Eclipse

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"Mi amor por ti es mas grande que el universo."

Sol y Luna se unieron. 

Sus hogares tan terriblemente juntos. Lo que posibilito el deseo de por fin acercarse, después de tanto que lo habían querido. Cuerpo con cuerpo, tocarse el uno al otro.

—Te amo demasiado, Luna.

—Y yo te amo profundamente a ti, Sol.

Tocando cada parte cálida y brillante de Sol, Luna descubrió muchas cosas; lo que significaba existir y amar.

Al bajar por todo su ser, encontró la razón del porque Madre amaba tanto a su primera creación. Un corazón inmaculado y un cuerpo perfecto que lo guardara.

—Que alegría, poder tenerte...mi Sol, —le dijo Luna, abrazándole y fundiéndose con Sol.

A pesar de que Sol es una existencia fuerte e imponente Luna lo ve como su igual y sabe perfectamente que Sol podría destruirlo a él y todo lo que tuviera cerca, pero no se somete ni le teme.

—Debió ser doloroso para ti, Luna... existir en solitario, vagando por el vacío.

—Si.

—No volverás a estar solo, yo estaré aquí, siempre... hasta el fin.

Hicieron el amor sobre la vía láctea, flotando por el vacío como habrían nacido por primera vez. Sol y Luna se sintieron completos, era la parte de sí mismos que tanto buscaban al vagar y lo encontraron en el otro.

Sol abrazó el frio cuerpo de Luna, sintiendo su piel tersa y lisa como el polvo.

Luna abrazó el cálido cuerpo de Sol, sintiendo su piel suave y firme como un soplo de llamaradas.

Luna, mirando el infinito vacío y a sus hermanos en la lejanía mientras le daba un paseo por su roca a su amado, descubrió que con el brillo de Sol que irradiaba su cuerpo dorado hacía de su hogar lúgubre y frío tomar muchas fases.

Así que, como regalo, le pidió una cosa a su Sol.

—Sol, déjame marcado con tu luz, tal y como esta roca bajo tu existencia.

Sol sonrió y, con los dedos brillantes y ardientes de su mano, dibujó las fases de su Luna en su cuerpo, las 8 que podía ver desde su propio lugar en el espacio.

Colocó cada cara de la roca de Luna y le regaló un tatuaje a su amado, que iba desde su nuca hasta su espalda baja, cubriendo toda su columna vertebral, para que le recordara.

—Luna, por favor, muéstrame como soy... como me ves desde este lugar.

Y así lo hizo, Luna agarró el polvo de su hogar y se manchó los dedos con ella, procediendo a dibujar una espiral en el vientre de Sol, la forma de su roca y las llamaradas que creaba para llevar su luz hasta la oscuridad del vacío.

Juntaron sus frentes y prometieron amarse más, aunque estuvieran separados.

Su eclipse duro poco, pero fue suficiente para ellos que siempre habían sido solitarios y lejanos mientras esperaban una oportunidad, pero aquello solo trajo otra consecuencia más devastadora para sus frágiles corazones: El egoísmo y la codicia.

Se extrañaban apasionadamente, poseían una ferviente agonía de volver a estar juntos y la voluntad ardía con cada día.

Y cada vez que un eclipse se realizaba, se reencontraban y cuando volvían a separarse la espera se hacía tortuosa y lenta.


Durante uno de sus encuentros, Sol regresó a su hogar sintiéndose más amado que nunca y el lazo con Luna crecía para él. Su corazón tamborileó y se hinchó de amor, pero también le hizo sentirse ansioso.

Sol sostuvo a su corazón con ambas manos para cuidarlo y durante varios momentos se dispuso a dormitar bajo un aletargado sueño, haciéndose un ovillo y abrazando su núcleo.

Sonriendo con labios refinados y un sonrojo en las mejillas cerró los ojos.

Sol y Luna habían creado a una nueva existencia.


Llegó otro eclipse y con ello, una visita al hogar de su amado.

—¡Luna!

La voz dulce y alegre de su Sol le hizo mirarlo de pies a cabeza y enseguida notó una luz diferente en Sol que salía de su vientre. Una luz similar a la suya.

—¡Que alegría, Luna! ¡Hemos creado a otro ser como nos hizo Madre!

Luna estaba muy feliz, abrazó a Sol y lo llevó a su hogar, le recostó en su lecho y lo adoró todavía más que hace un momento de existencia.


Luna espero pacientemente otro eclipse, esperando con ansias ver a Sol y la forma que tomaba.

Desde la lejanía, separados por el calor y los retazos que caían sobre ellos, Luna veía como Sol le saludaba mandándole besos chispeantes y bailaba para él y, encantado por su felicidad, respondía a ese coqueteo tocando con más fuerza sus tambores.

Luna enviaba cada vez más rocas centelleantes hacia Sol, esperando que nuevas notas con llamaradas solares llegaran devuelta y las notas opacaran su deseo y añoranza de verle.

Y, como todo tiene su recompensa, el precioso eclipse llega.


Luna se sorprendió mucho; ver a su Sol aparecer con un brillo más coqueto y atrayente y una adorable pancita.

Sol acariciaba su abultado vientre, que irradiaba una luz especial que nunca había visto.

—Luna, este es nuestro bebé. —Le dijo Sol con voz suave mientras llevaba una de sus manos pálidas a su vientre cálido—. Bebé, este es Luna, tu padre, él te ama mucho.

Luna manifestaba su cariño y amor a Sol haciendo una procesión de notas dejadas por todo su hogar y obsequiándole un inmenso trazo con el dibujo de un ser al que llamo "conejo" que hizo sobre la superficie de su roca.

Luna está inmensamente feliz, espera conocer en el próximo eclipse a su hijo.

—Mis labios volverán a tenerte, y esta Luna volverá a amarte.

Era esperanza y una nueva luz.

—Aunque estamos separados, no estamos solos, existimos conectados por el amor.

Antes de encontrar a Sol, Luna vagaba eternamente solo en una oscuridad bajo su propio tono azul, su corazón no tenía descanso, siempre ausente y apagado. Su sombra inexistente pero palpable habitaba a su alrededor.

Luna agradecía a Madre por crearlo y darle conciencia, porque así pudo conocer a Sol.

El cuento de Sol y LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora