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El clima era perfecto, por cualquier lugar en que lo vieras... La brillante luz del sol colándose por las hojas de los árboles, los animales corriendo de un lugar a otro, los pajaritos cantando y revoloteando de un lugar a otro... El viento, suave y agradable.
Todo esto era posible y para muchos resultaba tan sorprendente, ya que nunca se estaba tan tranquilo gracias a la inagotable lucha de los clanes, principalmente el de los Demonios y las Diosas. Una lucha interminable entre la oscuridad y la luz, el bien y el mal... Por donde quiera que lo vieras y aunque intentaras tomar un bando, ambos habían traído tanto caos... Llevaban mucho tiempo luchando entre sí, que su guerra ya había alcanzado varios lugares de aldeas humanas.
En fin, este era el mundo al que, no sabia si para desgracia o no, había terminado a parar...
—¿Por qué simplemente no pude morir en paz? —Se lamento y en respuesta solo escucho una voz en su cabeza.
—Porque ese no era tu destino.
—A la mierda el destino!
Se quejo dejándose caer al suelo mientras observaba el cielo despejado, por encima vez.. ¿Cómo termino en aquel lugar?
...
NARUTO.
Después de perder la consciencia, esperaba mi muerte tranquilamente, e inclusive ya me había despedido bien sentimental con Kurama, sin embargo... Lo que menos me espere fue aparecer en un lugar, bastante hermoso a decir verdad, pero desconocido para mí, pensé en lo que podía estar pasando y supuese que, Quizás este era al cielo o algo, pero si así era, ¿Por qué no estaban mis padres? Tengo que encontrarlos y decirles de la joyita de hijo que se carcan, o sea, el desgraciado se atrevió a matarme... O bueno, eso creo.
Luego de buscar un rato y no encontrar nada, solo me senté en el pasto del lugar, esperando a que algo pasara y como nada sucedía, me dispuse a dormir... No tenía nada más que hacer de todas formas.
No sé cuanto tiempo estuve dormido, pero desperté por unos suaves toques en mi mejilla, abrí mis ojos con lentitud y pereza... Y al despertar completamente, me encontré a un pequeño lobo de pelaje blanco con tonos azules oscuro casi negros, y de unos brillantes ojos rojos, tan deslumbrantes como un rubí.
