Capitulo 23: ¿Buena o mala suerte?

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Ian.

No sabía como sentirme, sabía que en algún momento iba a salir a la luz, yo mismo se lo diría, pero resuelta que ella ya lo sabe desde hace meses y no me lo dijo, eso de alguna manera hizo que me sintiera como un completo tonto.

No puedo estar enojado con Heather, ni siquiera disgustado, me resulta muy difícil estarlo. Ni siquiera me molesta que haya insinuado que el de los aviones era Mick, solo para sacarme la verdad.

Tal vez, yo también debí decirlo hace tiempo, por supuesto ya lo tenía en mente, llevo meses en esto, me gustaba ser un anónimo, aunque últimamente no estaba actuando como tal, estaba siento muy obvio y, justo ahora no me importa si lo sabe o no, solo se que me gusta mucho más poder estar cerca de ella...

Tengo mucho en que pensar y justo ahora muy poco tiempo para ello, ya que estoy en otra institución y en menos de quince minutos tengo que salir al campo a jugar un partido.

Me ató las ajugetas de los zapatos, tengo una muy ligera molestia en el pie, pero le tomo especial importante, es producto de los intensos "entrenamiento" con mi padre.

Mick se acerca y se sienta a mi lado.

—¿Que pasa, calabaza?

—Nada.

—¿Problemas en el paraíso? —comenta divertido.

—¿Qué paraíso? Cállate  —le espeto, a la defensiva.

—Hey, hey —alza las manos en señal de rendición.

—Lo siento ¿vale?

—¿Problemas con tu padre?, ¿Con Heather o con quién? —coloca una mano sobre mi hombro.

Sobra decir que Mick y Jana están al tanto de mi vida, tanto como yo de más suyas, saben que vivo bajo presión y todas esas mierdas. En fin, todo lo que se puede saber de un mejor amigo.

—Creo, algo así, con Heather —admito, soltado un suspiro.

—Vamos, cuéntame lo que pasa, tal vez te de un consejo y eso sirva de algo.

—Lo sabe —murmuro.

—Tendras que ser más específico, amigo.

—Heather, sabe que soy yo el de las cartas.

Mick se queda viéndome por un minuto entero sin decir nada y parpadeando constantemente, aún recuerdo cuando estaba yo escribiendo en un avión de papel y, llegaron él y Jana de la nada, descubriendo mi pequeño secreto; sin duda alguna se burlaron de mí por mi gesto, pero a pesar de eso me animaron a seguir haciéndolo.

—No entiendo ¿eso no debería de ser bueno?

—Sí, pero...

—¿Ya no te ve de la misma manera?

—¿Qué? No, no creo.

—Bien, eso ya lo confirmaré yo.

—La cosa radica en que, yo no sé lo dije.

—Oh, ¿lo descubrio ella solita?

—Sí, desde hace dos meses.

—Joder —murmura, soltando un silbido.

—¡Ya es hora de salir al campo chicos! —avisa el árbitro entrando a los vestidores, y mis compañeros, Mick y yo nos ponemos de pie al instante.

El entrenador es un hombre fornido, con al piel morena y el pelo rapado, se nos acerca con una soda en la mano.

—Muy bien, chicos, si ganamos este partido y clasificamos para los próximos, les compraré una pizza.

—Eso es soborno —habla Pablo, uno de mis compañeros.

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