Desde un inicio sé que todo fue accidentado, mis ojos y mi corazón simplemente te aceptaron. Aquellas veces no sabía si me querías, sé que querías mi cuerpo, pero no sé si querías mi alma, mi risa, mi aura, a mí...
Sentía que yo daba más, que mostraba más, que decía más. Ya sabía que era yo quien amaba más, amaba escucharte, amaba tus ojos, tu cabello tan delgadito, tus abrazos, tu sonrisa y tantas otras cosas más. Recuerdo mis quejas sobre que no sentía tu amor o que no sentía tu presencia como aquello que llamaban enamorado. Aunque sentía que no debía sentir ello, el solo pensar que estaría sin ti no me gustaba. Eras para mí una especie de magia y amor. No quería dejarte ir. Estaba tan enamorada, eran tan feliz con el amor que me dabas, que no quiero decir que era malo, de hecho fue particularmente hermoso. Todo aquel amor que me dabas, aunque era un poco distinto al que yo expectaba, me parecía un amor más maduro. Mientras yo quería un pequeño regalo o algún detalle, como aquellos que mis amigas o mi hermana recibían de sus enamorados, tú convertiste mis metas literarias en las tuyas y fuiste un apoyo excepcional en ese camino. Tuve tantas bajas durante aquel ciclo de la universidad por haberme lanzado a un concurso literario, que estuviste conmigo todo el tiempo, haciéndome dar cuenta de algunos errores, muchas veces bruscamente, pero sé que habías tenido un infancia difícil, lo tuyo no era la lástima o el compadecimiento. Yo creo que nunca me acoplé a ello, pero me ayudaron a abrir un poco más los ojos y seguir de pie ante cualquier bajón académico. Si bien no eras el tipo de los detalles, esas actitudes tuyas cubrían de lejos cualquier detalle material.
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¿DÓNDE SE FUE ESA PARTE QUE FALTA?
Ficção AdolescenteA VECES NOS TOCA SER LOS VILLANOS EN LA HISTORIA DE ALGUIEN MÁS.