El hospital Santa Ana, hace cinco años...
Llego apresurada como siempre después de finalizar mi turno en el trabajo de medio tiempo que me he conseguido este verano en la pizzería Rafaella del centro. Mi abuela está ingresada aquí desde hace tres días por sus ataques de asma, este clima tan húmedo no es bueno para ella, así que estoy viniendo a verla en cuanto tengo oportunidad. Mientras estoy subiendo en el elevador me entra un mensaje. Rápidamente lo leo, es de Mark:
«Se lo voy a pedir hoy en la noche, ya lo tengo todo listo» frunzo un poco los labios cuando lo leo. Mark está loco por una chica con la que se reencontró este verano, su nombre es Lana, es su antiguo flechazo de secundaria y tengo que admitir que es muy bonita. Es preciosa, tiene todo lo que yo no tengo, altura, cuerpo de modelo y cabello fácilmente manejable. La verdad es que es muy agradable, trata a Mark como si fuera un supermagnate de alguna compañía o un príncipe quizás, aunque no estaba muy alejada de la realidad. Aunque no fuera millonario ese chico tenía un futuro prometedor, aún sin terminar la carrera de arquitectura había formado parte del proyecto de construcción de uno de los edificios más altos de la capital, un rascacielos enorme y había tenido una participación importante en el mismo. Tenía talento y por eso luego de graduarse, la misma compañía lo contrató y ahora le estaban ofreciendo mudarse a la cede en la misma capital, le darían incluso un apartamento enorme. A dicha nueva vida pensaba llevarse también a Lana, luego de solo dos meses de relación, eso es lo que pensaba pedirle esta noche. Sí, es una locura, es una completa locura y se lo había dicho en incontables ocasiones, pero él no me escuchaba, me salía con aquello de qué cuando lo sabes, lo sabes y de que, si se separaban ahora, quizás no aguantarían una relación a distancia. Pues yo no pienso así, quizás las relaciones a distancia tuvieran mala fama con razón, pero la solución no era irse a vivir con una persona con la que llevas apenas cinco minutos. Los chicos tienen una forma de pensar muy extraña. Sin embargo, lo que más me preocupa no es eso... es que... no lo sé, hay algo en ella que no acaba de cuadrar. No estoy segura de que es, pero al señor Gómez tampoco le cae muy bien. Jodie y los gemelos aún no saben de su relación, supuestamente esta noche junto con el gran suceso también se los dirá. Se abren las puertas del ascensor y yo salgo en dirección a la sala de mi abuela. Casi estoy llegando cuando veo algo que me llama la atención. Una cabecita conocida y rubia está hablando con un joven enfermero, blanco como la leche y lleno de pecas. Instintivamente me escondo detrás de una pared ¿Qué están hablando tan cerca uno del otro? Intrigada observo como Lana se ríe coquetamente en respuesta a lo que el chico le dice ¿Pero qué? Aguzo el oído para ver si alcanzo a escuchar lo que están diciendo, pero solo entiendo frases entrecortadas: tú...vivirás como una reina...imbécil...lujos...no lo sabrá... ¿Pero de qué demonios están hablando? Entonces veo algo que me descoloca por completo. El cara pálida se acerca con lentitud a una distancia que no me gusta nada del rostro de Lana y sube la mano hasta la altura de su mejilla, él cierra los ojos poco a poco y... ¡Ella también! No me puedo controlar más:
—¡PÁRENSE AHÍ IDIOTAS! ¿QUÉ DEMONIOS CREEN QUE ESTÁN HACIENDO? —prácticamente les ladro, ambos dan un respingo y me miran más blancos que el papel, cosa difícil para el chico.
Este último rápidamente salta diciendo:
—¿De qué hablas? Ella es solo una paciente que tenía dolor de cabeza. Iba a medirle la temperatura tradicionalmente, mejilla contra frente.
—¡Ya! ¡¡Y yo me chupo el dedo!! ¡¿Se la ibas a medir con la lengua?!¿No? —Lana está muy nerviosa, la miro entonces a ella y le digo:
—¡Y ni te pienses que te vas a ir a vivir la city life con él! ¡Porque pienso decirle lo que acabo de ver!
—No...noooo, espera, esto no es ¡No es...! —Lana intenta explicarse con voz temblorosa, pero yo no la dejo.
—¡¿Qué no es?! ¡¿NO EEES?! ¡¿PERO TÚ TE CREES QUE YO SOY TONTA O QUÉ?! —replico enfurecida.
—¡Julie, no grites! ¡Hay una explicación para esto! ¡Por favor! —repite ella entonces observo como palidece aún más al ver a quien quiera que esté detrás de mí.
—¡Julie! ¿Qué sucede? —es Adam el padre de Mark, ha venido a ver a un colega. Él es médico y antes de mudarse con sus hijos, trabajaba aquí. Colérica me giro y sigo gritando, no sé qué me sucede ni por qué no consigo calmarme, pero es como que todos los sentimientos de impotencia que he estado reprimiendo porque Mark no me escucha y todas las sospechas que he tenido siempre respecto a Lana se ven enardecidas por esa pequeña y confusa escena que acabo de ver.
—¡Estos dos que iban a meterse mano en medio del hospital! ¡Y Mark como un idiota con el cuello torcido por el peso de los cuernos! —Adam me mira y luego a ellos dos y sé inmediatamente que está de mi lado. Lana alterna la mirada entre el enfermero que está a su lado y Adam detrás de mí, está empezando a transpirar.
—¡PERO ESTO NO SE VA A QUEDAR ASÍ, MARK LO TIENE QUE SABER! —digo y saco el teléfono para comenzar a marcarle. Es entonces cuando la veo comprimir el rostro y doblarse hacia delante, apretándose el estómago. Asustada veo como pequeñas gotas de sangre se escurren por debajo de su falda y manchan el suelo inmaculado del hospital.
Ahora quien estoy blanca soy yo, se me pasa la furia en un instante y el miedo me nubla la mente, es en ese momento que quien quiera que está al otro lado de la línea contesta y dice mi nombre:
—Julie ¿Qué pasa? —instintivamente contesto la pregunta.
—Está sangrando —la voz en el teléfono se asusta.
—¿Qué? ¿Quién está sangrando Julie? ¿Estás bien? ¿En dónde estás?
—En el hospital
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Alguien está mal? ¿Julie? ¡Contesta!
—Se la llevaron, estaba sangrando y se la llevaron
—¡¿A quién?!
—Lana —la llamada se cayó en ese momento.
Después de eso no recuerdo mucho, solo que Adam se quedó conmigo mientras Lana estuvo dentro de la consulta, el enfermero que había visto antes salió y nos dijo que ella estaba bien pero que el bebé no había sobrevivido. Luego llegó Mark, pero Lana ya no estaba, se había ido lejos. Mark me preguntó qué había sucedido y yo se lo dije. Él se enfureció de tal manera que pensé que iba a pegarme y al final, de todas las cosas que me dijo solo me acuerdo de tres. La primera: «todo lo que viste pudo haber sido malinterpretado por ti», es cierto, en realidad no vi nada en concreto, ni escuché nada en concreto «solo cosas que tomaste de la manera más cómoda y fácil para ti porque concordaban con tus opiniones», tal vez.
La segunda fue «por tu culpa perdimos al bebé ¡POR TU CULPA!», eso también y me estaría doliendo aún por mucho tiempo, en cuanto me dijo esto rompió a llorar. Así que por eso tanta urgencia para ir a vivir juntos.
Y la tercera «No te perdonaré en la vida Julie ¡EN LA VIDA! ¡Para mí no existes! ¡NO EXISTES!».
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Un verano en Nomeolvides
RomansaJodie Gómez es una joven de 22 años que vive con su padre y sus hermanos en la ciudad. Con las vacaciones de verano llega también la noticia de que una prima de su pueblo natal se casará con un empresario europeo y tendrán una boda por todo lo alto...