Estaba tan cansado, pero me esforzaba tanto por fingir que todo estaba bien que resultaba un desafío simplemente no desplomarme y hacerme un ovillo en un rincón mientras las lágrimas y el llanto me consumían. Debía presumir una felicidad que realmente no sentía y que hace mucho desconocía, reír a carcajadas mientras quería derrumbarme por dentro.
Era un mentiroso, el mejor de ellos y lo he sido tanto tiempo. Ocultaba la agonía y la tristeza en una sonrisa, no sé desde cuándo todo empezó a ir mal pero tampoco quería averiguarlo; me esforzaba más que cualquier otra persona por mantenerme a flote en un mar de desesperación y sufrimiento. Me encontraba tan perdido que no podía encontrar una solución y siquiera una esperanza de la que sostenerme, así no se debería sentir vivir y me odiaba por no disfrutarla como el resto. Siempre fuí una carga para todos, él niño defectuoso que nadie estaba dispuesto a amar.
Mientras seguía atormentándome con mis conflictos internos no podía dejar de vomitar, mi garganta dolía y podía sentir las lagrimas correr por mis mejillas, estoy arruinando el momento memorable de mi hermana aunque ni siquiera lo supiera, debía estar allá afuera preparándome para su sorpresa y en cambio estoy como un maldito inservible en el baño lamentándome; para cuando el vómito cesó me desplomé contra la pared intentando recuperar la fuerza, cerré los ojos brevemente sintiendo que podría desmayarme y por un segundo solo quise desaparecer, alejarme de todos y nunca volver.
No he comido lo suficiente durante días, ni siquiera he podido dormir sin despertar muerto en llanto y temeroso por las pesadillas que parecían empeorar con el tiempo. Vomitar los pequeños bocados que mi estómago podía soportar dejó de ser una novedad y se convirtió en costumbre, las cervezas interminables en mi refrigerador ya no ayudaban ni la medicación que el doctor me indicó: sumado la agenda interminable que no nos permite relajarnos ni cinco minutos o siquiera tomar un respiro, estoy agotado de todas las formas posibles.
—¿Dónde estás?— Escuché desde afuera.
Intenté incorporarme pero un mareo me lo impidió de inmediato. Los chicos deben estar esperando, salimos en cinco minutos y yo ni siquiera puedo mantenerme de pie.
—¡Ah!— Solté un quejido cuando nuevamente intenté levantarme y golpeé mi frente contra la puerta.
—Oye, ¿Estás bien?— Murmuró la misma voz del principio e inmediatamente supe que se trataba de la persoma que entró hace unos segundos.
—Si, no te preocupes— Dije entrecortadamente recomponiéndome y alisando las arrugas de mi camisa.
Cuando estuve seguro de que no me desplomaría de nuevo abrí la puerta y al instante el sujeto frente a mí me enfocó guardando su teléfono en el bolsillo de su pantalón.
—¿Estás seguro?— Preguntó intentando acercarse hacía mí cuando tropecé.
Por instinto dí un paso atrás, arrugó su frente confundido.
—Si— Le aseguré caminando hasta el lavado.
Podía sentir su mirada sobre mí mientras lavaba mi rostro e intentaba normalizarme regulando la respiración como me enseñó Dominik.
—No luces bien, ¿Estás seguro de qué no necesitas ayuda?— Negué cerrando los ojos e imaginando la ola de reporteros que seguramente me esperarían al salir del hospital apenas se enteren de la noticia.
Los tabloides del día siguiente y las miles de mentiras que saturaran el internet, lo menos que quiero ahora es verme envuelto en ese tipo de situaciones que no sé sí estaré capacitado para enfrentar.
—Puedo llamar alguien...
—¡No!— Exclamé asustado abriendo los ojos para enfocarlo por el espejo frente a nosotros— estoy bien, no necesitas llamar a nadie.
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Camino Al Cielo
Любовные романыNadie debería notarlo. Pensé que era visible el hecho de que no soy feliz y realmente no quiero vivir. Pero me esmero en colocarme la máscara de la alegría y demostrarles lo contrario, quiero evitar que sufran por mí y esa lástima innecesaria que cr...