En los Brazos de Kuznetsov [BORRADOR]

CAPÍTULO I CAUSA Y EFECTO

"Bienvenidos al mundo de la mafia, al mundo de Kuznetsov"

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Acaricio las hebras de cabello negro de mi hermana mientras ella, con sonoras arcadas, expulsa la comida que prepare con antelacion. Estoy sintiendo una incomodidad que me hace inhalar pesadamente; en este momento, sentí arcadas al igual que a ella. La tenue luz de la tarde se filtra por la ventana pequeña a escasos centímetros de la pared del baño

— Shhhh tranquila.— susurró apoyando la palma de mi mano libre en sus hombros—, te recuperaras pronto. Ahora debemos volver al médico, es incomprensible que no te dejarán hospitalizada en este estado de salud.

Adara hace un gesto con la mano para indicarme que me aleje, las pulsaciones se apoderan en mi cuello, vuelve a vomitar aumentando mi preocupación, observo en el espejo colgado del cuarto mi reflejo; Mi rostro reflejaba preocupación, mis ojos representaban la ansiedad y estrés con sus movimientos involuntarios en los músculos inferiores, tenía espasmos o contracciones que llegaban a irritarme en el transcurso del dia. Sin darme cuenta había adquirido dos bolsas enormes que adornaban sin disimulo mi rostro.

— Yo insistí en no quedarme, odio ese tipo de lugares. — articula con dificultad una vez terminó de expulsar lo que su cuerpo demandaba.

La observo una vez más de espalda; su cabello oscuro enredado y disparejo, su piel pálida y sus brazos sin carne. Perdía peso a medida que vomitaba, me frustraba no poder hacer nada sin embargo seguía preparando recetas para este tipo de casos.

— Aun así los remedios que me dio ese doctor no hacen efecto en tu cuerpo. — aseguró con un tono de molestia en mi voz. Me sentí estafada cuando los medicamentos eran altamente costosos.

— no harán efecto si mi cuerpo los sigue rechazando. — confiesa desanimada, extiende su brazo, me inclino para tomarlo con cuidado.

Ambas caminamos con pasos cortos hasta su cuarto, se recuesta en la cama agotada por el esfuerzo que ejerció en el baño, en cambio yo la dejó una vez acostada me direcciono a la cocina, tomo un vaso llenándolo de agua, vuelvo sosteniendo el contenido vidrioso mientras lo dejo reposar en el mueble, me inclino para acceder al cajón donde contenía varios medicamentos.

— te agradezco todo esto.— toma las pastillas que ofrezco junto con el vaso. Acepta, las lleva a su boca y sin permitirse dudar las ingiere, toma el vaso para tomar el líquido de la llave—, eres un amor. Si solo fueras un hombre te juro que hasta olvidaria que eres mi hermano, diria si al incesto.

Arrugó la nariz.

— estas enferma. — arrebato su vaso una vez que el contenido líquido desapareciera.

— ¡Oh!.— finge sorpresa ante mi comentario—, creí que eras mucho más rápida que la inteligencia pero sin dudarlo te alcanzo. Te juro que por esa puerta te estará llegando una invitación para participar en el premio nobel por tu ardua percepción.

— enferma mental. — recalcó divertida poniendo los ojos en blanco —, debieron dejarte hospitalizada por tu salud mental, considero que es mucho más grave que la física.

— eso lo dices porque la envidia te tiene mal. — ríe suavemente mientras se acomoda debajo de las cobijas.

— el mayor placer que tengo es aparentar ser una idiota frente a una idiota que imagina ser inteligente. — acerco mis dedos a mi boca, mando un beso imaginario a su dirección, Adara me saca su dedo de en medio y se voltea dispuesta a descansar un rato.