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Una pequeña niña con ojos dorados y su blanco pelo largo ondulado con leves líneas amarillas se encontraba sentada con la espalda recta en la silla que acompañaba al escritorio de madera fina de una oficina medianamente grande.

Miraba a la ventana observando a sus hermanos jugar en el patio, ella no podía, su padre la obligaba a quedarse rellenando papeles, según el, era una mujer y no podía salir a ensuciarse en el jardín. Deseaba tanto salir y tirarse al pasto, usar otra cosa que no sea esos vestidos que le hacía la amable amiga de su madre, no vamos a mentir, le encantaba usar ese estilo de ropa pero le cansaba llevarlos puestos todo el maldito día y cuando veía a sus hermanos con sus conjuntos deportivos ella anhelaba con usarlos.

A veces pensaba en su madre, una mujer hecha y derecha que la inspiraba a seguir aguantando los tratos que su padre le daba. Su mamá era una mujer hermosa y no se dejaba pisar por nadie, ni siquiera por su esposo, esto llamaba mucho la atención de demás países tanto hombres, que hablaban mal de ella por sus comportamientos tan "extraños" y, mujeres, que la tenían como un símbolo a seguir; entre estas estaba su hija.

—— Plata.

Su padre abrió la puerta y la sacó de sus pensamientos.

—— ¿Qué sucede, padre?

—— Vamos a ir a la casa de un amigo mío, se llama Portugal. Báñate y arréglate, salimos en 30 minutos.

No pudo darse el lujo de quejarse, ni poner ninguna objeción ante el poco tiempo que le había dado, solo podía obedecerlo.

Y así lo hizo, se ducho en su habitación y busco uno de los vestidos que tanto adoraba, uno amarillo floreado que resaltaba perfectamente en ella. Se terminó de atar una media cola en su cabello y se puso un listón dorado.

Salió de su lugar favorito y le puso llave, era una de las pocas cosas que podía hacer sin que la retaran y estaba agradecida. Bajo las largas y eternas escaleras para ver a la mujer que la había criado.

—— Hola ma.

—— Amore mio, ¿todo bien?

—— Cómo siempre.

—— Tranquila, ya va a llegar el día en que puedas salir a jugar.....

—— Sabes que no. ¿Y mis hermanos?

—— Se están cambiando, tu padre los fue a buscar.

—— Okey— posó su mirada en el tupper que llevaba la italiana entre sus manos— Se ve delicioso!

—— Plata no grites— su padre apareció y los faltantes estaban detrás de el— Eres una mujer, una niña, compórtate como tal.

Su mirada solo se pudo posar en el suelo y asentir levemente con su cabeza mientras soltaba con susurros unas palabras que el mayor no pudo escuchar.

—— Sí, padre.

—— Spagna— sentenció su madre— Deberías dejarla ser una niña como tu dices, ni siquiera la dejas curvar un poco su espalda a la hora de comer! solo tiene 8 años, España.

—— No quiero continuar con esta charla, vamonos.

Uno de sus hermanos posó su mano en el hombro de la chica, todos estaban en desacuerdo con la autoridad de la casa.

—— No te pongas mal, ahora piensa en que seguro la vas a pasar bien, no creo que el tal Portugal no tenga hijas.

—— Soy la única mujer de demasiados hermanos— soltaron una pequeña risa mientras se disponían a caminar en dirección al automóvil— Pero gracias, Ecuador.

Un gol más Donde viven las historias. Descúbrelo ahora