Capítulo 6: Génesis 2

11 5 0
                                    

Cormag cayó por la borda. Su cuerpo se encontraba aún adormecido, aun así, logró reaccionar a tiempo y quedó aferrado a una abertura de la coraza del barco. Colgado de una mano, hizo gran esfuerzo para mantenerse aferrado resistiendo su propio peso.

En su hombro una ligera molestia le dejaba saber que fue alcanzado por la flecha. Sin embargo, sentía desde lo más profundo de sus entrañas una ira difícil de explicar. Un instinto animal innato y oculto en su interior comenzaba a despertar desde los lugares más remotos de su conciencia.

Imponiendo fuerza en el único brazo que lo mantenía colgado, logró introducirse nuevamente dentro del barco. Notaba como sus fuerzas se incrementaban a cada segundo que pasaba. Una vez dentro, su rabia se hizo más notable. ¿Qué era, de dónde salía? La vista se le empezó a nublar, cegado de un frenesí inexplicable que lo incitaba únicamente a una cosa…

A matar…

A matar a todo aquel que se le pusiera en frente…

—Ese olor…

Miró confundido sus manos, sin duda provenía de ahí, de las manchas de sangre en ellas…

—Es el olor de la sangre… —Su voz salía quebrantada de su garganta.

Frotó la herida de su hombro embarrándose los dedos de sangre y al olfatearla fue sacudido por un sinfín de espasmos involuntarios en todo su cuerpo.

Sus ojos brillaban en la oscuridad de un color amarillo intenso y aunque no se había percatado, por el tormento de ira que estaba sufriendo, la oscuridad del local no le molestaba en lo absoluto.

Desde donde estaba podía escuchar todo lo que ocurría en la cubierta: los gritos, el tintinear de las espadas, las gotas de sangre salpicando en el suelo, el sonido de las olas del mar golpeando la carcasa del barco, el corazón que dejaba de latir de algún herido en la batalla. Literalmente todo era perceptible por su oído, pero lo hacía de manera desordenada y le enfurecían grandemente.

No se pudo contener, salió corriendo guiado por sus impulsos sin saber qué hacía…

—¿Acaso creen que pueden surcar estos mares sin el consentimiento de mi capitán? —Alardeó un hombre corpulento, cuya barba tupida llegaba casi a mitad de su pecho

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Acaso creen que pueden surcar estos mares sin el consentimiento de mi capitán? —Alardeó un hombre corpulento, cuya barba tupida llegaba casi a mitad de su pecho.

Los diez sobrevivientes de la tripulación de Lord Roberto se encontraban de rodillas y con las manos atadas a sus espaldas frente a él. Entre ellos estaban Eprahim y el propio Lord Roberto.

—Nadie cruza estos mares si mi capitán no lo permite —dijo señalando hacia el barco contrario.

En él, la figura esbelta de un hombre se dejaba ver a medias desde el timón del barco por la tenue luz de un quinqué. A pesar de la oscuridad y la distancia se podía apreciar que era alguien muy joven, pero que inspiraba respeto.

—No sabía que los mares tenían dueños —refuñó con tono serio Lord Roberto.

Recibió un fuerte golpe en la espalda que lo lanzó al suelo, el pirata que tenía enfrente le colocó su bota en la cabeza.

Sangre y EspadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora