Estábamos a salvo. Después de tanto luchar, estábamos a salvo. Este lugar es precioso. Es un paraíso, fue lo primero que pasó por mi mente al llegar ahí. Recuerdo haber quedado pasmado con tan solo ver un paisaje tan bello. Solo fue algo momentáneo.
Podría haberme sentido feliz —y sí, una parte de mí lo estaba— y hasta podría haber celebrado por semanas enteras como si me hubiera convertido en un demente, sin embargo, no podía. ¿Cómo mierda podía ser feliz si mi mejor amigo, la primera persona en acogerme dentro de ese laberinto miertero y hacerme sentir realmente bien, no estaría nunca más conmigo? Y esa no era la peor parte. No podía vivir tranquilamente con las últimas imágenes que conservaba de Newt y con lo que tuve que hacer. No podía quitarme de la cabeza la mirada perdida con la que me observaba mientras me gritaba de forma violenta que lo asesinara. Sabía que él no estaba dentro de sí. Esa persona no era él. No lo era hasta que sus ojos reflejaron al verdadero Newt que yo amaba, ese que se escondía entre las tinieblas y luchaba por tomar el control de su cuerpo. Me suplicaba clemencia. Me rogaba que acabara con su sufrimiento.
No podía olvidar el último beso que compartimos antes de dejarlo en ese espantoso Palacio de los Cranks. Fue la última vez que sus suaves labios me hicieron saber cuánto me amaba. Me tomó del brazo y me llevó a un lugar apartado fuera del Bowling, solo para poder despedirse de mí. Nunca creí que mi corazón podría destrozarse más de lo que ya estaba. Él aún mantenía la cordura, o por lo menos en ese momento lo hacía, y me miraba detenidamente. Sus ojos eran dos dardos clavados sobre mi cara. Yo deseaba leer su mente, saber qué pensamientos pasaban por ella. Sin una sola palabra, me entregó un pequeño sobre de papel que sacó de su bolsillo. Al parecer, lo tenía preparado con anticipación, como si hubiera predecido que iríamos en su búsqueda. Supuse qué él sabía que yo jamás me marcharía sin él.
El beso fue algo que se grabó en mi memoria. Me partió el alma, y pasé cada día preguntándome si él realmente sintió algo, porque temía que la enfermedad no se lo permitiera. Me hizo prometer que leería la nota cuando supiera que era el momento indicado, y yo no entendí cómo sabría tal cosa. No comprendía nada. Era una despedida, no nos veríamos nunca más; entonces, ¿qué me diría que era el momento correcto para leer la nota? Después volvimos adentro y el Newt que había visto hace unos segundos volvió a desaparecer, dejando tras él a uno agresivo y exasperado frente a los muchachos y yo. Nos amenazó con un disparo de los lanzadores si es que no nos largábamos de inmediato. Esa fue la segunda cosa más dolorosa que pude haber hecho en toda mi corta vida, de la cual casi no tenía recuerdos: abandonarlo en ese horrible lugar.
Recuerdo que nada calzaba. Nada. Hasta que todo encajó cuando jalé el gatillo con la pistola en su frente, y las lágrimas corrieron por mis mejillas tan pronto cerré los ojos debido al sonido del disparo. No podía mirar, no quería. Corrí a la camioneta y permanecí sentado dentro de un trance. No era consciente de lo que sucedía a mi alrededor ni de lo que yo hacía. Sabía que estaba sentado, que mis mejillas estaban húmedas y que me mordía el labio inferior para detener el llanto, mas los sollozos eran imparables al igual que el intenso dolor en mi pecho. Lawrence ni la mujer que estaba de copiloto hicieron comentario alguno, solo continuaron el viaje como si nada hubiera sucedido. Pero yo estaba en otro mundo, en dónde además de las terribles experiencias que ya había vivido, esa era una de las peores. Cuando estaba en el Berg, saqué la nota de mi bolsillo. Ese era el momento correcto.
No me quiero ir, pero ya es hora. Siempre estarás en mi mente. Tommy, esta soledad no durará por mucho tiempo, creéme. Nos volveremos a encontrar algún día. Quién sabe dónde, pero sé que nos volveremos a ver. Gracias por todo. Haz que esta lucha no sea en vano, por favor, y no te rindas jamás. Te amo.
Lo prometí. Prometí en ese preciso instante que no lucharía en vano. Y mantuve mi promesa, sin embargo, los recuerdos horrorosos permanecían. Eran mi tormento diario. Creí que Brenda ayudaría a recuperarme. Había sido una gran amiga y pensé que quizás, solo quizás, correspondiendo a sus sentimientos lograría olvidar todos mis miedos. Esas malditas pesadillas. Me equivoqué rotundamente.
Pasaron meses y la primavera llegó en el paraíso. El aire se sentía fresco, el sol entregaba una agradable calidez y la naturaleza me brindaba una vista hermosa al igual que todos los días. Yo estaba sentado en el acantilado, dónde me senté el primer día que llegué a ese lugar, pensando. Newt no salía de mi cabeza. Intentaba recordar su voz y me dolía no poder hacerlo. Su sonrisa pasaba por mi mente, al igual que su pálida y tierna piel, y sus ojos oscuros y repletos de misterio. Comencé a revivir momentos dentro de mi cerebro, mas solo eran recuerdos tristes; simplemente no lograba acordarme de los buenos.
Newt gritó frente a mi cara, perdido en un abismo. Era cualquier persona menos él, y me contaba la razón de su renguera con cólera y dolor. Me dijo cuánto odiaba ese lugar, cuánto lo odió día tras día. Yo podía decir lo mismo del Paraíso: nadie sabía cuánto lo detestaba, aunque debía ser al contrario. Un par de veces había pensado acabar con el dolor de una buena vez, no obstante, tenía presente que estaba manteniendo una promesa. Prometí que la lucha no sería en vano. Hasta ahora no lo había sido: estaba sano y salvo dentro en un lugar seguro, con gente buena y amigos que cuidaban de mí. Pero no era suficiente. Ahora era cuándo comprendía lo que Newt sintió. Cuán difícil es mantener la mente calmada si nada tiene sentido. Sufrí por la pérdida de otros amigos, pero no se comparaba con la persistente angustia que sentía debido a mi mayor pérdida: Newt. Lo necesitaba más que a nadie en el mundo. Necesitaba conservar una imagen de sus ojos cafés mirándome repletos de amor y tranquilidad, puesto que no conseguía vivir con los últimos recuerdos que poseía de él.
Era primavera y los días se hacían cada vez más largos. Me la había pasado tres días seguidos en el acantilado, meditabundo y solitario. Comía poco y dormía un par de horas. Ignoraba a Brenda y sus preguntas, lo mismo hacía con Minho. No quería herirlos.
Luego llegó el día en que pensé que era mi culpa. Tenía la certeza de que había sido mi culpa. Debería haber estado ahí, no a kilometros de distancia dentro de Dénver. Podría, aunque sea, haberme quedado en el Berg junto a él para disfrutar de nuestro último tiempo juntos. Él ya presentaba síntomas más notorios de La Llamarada, pero no eran intolerables. Sabía que podía ser sensato por un tiempo más y que con eso bastaba para quedarme allí, a su lado. Sin embargo, no lo hice.
Era primavera y ya era más de una semana desde que la persistencia de los mismos pensamientos me estaba pasando la cuenta. No podía soportarlo. Odiaba ese lugar, no era feliz en él ni un solo día. Así que rompí mi promesa.
Volví a casa, dónde mi corazón estuvo desde que lo conocí. Yo cumplí por un largo tiempo. Hice que la lucha no fuera en vano, o al menos lo intenté, así que ahora era su turno de cumplir sus palabras. Sabía que él, al decir que la soledad no duraría por mucho tiempo, no se refería a esto, mas era similar. Al vernos nuevamente, mi soledad habría terminado.
You'll be home in spring, I can wait 'til then, I heard you're on the big train.
—Lo siento, Newt. Yo no...
—No importa, Tommy —me respondió esbozando la hermosa sonrisa que tanto extrañaba—. No importa. No estuvo bien lo que hiciste, pero... ya no hay vuelta atrás, y no puedo negar que estoy malditamente feliz de tenerte junto a mí.
—No sabes cuánto te extrañé. Cada día era peor. No podía soportarlo.
—Nada fue tu culpa, ¿okay? —Me rodeó con sus brazos y yo hundí la cabeza en su cuello. Un par de lágrimas cayeron por mi cara, pero no eran de tristeza. Sonreí e inhalé profundamente; al fin estaba a mi lado otra vez—. Te amo, Tommy. No tienes idea de cuánto te amo. Te amo tal y como siempre lo he hecho, y así será para toda esta eternidad que nos espera.
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Spring ↠ newtmas OS
Fanfiction"No estuve ahí para tomar su lugar. Estuve a diez mil kilometros de distancia. No me quiero ir, pero ya es hora. Estarás en mi mente, mi destino. No lucharé en vano, te amaré tal y como siempre. Y él se desmoronó con su corazón roto, y esta sangre...