Capítulo 2: Cadáveres

60 19 55
                                    

Península de San Juan

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Península de San Juan

Los primeros rayos del sol comenzaron a salir  por el horizonte despojando la oscuridad de la noche. Una paloma blanca surcó, a una velocidad impresionante, el cielo de San Juan, había volado toda la madrugada sin descanso. Recorrió un total de cincuenta y cinco kilómetros para llegar a su destino.

Se coló a la velocidad de un águila por la ventana de una casa. Con el aire expulsado por el movimiento de sus alas, formó un pequeño desorden con unos papeles que se encontraban pulcramente organizados encima de un buró. En su pata derecha llevaba una pequeña nota amarrada. El animal después del extenso viaje se encontraba exhausto.

No tardó en ser descubierta por un joven de dieciocho años, el cual resaltaba por su altura y complexión física. Recién se había levantado y vio entrar el animal revoloteando por la ventana del despacho de su hermano.

Al ver que era una paloma mensajera, retiró con cuidado  el mensaje de su pata y comenzó a leer la nota. Sus ojos, perezosos del sueño aún, amenazaron con salir de sus órbitas. Sin pensarlo dos veces, salió corriendo en busca de su hermano mayor.

Por la prisa que traía no tocó a la puerta; solo entró a la habitación y al hacerlo, se encontró con Kyala jadeando de placer sobre el regazo de Hayden, el cual estaba tumbado en la cama, enternecido por los movimientos que ella realizaba con sus caderas al tiempo que le apretujaba los pechos.

La mujer dio un grito por el rechinar de la puerta y salió trastabillando hacia una esquina de la habitación donde se envolvió con las sábanas.

La expresión del rostro de Hayden dejaba poco a la imaginación, el ceño fruncido y el aleteo nasal expresaban la rabia contenida. Se irguió colérico, totalmente desnudo sobre su cama, su tórax subía y bajaba rápidamente, el aire expulsado por sus fosas nasales resonaba en la habitación. Pese a su notorio enfado, se podía apreciar aún su erección.

Torció el rostro contrayendo cada músculo en él, miró a su hermano al tiempo que se frotaba la barbilla, hacía un esfuerzo sobrehumano por contener los impulsos de acabar con él.

—No te mato porque eres mi hermano —dijo seriamente con voz ruda.

—Lo siento debí... Debí tocar antes de entrar, pero...

—Las justificaciones te las metes en el culo. —Lo interrumpió Hayden, su mirada era fría, la impotencia empezaba a recorrer sus venas—. Frank, has humillado a mi mujer y eso es algo que no puedo dejar pasar por alto.

—Hermano ya dije que lo siento, entré por una verdadera emergencia —explicó cabizbajo el joven, intentaba no hacer contacto visual con ninguno de ellos.

—¿Qué es tan urgente según tú? —inquirió Kyala desde la esquina del cuarto fulminándolo con la vista.

—Hayden, esta mañana ha llegado una paloma mensajera —explicó el joven dirigiéndose a su hermano, a pesar de todo no levantaba su vista de la punta de sus zapatos.

Sangre y EspadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora