𝘤𝘩𝘢𝘱𝘵𝘦𝘳 𝘴𝘪𝘹𝘵𝘺 -𝘧𝘰𝘶𝘳

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𝑀𝑖 𝑛𝑢𝑒𝑣𝑜 𝑎𝑚𝑎𝑛𝑒𝑐𝑒𝑟: 𝐴𝑚𝑎𝑛𝑒𝑐𝑒𝑟, 𝑝𝑎𝑟𝑡𝑒 1

𝘚𝘌𝘝𝘌𝘕

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_____ Swan

Sentía como si apenas acabara de dormirme cuando él me despertó. Estaba medio grogui cuando me arrastró a través de las terminales, luchando por recordar que tenía que abrir los ojos después de cada pestañeo. Me llevo unos minutos captar lo que estaba sucediendo. Un auto paso por nosotros para llevarnos a las maravillas de donde nos encontrábamos.

— ¿Río de Janeiro? —pregunté, emocionada. El solo sonrió.

Paseábamos por las calles del lugar, todo era emocionante. Las personas eran más alegres que las de Forks o Florida, el tráfico estaba más intenso debido a las personas y fiestas que estaban en la calle.

Para ser el lugar de nuestra luna de miel estaba emocionada. Íbamos en el coche tomados de la mano. Yo observaba encantada mi alrededor y lo mire a él con una sonrisa deslumbrante y sujeto más mi mano.

— pare el auto por favor —le dijo al chofer.

Antes de que le preguntara, tomó mi mano y juntos bajamos del coche. Nos dirigimos al pequeño bulto de gente que estaba ahí, la música tradicional del país sonaba.

Pasamos entre la gente alegre. Nos deprimimos en el centro. Sus manos acariciaron mis mejillas y poco a poco me acercó a él. Nos besamos. Y éste fue un beso de los serios, intenso, lento pero a pesar de ello, camino de algo... sus labios se endurecieron contra los mios, con más urgencia que antes. Mi corazón comenzó una carrera enloquecida y las palmas de las manos se me humedecieron al deslizarse por su cuello marmóreo.

Algunas veces era muy fácil olvidar que besaba a un vampiro. No porque pareciera corriente o humano, ya que no podía olvidar ni por un segundo que tenía entre mis brazos a alguien más parecido a un ángel que a un hombre, sino porque Edward hacía que pareciera tan natural tener sus labios apretados contra los míos contra mi rostro y mi garganta. Él aseguraba haber superado hacía mucho la tentación que le suponía mi sangre, pues la idea de perderme le había curado del deseo que sentia por ella, pero yo sabía que el olor de mi sangre aún le causaba dolor y que todavía ardía en su garganta como si inhalara llamas.

Después de ese largo beso nos separamos.

No nos quedamos en el aeropuerto para tomar otro nuevo vuelo como yo esperaba. En vez de eso, cogimos un taxi para atravesar las atestadas calles de Rio un oscuro hervidero lleno de vida. Fui incapaz de comprender ni una palabra de las que Edward le dirigió en portugués al conductor y adiviné que nos dirigíamos hacia un hotel antes de la siguiente etapa de nuestro viaje. Cuando comprendí esto. sentí una aguda punzada justo en la boca del estomago, algo que se acercaba mucho al miedo a salir a escena. El taxi continuo atravesando las multitudes como enjambres, hasta que se fueron disipando de algún modo y pareció que nos acercábamos al borde exterior occidental de la ciudad, en dirección al océano.

Nos detuvimos en los muelles.

Edward encabezó la marcha hacia la larga línea de blancos yates amarrados sobre el agua, negra como la noche. Se detuvo ante la embarcación más pequeña de todas y también la más esbelta, obviamente la habían construido pensando en la velocidad y no en el espacio. Aun así, tenía un aspecto lujoso y gracioso. El saltó dentro con ligereza pese a las pesadas maletas que acarreaba. Las dejó caer sobre la cubierta y se volvió para ayudarme a pasar por encima de la borda.

—¿Entonces no nos quedaremos en Río?

— no, estamos de paso

— ¿estamos cerca? —pregunté, impaciente

Mi Nuevo Amanecer (crepúsculo) //Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora