-Hola Myrcella - Sansa se acercó a dar un beso a su cuñada - sentimos el retraso, los niños...
-No te preocupes Sansa - Ella le sonrió con complicidad, después miro a Joffrey - Hermanito ¿tu no me saludas?
-Hola -El suspiro y se acercó a dejar un beso en la mejilla.
-No pongas esa cara, te prometo que no seré muy pesada -sonrió divertida.
-Hola Joffrey - David estrecho la mano del hermano de su prometida - ¿Tu también te ves arrastrado eh?
-Mujeres - Joffrey nego con la cabeza.
-Dejen ya de criticar - Myrcella le quito importancia con la mano - Vamos a probar los menús.
Para eso estaban alli, en uno de los mejores hoteles de la ciudad, para probar los menús para la boda de Myrcella y David. Hacía tres años que estaban saliendo juntos y al fin habían decidido casarse. Cómo Myrcella se llevaba muy bien con la esposa de hermano decidio que fuera ellos quien les ayudarán a organizarlo todo, Sansa estuvo dispuesta en ayudarla en todo lo necesario, aunque también estaba molesta por la actitud que su marido estaba tomando en lo referente a la boda de su hermana.
-No te cuesta nada mostrar un poquito de interés -Hablo molesta mientras caminaban hacia el coche, después de dos horas de probar comida.
-No empieces - Joffrey abrió el vehículo y se subió - Estás cosas son una estupidez.
-¿Una estupidez? - Sansa se subió y se puso el cinturón - ¿Así que ahora las bodas son una estupidez? Bien.
-No tengo ganas de discutir Sansa -El arranco y saco el coche del estacionamiento, miro su reloj - Tengo una reunión importante en una hora.
-¿Una reunión? --Ella le miro bruscamente --Es sábado.
-Si, es sábado -El apretó el volante molesto.
--Les prometiste a los niños ir al zoo con ellos --dijo con la vista en la carretera.
-Que los lleve la niñera -El frunció el ceño -Para eso le pago.
-Pero eres tú quien tendría que ir con ellos, con nosotros --se solto el cinturón para girarse a mirarlo - pero claro, estoy olvidando que eres un hombre muy ocupado.
-¡Pues claro que lo soy! -el aceleró bruscamente -¡Ocupado en trabajar! ¡Trabajar para que a ti y a los niños no les falte nada!
-¡Sin embargo les falta lo más importante! ¡Su padre! - Sansa aguanto las ganas de llorar -¡Mi marido!
-¡Ya basta! - Paro el auto en seco -Hemos llegado, tengo que irme o llegaré tarde.
-Que te vaya bien en tu reunión - Sansa salió bruscamente del coche y cerro dando un portazo, después camino hacia su casa sin volver la vista atrás. Aunque contuvo el aliento cuando oyó el auto marcharse.
Tal y como supuso, su marido no llego a comer y ya estaba anocheciendo cuando la llamo para decirle que tenía que arreglar unos papeles y se quedaría en la oficina hasta tarde la llamada fue corta, seca y precisa, dejándola con una tristeza increíble.
Cansada de esperar siempre en casa, decidió tomar las riendas, sorprender a su marido y tratar de recuperar la espontaneidad de la pareja. Tomo una botella del mejor vino que tenían y llamo a la niñera para que se quedara con los niños. Se subió a su auto y se dirigió a la oficina, con una tenue sonrisa en su rostro, con la esperanza de hablar con Joffrey y remediar la discusión que tuvieron esa mañana.
Pero todo cambio cuando paro el vehículo ante el semáforo que estaba frente a las oficinas de su marido. Un edificio de diez plantas, con unas inmensas cristaleras que daban a la calle. Y allí, desde el coche su miraba recorrió el edificio hasta pararse en la cristalera del tercer piso, que estaba iluminada. En ese momento vio a su esposo pararse ante ella, sonrió observandole, hasta que otra silueta apareció en escena.