Terror.
Ni cuando el fiordo quedó congelado sintieron tanto miedo como ahora. Kristoff y Elsa se miraron, ambos petrificados y sin saber qué hacer. Fueron cortos segundos solamente, porque la voz de Anna gritando furiosa los volvió a sacar de donde estaban.
— ¡Abre la maldita puerta, Kristoff! — Se escuchaba desde afuera, mientras la cerradura era manipulada con dureza y los golpes se volvían cada vez más incesantes, desesperados, violentos —. ¡No me hagas llamar a los guardias!
Fue entonces que Kristoff reaccionó primero, soltando lo primero más sensato y cuerdo que se le ocurrió, en susurro.
— Escóndete. — este salió de la platinada y, de inmediato, la sacó de la cómoda, cargándola sin el mínimo cuidado posible. Sus ojos, ansiosos, buscaban el lugar idóneo.
— ¡Oye! — esta se quejó también, en susurro, pero no podía culparlo, cualquiera lo estaría en su posición. Y en su posición de ella...
"La maldita amante ofrecida".
— Entra aquí. — ordenó Kristoff, presuroso, señalando el armario de Anna. La agarró de la muñeca y abrió este para que la rubia ingresara, sin embargo, Elsa se negó. Tantos años encerrada que ahora su claustrofobia salía a flote.
— ¡Ah, no! — Elsa intentó zafarse, sin éxito —. Ni se te ocurra. No voy a entrar ahí.
— ¿Tienes una mejor idea?
— ¡Tengo claustrofobia! — exclamó, en susurro.
— Y yo un pene, no quiero perderlo esta noche. Entra aquí, ahora — volvió a ordenar y, sin más, la empujó dentro.
— ¡Kristoff!
Elsa protestó, pero este la ignoró cabalmente, enfocándose en lo principal. Limpiar las pruebas del delito. Tan rápido, que competían con los golpes incesantes de su esposa.
Se acicaló como última actividad importante e infaltable, y, sin más, le abrió la puerta a su mujer, quien en ese momento, entró como león furioso y con el mismo olfato de un sabueso, articulando:
— ¿Dónde está Elsa? — entonces, comenzó a buscar, comenzando por el baño, sitio donde hallase las bragas de Elsa la última vez.
— ¿Qué? — el recolector intentó disimular, como pudo y cuanto pudo.
— ¡Elsa! ¡La escuche! — La pelirroja bramó, al borde de perder la cordura —. ¡Se que esta aquí! — Entonces, salió del mismo y buscó por debajo de la cama.
— Estás divagando, cariño, solo estoy yo.
— ¡No me quieras ver la cara de estúpida, Kristoff! — escupió la pelirroja —. ¡El ambiente está frío! ¡Y la habitación nunca está fría! — Y miró en el armario de Kristoff. Prenda por prenda. Hasta el fondo.
Nada.
— Es el clima tal vez, vamos... Anna, mi vida.. — Kristoff quiso agarrarla de la mano cuando esta salió, pero Anna se zafó rabiosa y furibunda, sin oirle. Finalmente, al terminar, Anna vislumbró su 4to y final objetivo.
Su armario.
Fue a zancadas a este y quiso abrirlo, pero Kristoff usó su última arma. No quería quedarse sin virilidad y menos presenciar una pelea entre ambas. Sería catastrófico.
La agarró de la muñeca de golpe, le hizo darse la vuelta, y le estampó un beso apasionado, arrinconándola contra el mismo. Al inicio, Anna forcejeó, dándole batalla a su marido, pero después, poco a poco empezó a ceder. El beso fue tan deseoso, apasionado y rudo, que el cuerpo de Anna reaccionó, aunque su mente la estuviera torturando con la imagen mental de Elsa y su marido.
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Como cuando el estafador resulta estafado
FanfictionDos hermanas, un marido, y un encuentro que nunca debió haber pasado... Kristelsanna - Frozen fanfic.