|Capítulo 8: Sensaciones|

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Stratený Les, Oeste del mundo, Klan de los Nacidos de las Nubes

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Stratený Les, Oeste del mundo, Klan de los Nacidos de las Nubes.

Pouri no acostumbraba a despertar antes del alba; sin embargo, resultaba difícil conciliar el sueño en medio de la situación que no cesaba de martillar la sien con ímpetu. Además, sus jornadas abarcaban desde entrenamientos matutinos con Dante hasta tardes en las que analizaba los textos de Gael o, en numerables ocasiones, colaborando en el Klan —según se les requería—, a diferencia de Virav y Syoxi, eso último no figuraba entre sus intereses preferidos ni inmediatos.

Durante ese tiempo, mejoró el manejo de la espada.

Su mirada estaba fija en el techo, vislumbrando los primeros rayos del sol iluminaron la habitación que compartía con Virav. Se incorporó en el lecho y presionó los labios en una fina línea. Aún resultaba extraño habitar allí.

Sin prisa, salió a la habitación principal.

Durante los últimos días, Dante y él eran los únicos que despertaban más temprano que el resto, debido a la rutina de entrenamiento. Por ende, el Guardián procuraba levantarse antes para preparar lo necesario. En ese instante, mientras preparaba el desayuno, cada cierto intervalo de segundos, se detenía y se tocaba el pecho.

Una leve mueca surcaba sus los labios.

Había amanecido con un escozor en esa zona que le causaba molestia. Sin poder evitarlo, Pouri atendió los gestos ajenos con curiosidad. Se colocó la camisa del uniforme y se aproximó junto al moreno sin prisa. Atisbó su rostro, el cual poseía una palidez inusual que perdía el tono caoba de su piel. Un nudo se le formó en la boca del estómago.

Al finalizar, Dante dispuso dos cuencos en la mesa.

Todavía de pie, Pouri se cruzó de brazos y, en un tono apacible, comentó:

—No te ves bien.

Dante lo oteó de reojo, de arriba hacia abajo. Era cierto, no se sentía bien, pero era capaz de soportarlo sin inconvenientes.

—No es nada —dijo, restándole importancia—. Come.

Pouri enarcó una ceja.

Con atrevimiento, se inclinó hacia el rostro del Guardián de los Híbridos y rozó esa frente sudorosa. El frío que llegó al tacto fue inmediato y su pulso se aceleró. En eso, mientras contenía la respiración, trazó una línea apenas perceptible desde el centro de la frente ajena hasta la sien; esa piel era suave bajo sus yemas. Sintió que cruzaba una línea invisible, ingresando en un territorio prohibido. Por otra parte, ante ese toque, Dante no reaccionó ni intentó alejarse. Al contrario, disfrutó de la calidez que lo rodeaba.

—Deberías descansar —susurró Pouri a escasos centímetros del rostro impávido del Guardián, tratando de regular su respiración agitada. Prolongó el contacto más segundos.

—Es insignificante —musitó Dante, contemplando los labios contrarios.

Pouri no le creyó. Inhaló y exhaló poco a poco, meditando en cómo convencerlo. Sin embargo, al ser incapaz de apartar la mirada de aquellos profundos ojos azules, las ideas se desvanecieron antes de siquiera rozar su entendimiento. Pasó un hilo de saliva por la garganta e insistió:

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