Kayla Nicole

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Capítulo 2

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Con el paso de las semanas, mi amistad con Travis creció y se fortaleció. Kansas City se convirtió en nuestro terreno de juego. Paseábamos por el River Market, explorábamos cafeterías locales y asistíamos juntos a eventos de los Chiefs. Cada momento era una mezcla de risas, complicidad y una sensación de conexión que nunca había experimentado antes.

Una tarde, mientras caminábamos por Loose Park, con el sol de otoño iluminando las hojas caídas, Travis rompió el silencio.
—¿Sabes algo, Laura? —dijo con esa sonrisa que siempre parecía contagiosa—. Me gusta cómo mantienes todo tan real. Con tantas cámaras alrededor, es fácil olvidarse de cómo son las cosas normales.

Me encogí de hombros, tratando de no sonrojarme.
—Bueno, supongo que eso es fácil cuando no tienes miles de seguidores esperándote en cada esquina.

—¡Ah, ya empiezas! —rió, fingiendo indignación—. No creas que todo es tan glamuroso. Ser "Travis Kelce" tiene sus desafíos.

Le lancé una mirada incrédula.
—¿Desafíos? ¿De verdad? Lo siento, pero no me imagino que la gente corra hacia mí para pedirme autógrafos mientras intento comprar leche.

—¿Leche? —replicó, riendo más fuerte—. Muy específica. Pero sí, ¿sabes lo difícil que es comer en paz sin que alguien te saque una foto mientras masticas?

Ambos reímos, y la conversación siguió, fluyendo como siempre lo hacía entre nosotros. Sin embargo, no todo era ligero. Había algo que no podía ignorar.

Kayla Nicole.

No era que Travis hablara mucho de ella, pero cuando lo hacía, su tono cambiaba. Una tarde, mientras estábamos en una terraza con vista al río, surgió su nombre.
—¿Sabes? Kayla siempre me decía que debía venir más a este lugar —dijo mientras miraba hacia el agua.

Mi corazón dio un vuelco.
—¿Ah, sí? —respondí, esforzándome por sonar casual—. Parece tener buen gusto.

Él asintió, su mirada perdida en el horizonte.
—Sí, ella tiene ese don para encontrar lo especial en lo cotidiano.

La chispa en sus ojos y la suave curva de su sonrisa me hicieron entender que no hablaba de un lugar. Hablaba de ella. Sentí una punzada en el pecho, pero traté de desviar la conversación.
—Bueno, supongo que todos necesitamos a alguien así en nuestras vidas, ¿no?

Él me miró, como evaluando mis palabras, y luego cambió de tema con una broma sobre los Chiefs. Pero la idea de Kayla no desaparecía fácilmente.

Más tarde, tuve la oportunidad de conocerla en un evento benéfico del equipo. Me esforcé por ser amable, pero no podía evitar notar lo perfecta que era. Kayla era carismática, hermosa y tenía una confianza que llenaba la habitación. Travis no podía apartar la vista de ella, y cada pequeño gesto entre ellos hablaba de una conexión profunda.

En una de esas interacciones, Kayla se acercó a mí con una sonrisa genuina.
—Laura, ¿cierto? Travis me ha hablado mucho de ti.

—¿Ah, sí? —dije, tratando de mantener la compostura—. Todo bueno, espero.

Ella rio ligeramente, irradiando calidez.
—Claro. Dice que eres increíble con los datos de los Chiefs. Quizás tengas que reemplazarlo como comentarista algún día.

Reímos juntas, aunque por dentro, mi mente era un caos. Ella era todo lo que Travis necesitaba, y yo solo podía ser la amiga en segundo plano.

Esa noche, cuando Travis y yo nos despedimos, me di cuenta de que tenía que poner en orden mis sentimientos. Mientras él me acompañaba a mi auto, rompió el silencio.
—¿Todo bien, Laura? Te vi un poco callada hoy.

—Sí, claro, todo bien —respondí rápidamente, evitando su mirada—. Solo estaba… pensando.

Él me estudió por un momento antes de asentir.
—Bueno, ya sabes que si necesitas hablar, aquí estoy.

Lo miré, sintiendo un nudo en la garganta.
—Lo sé, Travis. Gracias.

Me fui esa noche sabiendo que mi papel en su vida era ser su amiga, aunque mi corazón deseara algo más.

Los días pasaron, y seguíamos compartiendo momentos memorables. Una vez, mientras cocinábamos en su casa después de un partido, me preguntó, mientras revolvía una salsa en la estufa:
—¿Crees que algún día alguien escribirá un libro sobre nuestras locuras?

Levanté una ceja, fingiendo estar intrigada.
—¿Nuestras? Más bien tus locuras. ¿Cuántas veces te has metido en problemas por esas celebraciones en el campo?

Él rio, girándose hacia mí con una expresión exagerada de sorpresa.
—¡Oye! Pensé que estábamos hablando de un libro positivo, no de una lista de errores.

Sonreí, sintiendo cómo las barreras en mi corazón se volvían a levantar, protegiéndome de lo que sabía que nunca sería.

Porque aunque Travis Kelce era una luz en mi vida, su corazón ya pertenecía a alguien más.

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Travis Kelce Donde viven las historias. Descúbrelo ahora