Capítulo 2.

53 16 0
                                    

El suelo de madera crujió bajo las pisadas del señor Reed, que recorría el salón de la casa en dirección a las escaleras para llegar a la planta de arriba con el semblante serio, casi parecía enfadado, pero esa expresión ya formaba parte de él desde hace mucho tiempo.

Su cabello castaño, ya con mechones blancos, siempre estaba bien peinado, con los laterales muy cortos y la zona superior con una onda natural, en forma de tupé, y su elegante ropa reflejan mucho éxito a lo largo de su vida, dándole un aire bastante refinado y distinguido.

Mientras recorría el pasillo de la planta alta, escuchaba cada vez más cerca la música que sonaba tras la puerta cerrada a la que se dirigía, una música que no encajaba con el aspecto que tenía el hombre, pero sabía que quien estaba en esa habitación era muy diferente a él.

Ya frente a la puerta, alzó la mano para dar tres golpes con los nudillos, esperando que se abriera, pero la respuesta obtenida fue el aumento del volumen de aquella música que él consideraba del diablo. Volvió a golpear la puerta un poco más fuerte, sin que su rostro cambiara en absoluto, y esta vez la música cesó varios segundos antes de que su jóven hijo abriera la puerta con el ceño fruncido.

—Algo muy grave ha debido pasar para que vengas a esta parte de la casa.— dijo el joven apoyándose en el marco de la puerta con los brazos cruzados.

Llevaba su pelo cayendo despreocupado sobre los ojos, en una media melena que casi tocaba sus hombros. La ancha camiseta sin mangas contrastaba con los pantalones vaqueros ajustados que estaban desgastados y casi rotos en algunas zonas, teniendo hilos blancos que colgaban de ellos.

La mirada del señor Reed lo recorrió de los pies a la cabeza con un pesado suspiro de indignación antes de hablar.

—Debemos acudir a un viaje importante, por lo que me gustaría que dieras ejemplo de tu buena familia, y lleves la ropa que te facilito y a la que tanto desprecio le haces

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Debemos acudir a un viaje importante, por lo que me gustaría que dieras ejemplo de tu buena familia, y lleves la ropa que te facilito y a la que tanto desprecio le haces.— La voz profunda del hombre, resonaba a lo largo de todo el pasillo y su hijo lo miró alzando una ceja.

—¿Y se puede saber qué tiene de importante ese viaje?

—Asumo que, aún en tu extrema rebeldía, recuerdes al señor Hall y a su familia.— Comenzó el hombre.— Han organizado una reunión para la que han solicitado la presencia de absolutamente todo el clan de la región.

El jóven, que había encontrado algo más interesante que aquella conversación en un desperfecto del techo, miró al hombre con atención al escuchar sus palabras, sabía perfectamente lo que esa reunión significaba.

—El viejo Hall se va a jubilar.

—Exacto. Y eso no es todo.— El hombre miró a su hijo con intensidad extendiendo su mano para colocarla sobre el hombro del joven.— Sé de buena mano que ha pensado en ti para sucederle en su puesto, Noah.

El joven, confundido, miró a su padre retrocediendo un paso haciendo que quitara la mano del hombro.

—Eso es imposible.

Renegados de la manada©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora