|Capítulo 2: Un largo camino|

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Stratený Les, Oeste del mundo, entre el Klan de los Nacidos de las Nubes

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Stratený Les, Oeste del mundo, entre el Klan de los Nacidos de las Nubes.

La tundra, vasta y desolada por la que el portal transportó a los presentes, se extendía hasta el borde de un acantilado imponente. En el aire se impregnaba una mezcla de salitre de la sangre de Gaia con la frescura de los arbóreos. El ligero viento acariciaba de manera constante la superficie del suelo, provocando el susurrar de las resistentes hierbas y flores que se aferraban al lugar en el que nacían.

El paisaje se teñía de tonos apagados y fríos: verdes grisáceos por el musgo, marrones oscuros de la tierra desnuda y toques de blanco de los líquenes que se aferraban a las rocas.

El constante ruido de las pisadas presurosas de Dante era acompañado por el eco profundo de las olas, las cuales rompían contra la pendiente que dejaban atrás.

Gael, Azael y Dante caminaban separados por la distancia suficiente que le concedía a Pouri la oportunidad de analizar las posturas y siluetas. A su vez, cada cierto intervalo, aprovechaba para inspeccionar el entorno de manera fugaz: un paisaje plagado de abedules, pinos y lejanas montañas. Después de varios años viviendo en Sarxas, donde la vida natural era una memoria distante, le resultaba extraño presenciarla con tanto esplendor.

—Es hermoso —comentó Syoxi, cuyos luceros heterocromáticos reflejaban un destello de emoción contenida.

—¿Cuándo rechacé su hospitalidad como para que ese sujeto hable de forma tan maleducada? —preguntó Pouri, de manera imprevista, aunque sonaba más a una queja—. ¿No te parece que son más extraños que los Oscuros? Por lo visto, tampoco tienen intenciones de abrir un portal.

—Oye, no los insultes de esa forma. Tratan de ayudarnos, así que sé más amable con ellos, para variar —reprochó el joven de cabellos castaños en un murmullo, esperando no ser escuchado por el resto del grupo—. Quizá su casa quede cerca y no sea necesario.

«¿Cerca? No se avistan estructuras —pensó Pouri, atisbando los alrededores con creciente escepticismo—. A menos que viva en medio de la nada».

Por infortunio, para los residentes del Na'Farko, Gael asumió que no era indispensable revelar la distancia que los separaba de la vivienda. En Stratený Les, no existían medios de transporte —o portales, como en el Na'Farko— que facilitaran la movilidad de un lugar a otro. Los residentes acostumbraban a caminar largos trayectos durante horas, días o incluso semanas y meses.

El Klan más próximo —considerando el punto al que fueron trasladados— se localizaba a una retirada distancia que abarcaba cerca de una semana de viaje. Tanto el Aventurero como los Guardianes, no se preocuparon en preguntar a los recién llegados si se encontraban cansados o no; caminaban a un ritmo constante.

En los primeros kilómetros, a Pouri le resultó sencillo mantener el mismo ritmo de los hombres que parecían urgidos por resguardarse de la noche. Sin embargo, transcurrida las primeras tres horas de viaje, la intensidad de su esfuerzo pasaba factura con ligeros calambres en las piernas. Virav lo pasaba peor que él, quedándose más atrás de lo que debía. Sus pasos eran más lentos y torpes.

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