad la mayor parte del tiempo. Con suerte, tenemos una o dos horas de electricidad a la semana; siempre ha sido esporádica, y nadie sabe por qué se enciende, pero la apreciamos demasiado como para darla por sentada y hacer preguntas que podrían cortarla definitivamente.
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Rebel Red Carnation - Kiribaku
FanfictionSoulmates AU. Katsuki Bakugou nació y creció en las afueras, un barrio con miles y miles de personas que viven en la pobreza, abandonadas e ignoradas por la familia real durante décadas. Cientos de ellos están al borde de la inanición y, con la lleg...