Al día siguiente nos despiertan a las 6:00 a.m. Al ver que mi amiga no está a mi lado me preocupo y me levanto de inmediato. Luego me dirijo afuera, al lugar donde nos reunimos y la veo allí sentada.
-¡Ana!- le exclamo y me acerco a ella que me mira sonriendo.
-Buen día. ¿Cómo dormiste?-.
-Buen día. Más o menos. Me había preocupado porque, no te vi cuando me desperté-.
-Estoy bien. Había ido al baño y como el mayor me dijo que ya debíamos levantarnos, no volví a acostarme-.
-Está bien- y le sonrío-. Sólo me preocupé. No quisiera perderte-.
-No me vas a perder. Tranquila, ya pará esa cabecita- me pide sonriendo y me río.
Desayunamos en lo que sería el comedor (que sólo es una tienda con mesas y sillas). Después el Mayor se para en el centro para decirnos algo:
-Terminen rápido así se preparan. Deben agarrar sus armas, municiones, mochila con agua y algo para comer. Vamos a revisar todos los departamentos, tiendas y locales de nuestro alrededor. Así que... nos va a llevar tiempo-.
Ana y yo nos miramos por unos segundos. Al rato, preparo mis cosas y decido llevarme el rifle, un cuchillo de caza, en la mochila guardo una campera, dos turrones de maní y el resto de las cosas. Una vez todo listo, salimos de la terraza. Soy una de las últimas en salir al igual que Ana. Estoy nerviosa, no puedo evitarlo. Mientras bajamos las escaleras no nos topamos con ningún desconocido y tampoco con "la gente extraña". Una vez afuera, puedo sentir que hay un silencio inquietante y molesto. Es agobiante. El Mayor nos indica que sigamos derecho y que no nos desviemos de camino. Caminos unas tres cuadras.
-Espere jefe, me pareció ver a alguien- habla Marina señalando a su izquierda-. Por allá. Creo que vi un nene-.
Nos indica una esquina, al otro lado de la calle, donde hay un bazar y nos acercamos con cuidado. Este tiene sus ventanas tapadas con papeles de diarios y revistas. Miller nos ordena que saquemos nuestras armas y obedecemos sin dudar. Él es el primero en abrir la puerta de vidrio, pero le cuesta, parece estar bloqueada con algo. Otro soldado lo ayuda y una vez abierta vemos un rifle apuntando la cabeza de él. La persona se deja ver, es un hombre delgado y alto, con algunas canas en su cabello corto y desmarañado. Parece un señor de mediana edad.
-¿Quiénes son, qué quieren?- habla con desconfianza y sin dejar de apuntar su cien.
-Vinimos a ayudar. Somos soldados. Vinimos a rescatarlos- le responde este-. ¿Podría bajar su arma, por favor?- le pide con calma.
-¿En serio? ¿Son los que vinieron en el helicóptero?-.
-Sí, así es. Por favor, baje su arma-.
-¿Nos van a sacar de este lugar?-.
-Sí, por supuesto-.
Esta vez la baja y nos deja entrar. Luego cierra la puerta y vemos que coloca un estante con cosas pesadas para que sea difícil de mover. Observo el lugar y a la gente de allí: hay dos niños pequeños con sus padres, una pareja de ancianos y tres adolescentes. Creí que iban a ser más personas, pero no.
-¿Se encuentran bien? ¿Tienen hambre?-.
-¡Sí!- responden los niños.
-Tengo unos turrones para darles, pero si vienen con nosotros tenemos más- les habla con empatía y les regala un turrón a cada uno.
"Qué buen gesto. Después de todo no es el ogro que yo creí que era", pienso y sonrío con agrado. Vemos que guardan sus pocas pertenencias en sus bolsas, mochilas y bolsas de nylon sin dudar. Me acerco a la gente mayor para ayudarlos a levantarse y me agradecen.
-¿Es seguro allá afuera?- le pregunta el hombre del rifle.
-Sí. No hay nadie-.
-¿Cómo está tan seguro?-.
-Porque hicimos tres cuadras y no vimos nada raro. Pueden confiar en nosotros-.
-Ok. Bueno- y mira sus compañeros-. Nos vamos de este horrible lugar. ¡Vamos!-.
ESTÁS LEYENDO
Sobreviviendo
HororEl mundo normal se vino abajo con la llegada de los muertos o infectados, como quieras llamarlos y Amelia Guzmán (24) una soldado de la fuerza aérea y madre soltera, debe afrontar la enfermedad de su hijo, perderá gente y conocerá otras, aprenderá a...