El árbol.

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Han pasado solo unas horas desde el abuelo murió, empieza a salir el sol sobre las montañas.

Se siente como si las cosas a partir de anoche, cualquier momento, hubiera perdido rastro alguno de sentido. Después de todo, el mundo ya no es el mismo y ya nada lo será. Durante mi infancia nunca tuve un padre, pasé cada momento que a la mayoría de chicos les toca vivir con ellos con mi abuelo.

Un hombre alto, contaba con algunas canas a los lados de su ya viejo cabello y siempre solía decirme amigo. Él me enseñó todo lo que sé, aún recuerdo la vez que aprendí a andar en bicicleta o la vez que me afeité por primera vez con su guía. Él fue mi padre.

Desde que era más pequeño él y mi madre se mudaron al pueblo, no puedo decirles que paso con exactitud porque jamás me lo contó, sé que al llegar se volvió un gran agricultor, era más joven y lleno de energía, así que se encargaba de cada tarea. Arreglaba autos, construía casas y arreaba la tierra el mismo.

Mamá ya estaba embarazada de mí cuando llegaron, aunque no lo sabían ninguno de los dos; Así que no, nadie en el pueblo es mi padre, además del poco parecido que hay entre ellos y yo. Mi abuelo me crío en la granja y desde pequeño me enseñó todo lo que un hombre debe saber de la vida, cielos, lo amo.

Y ahora estamos en este momento, sigo parado en el mismo lugar desde que el velorio comenzó, el pueblo entero estuvo en mi casa a lo largo del día.

Porque al igual que yo, todos lo admiraban como un héroe.

Es complicado de verdad sentir que la persona que tanto te cuido se va sin dejarte nada más que buenas lecciones y un amor incondicional.

Y claro, está llave.

La noche de ayer nos despedimos de él en sus momentos finales, fue que me la dio, tuvo 17 años para hacerlo y él decidió dármela hasta el último de sus respiros. Una llave, nada especial, parecía muy nueva, ya que no estaba desgastada en lo más mínimo. Si la comparo con las puertas en el pueblo está, no era diferente, tal vez solo un poco más pequeña y con su peculiar piedra azul incrustada justo en el centro de la misma.

-Estas cerca de cumplir 18 años mi viejo amigo, sé que estás listo para cargar con ella

Olvido decirme la función que cumple la llave, es para un candado o un cerrojo eso es algo obvio. Sin embargo, la ubicación es algo que yo desconozco, quisiera preguntar a mamá, pero sé que no es momento de molestarla, ya carga con demasiado ahora mismo y no me gusta causar problemas, me queda esperar a que el candado llegue a mí.

Cuando empezó sumergirme en mis pensamientos, olvide que no estaba solo en casa, encerrado en mi habitación y meditando los acontecimientos de las últimas horas. Me encontraba en la esquina más cercana al pasillo de la ahora fría sala. Rodeado de aquellos mejores amigos y conocidos de mi abuelo.

Intento explicarme por que a pesar de recibir cada una de sus mas sinceras y tristes condolencias no eh dejado de sentirme muy liviano, cuando cargas con un golpe como lo es la muerte todo lo demás deja de ser afectado por la gravedad.

Excepto claro, por ella, siempre encontraba la manera de hacerme sentir vivo y constante desde que éramos niños, a Elizabeth la conocí sin pensar que iba a conocerla en realidad, aquella vez que fui a vender las cosechas de temporada. Era la primera vez que veía a una niña en el pueblo, contaba mi abuelo que jamás había visto mis ojos abrirse tanto como aquella vez. Jugaba en el parque dentro de la caja de arena cuando pase justo delante en la tienda local.

Noto mi presencia y sonrió con simpatía al pequeño desconocido que acababa de descubrir la cara de la inocencia.

Verla aquí el día de hoy con ese vestido negro y su semblante triste, mirándome con esos ojos cálidos que una vez mas me miraban con simpatía, era amargo de procesar, mas porque en todas mis aventuras juveniles Elizabeth siempre a sido mi ejemplo de la felicidad.

The KeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora