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Wilbur no se considera desafortunado a pesar de que tomó muchas malas decisiones en su vida.

Como la de casarse cuando solo tenia veinte, para vivir cinco miserables años con su estúpida ex esposa y que ella lo abandonara apenas nació su primer y único hijo.

Tuvo que hacerse cargo completamente sólo del pequeño cachorro, aunque no tenía ni idea de cómo ser padre.

Fundy se convirtió en lo más preciado que tenía.

Y estaba bien, la vida de Wilbur era algo monótona, pero con su pequeño y su trabajo era más que suficiente. Jamás necesito buscarle otra madre a su hijo, y Fundy jamás necesito de una.

De hecho, se rehusaba demasiado a acercarse a los omegas, o cualquier tipo de casta, la gente no era del todo de su agrado. La desconfianza era algo que había heredado de su papá.

Y algo que no podía negar, era que su cachorro amaba la nieve. Por esos los días nevados eran sus favoritos, y aunque a Wilbur no le gustaba mucho dejarlo salir por miedo a que se resfriara, siempre terminaba cediendo ante los ojitos de su precioso bebé.

Fundy sabía como manipularlo. Otra cosa que había sacado de él, aunque eso no lo tenía muy orgulloso.

—¡Papi, afuera!— suplicó el pequeño pelinaranja, moviendo de un lado a otro la manga de su padre, intentando jalarlo hacia la puerta de su casa.

El niño ya estaba bien abrigado, listo para salir a jugar en la nieve, solo necesitaba que su progenitor le abriera.

Wilbur suspiro con pesadez, obedeciendo de inmediato y abriéndole la puerta a Fundy, quien no tardo en salir felizmente hacia la nieve, dando pequeños saltitos por la zona.

Su mirada se mantuvo fija en él, hasta que de lejos visualizó a otra persona. Era pequeño, pero no parecía un niño, aún así, tenía la actitud de uno, pues se encontraba revolcándose en la nieve, intentando hacer un muñeco en esta misma.

Dio vuelta a sus ojos y regresó su mirada a su hijo, o bueno, eso intento, pues no logro encontrarlo por ningún lado.

¿Donde estaba su bebé?

Aquello comenzó a alterarlo un poco, dando zancadas por todo el patio de su hogar, intentando hallar a su niño, hasta que escuchó su dulce vocecita ni tan cerca ni tan lejos suyo.

—¡Soy Fundy!— se presentó el pelinaranja a aquel lindo pelinegro, dando leves saltitos en su lugar y sonriéndole dulcemente.

El corazón de aquel chico se encogió ante la ternura que el pequeño le provocó, devolviéndole el saludo.

—Hola, Fundy... mi nombre es Quackity...— le regreso el saludo, acariciando con suavidad sus cabellos.

Wilbur rápidamente se acercó a ambos, intentando apartarlos. O al menos hasta que olfateo un poco el aire, dándose cuenta de que aquel joven era un omega.

De todas formas no se confío, poniéndose frente a su hijo.

Quackity solamente le sonrió con dulzura, alejándose un poco para demostrarle que no era ninguna amenaza, entendiendo por completo el comportamiento del alfa. Si tuviera hijos, sería igual de protector que él.

—¡Papi, suelta!— se quejó Fundy, soltándose del agarre del mayor para ir de nuevo con aquel bonito pelinegro, tomando entre sus manitas una bolita de nieve para dársela en una clara invitación.

Un muñeco de nieve.

Los ojos de Quackity se iluminaron con rapidez, pero aún así alzó su vista hacia el padre del pequeño, pidiéndole permiso para jugar con este, no quería incomodarlo.

Snowman [Quackbur]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora