La Dulce Victoria

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Volvieron a la oficina de la Jefa del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica, sin que el rubio quitara su mano sobre la de la castaña. Esta vez no se separaron, se quedaron mirando como lo hacían en la biblioteca, pero estudiando lo ocurrido.

Draco deslizaba sus dedos en la palma de ella y extrañamente no tuvo ningún impedimento por parte de Hermione, quien parecía pérdida en la mirada gris del rubio, como si siguieran en el recuerdo anterior con cada tacto del Slytherin.

- ¿No te causa curiosidad, Granger? - interrumpió el silencio entre ellos el rubio, sin quitar sus manos sobre las de ella, pero logrando que ella desviara su vista.

- Estoy cansada, Malfoy...-miró hacía un mueble repleto de carpetas que debía analizar- no quiero más dudas en mi cabeza, simplemente deseo paz, con mis hijos y sé que esto no llevará a eso-fue sincera volviendo a mirar aquellos hipnotizantes ojos grises.

-Bien...-se mostró frío como cuando era más joven, se levantó sin quitar su vista de ella- ¿me harías un favor al menor? -preguntó recargándose en el escritorio.

-Claro, si está en mis manos-respondió tratando de evitar la mirada del hombre molesto.

- ¿Podrías llamar a la verdadera Hermione Granger y darle mi oferta? – Para él esa no era la Gryffindor que había conocido en el colegio, la chica valiente que siempre trataba de buscar justicia y verdad por delante.

- ¿Disculpa? -se mostró ofendida la castaña levantándose de su silla.

-Eso, porque la que veo aquí no le llega ni a los talones a la que conocí-la retó con la mirada.

-No es eso Malfoy...ya no somos unos adolescentes y tengo una familia de la que debo preocuparme- Hermione trataba de mostrar sus argumentos como si fuesen racionales.

-Granger, en primer lugar, no eres la única con familia- le recordó alzando una de sus cejas- en segundo, no tiene nada que ver que no seamos jóvenes-la castaña analizó sus comentarios- en tercero, si tienes miedo de que algo cambie en ti, no tienes para que llenarme de excusas absurdas.

- ¿Miedo yo? ¿Sabes con quién hablas? - bufó la ex Gryffindor que siempre había sido bastante valiente.

-Ahora que lo dices...-el rubio se acercó y estuvo a punto de tomar el mentón de ella, pero esta lo impidió- no tengo idea- la miró de manera despectiva, como lo hacía cuando estaban en el colegio y salió de la oficina, sin dar tiempo a Hermione para responder.

-Es un idiota- susurró la castaña volviendo a colocar su vista en los papeles, mirando el libro de pociones que dejó sobre su escritorio.

Los días se transformaron en semanas y los Weasley ya estaban entrando a la plataforma 9 ¾ acompañados de los Potter, quienes aconsejaban a su hijo mayor, James, porque era su último año en Hogwarts, Ginny hacía que el Gryffindor hablara con su tía Hermione, porque estaba preocupada de los ÉXTASIS que debía realizar su hijo y era una manera de prepararlo.

Hermione y Ron caminaban como si nada entre ellos hubiera cambiado, siendo que nunca se refirieron a la conversación aquella noche en su cuarto, pero aun así seguía cada uno durmiendo en lugares diferentes. Cuando por fin el pelirrojo volvió a su cuarto, por insistencia  terminó por dejarlo, era ella la que lo evitaba a todas horas, generalmente llegaba muy tarde, no por trabajo, más bien porque después pasaba tiempo con sus hijos en la casa de los Potter. Ahora la castaña ya no tendría muchas excusas para mantener una conversación acerca de lo que había ocurrido en aquel instante o sobre su misma relación.

Lily y Hugo conversaban delante de todos los adultos, mientras que Rose y Albus iban atrás, buscando con la mirada a un rubio, del que no sabían mucho desde su cumpleaños. La celebración de los 15 de Scorpius había sido tranquila, solo invitó a sus amigos más cercanos a la mansión, pero después de eso no habían sabido mucho de él. Lo vieron llegar con su padre, Draco Malfoy, quien iba con una capa negra bastante elegante, se pararon frente a las otras familias y el mayor saludó a todos con tranquilidad.

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