Alacena

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Se acercaba la hora de las brujas, y la joven aprendiz Bellatrix estaba preparándose para la ceremonia. 

—Libro —dijo con voz firme, al tiempo que extendía el brazo y la marca con forma de media luna del dorso de su mano se iluminaba.

Un viejo tomo de páginas amarillentas se deslizó sobre la mesa de madera hasta quedar frente a ella. Con un suave giro de muñeca hizo que el libro se abriera y sus páginas pasaran hasta mostrar el encantamiento más complejo de su aprendizaje. 

—Invocación... —murmuró Bellatrix nerviosa. 

Inspiró hondo mientras caminaba hacia la alacena. Agarró un caldero pequeño y varios frascos de cristal con ingredientes que había recolectado durante sus clases. Los escogió con cuidado, al igual que la daga. Deslizó el pulgar sobre el filo y dejó escapar un quejido: estaba más afilada de lo que recordaba. Una gota de sangre brotó de su mano y cayó al suelo antes de que pudiera lamer la herida. Su sangre era fundamental para llamar a una criatura mágica. Debía invocarla y después abatirla con sus poderes. Cuanto mayor fuera el ser, mejor sería el espectáculo para el aquelarre. Si no lo lograba, sus hermanas lo harían por ella, pero quedaría descalificada.
Unos golpes en la puerta llamaron su atención: era la hora. Se puso su sombrero oscuro, a juego con su capa negra, y abrió la puerta con el caldero en la mano.
Todo el aquelarre esperaba impaciente al otro lado de la valla que delimitaba su jardín, liderado por la bruja principal y guardiana de las reliquias, Eda Hexide. Una hilera de velas que flotaban en el aire le indicaban el camino. Varias brujas preferían asistir el espectáculo desde el cielo, subidas en sus escobas. La aprendiz estaba cada vez más nerviosa; no esperaba tanto público. 

Apenas una hora después, el mayor temor de Bellatrix se había cumplido. No había sido capaz de invocar nada, ni a la criatura mágica más pequeña de toda la tierra. Incluso en sus prácticas había conseguido invocar algún hada o duende de los bosques. Se encerró en la cocina, a oscuras, mientras movía la mano con brusquedad, tirando al suelo todo lo que se encontraba en la mesa y las estanterías usando sus poderes. Se dejó caer al suelo, estrechando sus piernas con los brazos.

Tras sollozar un rato, un sonido le alertó; provenía de la alacena. Después de unos segundos en silencio, le pareció escuchar un gruñido mientras su cuerpo se tensaba. ¿Habrían entrado de nuevo los duendecillos del Bosque azul? Siempre que lo lograban, robaban y arrasaban todo a su paso. Las brujas los odiaban y era muy difícil atraparlos. 

Ignis —conjuró una pequeña bola de fuego que le permitía ver con claridad. 

Se aproximó y escuchó algo que se arrastraba por el suelo. Abrió la puerta usando magia con un suave gesto de su mano. El gruñido se intensificó, y una sombra se movió con rapidez en el interior. 

¡Parvum fulgur! —Se iluminó de nuevo el sello de su mano, y un pequeño rayo se manifestó y salió disparado al interior del armario. 

Se escuchó un chillido agudo y gemidos de dolor. La aprendiz se acercó, seguida por la bola de fuego flotante, y pudo contemplar una silueta que intentaba esconderse detrás de una cesta de mimbre. Para su sorpresa, se trataba de una cría de Can Cerbero que tendría apenas un par de meses: un monstruo con tres cabezas de perro. Aquella pequeña criatura parecía estar más asustada que ella.
Bellatrix vio la marca que había dejado la gota de sangre en el suelo y comprendió que la invocación había funcionado, aunque en el lugar equivocado. Usó un hechizo de levitación para atrapar al cachorro y sonrió. Si lo llevaba ante el aquelarre y demostraba que había logrado realizar la invocación, le permitirían retomar el ritual y pasaría a ser una bruja de verdad. La criatura se agitó asustada mientras permanecía en el aire, indefensa. Sus tres cabezas le observaban desbordantes de terror. En ese caso, tendría que acabar con la criatura para finalizar la ceremonia.
Se acercó a la puerta mientras el llanto del Can Cerbero se intensificaba, entonces comenzó a dudar si debía seguir adelante o soltar a aquel ser y perder su oportunidad para siempre.

 Se acercó a la puerta mientras el llanto del Can Cerbero se intensificaba, entonces comenzó a dudar si debía seguir adelante o soltar a aquel ser y perder su oportunidad para siempre

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Taletober. Leyendas olvidadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora