Parte II.

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La familia estaba pasando uno de sus peores momentos, puesto que unos meses atrás, el pequeño Hugo Cortázar, hermano de Cristal, había fallecido debido a una enfermedad degenerativa de la médula ósea. No existían tratamientos para aquella enfermedad, lo que supuso el adiós definitivo al pequeño niño de nueve años. Mientas duró el tratamiento, Gonzalo trabajó a destajo para ganar más dinero y, así, tratar de financiar el ancla que uniría a su hijo con la vida. Sin embargo, a pesar de atravesar unos tiempos tan sumamente delicados, el matrimonio seguía fuerte y estable. De no ser por tenerse mutuamente, probablemente, habrían terminado de un modo fatal.

Bruno, lejos de quedarse en casa pensando dónde podía estar su amiga, salió decidido a encontrarla, y así fue. La villa estaba situada cerca de una colina, y un caudaloso río de agua cristalina bordeaba dicha villa, y la separaba de aquella montaña. Había también un enorme puente antiguo, el cual había que cruzar para ir de un lado a otro del río. Pues fue allí donde Bruno halló a Cristal.

El pobre chaval, exhausto de caminar, empezó a gritar el nombre de su amiga, "¡Cristal, Cristal!". La reacción de la joven fue inmediata, intentó huir corriendo pero, en medio de su huida, frenó en seco, y cayó a plomo sobre sus rodillas.
Bruno acudió rápidamente a ayudarla y, cuando se acercó, alejó las manos de Cristal de su rostro. Descubrió entonces que estaba llorando y, al parecer, lleva haciéndolo demasiadas horas seguidas. Él la miró fijamente, no sabemos con certeza si la miró a los ojos o al corazón, pues él también rompió a llorar. El llanto es a veces el modo de expresar las cosas que no pueden decirse con palabras.

Cuando Rebeca vino a darse cuenta de que Bruno llevaba demasiado tiempo por aparecer por casa, acudió en busca de Blanca y Gonzalo. El nerviosismo aumentaba exponencialmente, pues ya no sólo su hija estaba desaparecida, sino que, además, un chico del barrio, al cual conocían de toda la vida, también hubo desaparecido una vez que se enteró de lo sucedido.

Bruno y Cristal llevaban largo rato juntos, paseando, en silencio. Ella, repentinamente, se sentó en el suelo. Él, mostrando una pequeña mueca, sacó un globo rojo de su bolsillo. Cristal lo miró fijamente con cara de extrañeza, ¿qué hacía con un globo de su color favorito en mitad del monte? Bruno consiguió distraerla un segundo, pero rápidamente dejó de pensar en el globo y volvió a su rostro inicial. "¿Tienes miedo, verdad? Ten, coge este globo. Ahora, quiero que cierres los ojos y lo infles. Quiero que cojas todo el aire que puedas, y que lo infles hasta que reviente, hasta que explote. Quiero que llenes tus pulmones de valentía. Hazlo. No tengas miedo a que reviente en tu cara, no tengas miedo a lo que vaya a pasar. A veces tenemos que ser más fuertes que el miedo." - dijo Bruno. Cristal se mostró dubitativa al principio, respiró hondo un par de veces, y comenzó a llenar el globo. Él se acercó, quería sentir también el impacto del plástico reventando. El globo comenzó a hincharse cada vez más, parecía eternamente extensible. Y en ese momento, "¡Plas!". El aire sacudió las caras de los jóvenes, y se miraron mutuamente. Cristal sonrió. "Cristal, con esto quiero decirte que tienes que enfrentarte a tus miedos, nadie puede hacerlo por ti, ojalá pudiera. Nadie tiene seguro de vida que cubra los sueños, de momento. Mi padre solía decir que, dentro de los años suficientes, todo habrá sido inventado. ¿Estás bien, pequeña?" - añadió el joven Bruno.

Sin dejar tiempo a Cristal para que respondiese, sacó dos bocadillos de su mochila. El corte del pan denotaba inexperiencia, se deducía que fue él mismo quien los había hecho. Eso sí, el grosor de la mortadela y el queso era tal, que apenas cabía en sus bocas. Almorzaron y fueron hacia el puente y, allí, se sentaron en el borde, dejando las piernas y los pies bailando al son de la brisa.

Frágil Cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora