No uses mi cama...

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Chuuya se encontraba tan exhausto, que no tenía ni fuerzas para ir a ducharse. El sueño le había vencido y quedó desplomado en su cama, aún sin haber cambiado las sábanas.

- Este bastardo... - dice con una voz sumamente somnolienta mientras olía el perfume que podía reconocer fácilmente entre sus sábanas.
- Algún día me las pagará... -

Los ojos del pelirrojo comenzaron a pesarle y ya no podía mantenerlos abiertos.

Haberse tocado pensando en su peor enemigo realmente le asqueaba, pero fue destencionante al mismo tiempo.
Y, sumado al cansancio feroz que sentía, con los pantalones bajos y solo el boxer puesto, se sumerge en un profundo sueño del que sería muy complicado despertarse.

Al cabo de unos minutos, en el pasillo del edificio, las puertas del elevador se abren y Dazai sale de dentro con una expresión relajada metiendo la mano en su bolsillo buscando una horquilla y una tarjeta que usaba cuál experto en prestidigitacion para sus escapismos y que siempre los llevaba a cada lugar que iba.

Todos los intentos de Chuuya por evitar que el castaño entrara a su departamento fracasaban.
Aún cambiando la cerradura cada dos meses y contratando el mejor sistema de seguridad, de alguna manera el escurridizo de su compañero siempre lograba burlarlo.

Dazai manipula la horquilla y la usa de llave, luego desliza habilidosamente la tarjeta entre la pared y la cerradura y la puerta se abre prácticamente sola.

Una vez dentro, echó un corto vistazo al lugar, pero no vió ni escucho a nadie.
Por un momento pensó que Chuuya se había ido.
Luego camina hasta la mesa del comedor, toma las llaves que había dejado, las guarda y vuelve a dirigirse a la puerta para retirarse. Pero unos ronquidos provenientes de la habitación de Chuuya, por la que recién había pasado, lo detienen.

Dazai estira su cuello un poco hacia atrás para espiar dentro y ve a su compañero durmiendo boca arriba con un brazo por encima de su cabeza, el otro apoyado sobre su pelvis y la botella de vino vacía a un costado de la cama.

Al ver a Chuuya en ese estado, sonríe divertido y entra al cuarto para luego agarrar de su bolsillo un teléfono y sacar algunas fotos con las cuales podría amenazarlo para que hiciera lo que le pidiera.

Al acercarse más nota que estaba profundamente dormido.

- Chuuya, Chuuya... Este trabajo está siendo demasiado para tí, ¿no es cierto?. - dice al darse cuenta del cansancio en el rostro del pelirrojo.

Dazai lo observa unos instantes en silencio y ve un mechon irrumpiendo en sus ojos rozando con sus pestañas. Pensó que quizás eso le molestaría, así que tímidamente lo corre detrás de su oreja.

Su cara estando dormido era tan pacífica como la de un niño. Y sus pecas lo hacían aún más inocente. Casi que costaba creer que dentro de él habitaba el mismísimo Dios de la destrucción.
Dazai sonríe pensando en eso; en él y en su forma poseída por Arahabaki. Siempre admiró el modo en que su pequeño cuerpo resistía tanto dolor. Pero nunca se lo iba a admitir.

El castaño recorre un poco su cuerpo con la vista y no pudo evitar notar que la mano la tenía cerca de su entrepierna por haberse acomodado apenas el boxer unos segundos antes de caer rendido de sueño, y los pantalones por debajo de su ingle.

- Parece que alguien estuvo divirtiéndose solo... - dice con gracia sin quitar la vista de su entrepierna, leyendo las palabras "Emporio Armani" en el elástico de su ropa interior negra, con una pequeña mancha húmeda al costado de ellas.

Dazai vuelve a tomar su celular y abre una aplicación donde tenía videos de todos los lugares donde tenía puestas sus cámaras (como en su casa, en la oficina de la mafia y en la habitación de Chuuya, entre otras).

"¡No Uses Mi Cama!" One-ShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora