Cada palabra suya, cada risa, cada suspiro seguían resonando en mi mente, como un eco constante de un amor que se negaba a desvanecerse.
Fueron las lágrimas, mis testigos silenciosos, las que me ayudaron a ahogar esas voces. Cada lágrima derramada fue como un intento desesperado de apaciguar el clamor de sus recuerdos. Con cada gota que caía, trataba de borrar las palabras que me decía, las promesas que compartimos, y el eco de su risa que persistía como un susurro persistente.
Esas lágrimas no solo eran lágrimas de tristeza, sino también lágrimas de renuncia. Sabía que tenía que dejarla ir, aunque fuera en mi mente, para encontrar la paz. Cada lágrima que caía era un tributo a lo que fue y un paso hacia adelante en mi propio camino de sanación.
Aunque mis lágrimas se convirtieron en la muda confesión de mi duelo, también representaron la fortaleza necesaria para liberar las voces de mi amada y permitirme avanzar. En ese proceso de dejarla ir con lágrimas, descubrí que el amor puede persistir de maneras inesperadas, incluso cuando decidimos silenciar sus ecos para encontrar nuestra propia paz interior
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Tan dentro de mí pero muerta
RomanceEn este libro, se exploran con sinceridad crucial los altibajos emocionales, desde la tristeza abrumadora hasta la esperanza vacilante. El autor no se retrae al hablar de cómo las lágrimas caen como testigos silenciosos de un amor que persiste inclu...