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Rodrigo tenía un brazo envuelto en los hombros de su novia y otro en los de Enzo. De pedo si habían llegado vivos cuando Mia no le permitió agarrar el volante en el estado en el que estaba, denominandose a sí misma como la que menos mal estaba de los tres. Le dolía la panza de tanto reírse en el camino hasta llegar al edificio en el que vivían, encontrándose con el ascensor en mantenimiento.

Subir hasta el décimo piso con Rodrigo que no paraba de decir una pelotudez tras otra, Gonzalo que estaba más hecho mierda que él y lo único que pedía era que se terminen esas escaleras para acostarse sobre lo primero que encontrara —incluso si eso significaba dormir en el piso—, y con Enzo que aprovechaba el estado de Rodrigo para tirar sus comentarios desubicados cómo si éste no estuviera. Bueno, realmente no estaba, porque sus ojos estaban cerrados y su cuerpo prácticamente desvanecido siendo arrastrado por Enzo y Mia.

—Cómo lo dejabas que te agarre al dj ese, eh —tiró Enzo mientras ayudaba a las piernas flojas de su hermano a subir escalón por escalón. Mia volteó hacia él incrédula de que estuviera hablándole en ese tono y encima cuando tenían a Rodrigo a rastras y al otro en estado zombie. Chistó para que se callara, cómo si eso fuera a frenarlo— ¿Qué? ¿Te da miedo que se enteren lo que sos?

—Pero cerrá un poco el orto, querés.

—Encima te miraba con unas ganas —agregó, haciendo que quisiera tirarse por las escaleras de los ocho pisos que ya habían subido.

—Sí, Nicole, ya te dije que sí, cortala —dijo su novio arrastrando las palabras, hablando dormido sin ser capaz de abrir los ojos. Enzo y Mia se miraron y se empezaron a reír—. Shh, callense un toque la puta madre.

—Hasta en sueños le rompés las bolas —dijo Enzo, llevandose una mala mirada de parte de Mia.

Con dificultad, palabras inentendibles de Rodrigo y el estado hipnótico de Gonzalo, llegaron al décimo piso.

Caminaron hacia el departamento que les pertenecía, buscó la tarjeta de acceso en el bolsillo de su camisa y finalmente la puerta se abrió. Gonzalo no llegó a hacer dos pasos que se tiró en el sillón de la sala y ahí mismo empezó a roncar. Enzo ayudó a su hermano a llegar a su habitación, recostandolo en la cama mientras éste no paraba de balbucear cosas a su novia, quién lo desvistió mientras se reía y asentía a todas las pelotudeces que Rodrigo decía. La morocha besó la boca de su novio y se estiró en su lugar. Estaba exhausta.

—¿Qué querés ahí mirando, Enzo? —preguntó, viendo como el mencionado seguía en el umbral de la puerta, ligeramente recargado en el marco con sus ojos puestos en ella— Andate a dormir, dale.

—¿Con vos?

Mia abrió los ojos asustada y volteo hacia su novio para verificar que estuviese durmiendo. Volvió a mirar a Enzo y se acercó hacia él para sacarlo de la habitación y cerrar la puerta detrás suya, quedándose con la espalda apoyada en la madera.

—¿Vos no tenés límites, no?

Enzo sonrió, cruzado de brazos e inclinado hacia ella. —No, ¿cómo te diste cuenta?

Sin darse cuenta estaba siendo acorralada por él por segunda vez en lo que iba de la noche.

—¿Podés dejar de joder un rato? Es tarde, andate a dormir.

—Si me voy con vos sí, sino no.

Mia rió, frustrada. Se rascó el lagrimal del ojo y suspiró. —¿Por qué no te fuiste con una de las veinte minas que te comiste hoy?

—¿Celosa, morocha? —preguntó con burla— Me quería quedar a dormir con vos, por eso.

—Esos chamuyos berretas que tenés, Enzo... A ver si vas cambiando un poco el libreto. —respondió mientras deslizaban su mano hacia atrás con el fin de alcanzar el picaporte— Me voy a dormir, con tu hermano, que es mi novio por si te olvidás.

ESCÁNDALO ━ enzo fernandezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora