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Muchas veces nos aferramos a personas, cosas o situaciones por miedo a perderlas. Es tal el miedo, a estar sin ellas, que acumulamos sentimientos, creencias y emociones que tienen que ver con esas cosas que no estamos dispuestos a dejar ir. Tenemos miedo a cambiar, a dejar entrar lo nuevo porque ello puede significar soltar lo viejo. Por ejemplo, no puedo desprenderme de ese colgante que me regaló mi ex novio, al que tanto quería. O no puedo, cortar con mi pareja, porque si lo pierdo, me quedo sin nadie a mi lado. O no puedo soltar esa empresa, que me ha llevado tanto esfuerzo, porque sigo intentando remontarla a pesar de que sé que no hay nada que hacer.

Aferrarse, y no dejar ir

A menudo nos cuesta desprendernos de recuerdos, personas o situaciones que significaron mucho para nosotros. O que nos hicieron daño. O incluso que nos hicieron pasar buenos momentos pero ya no están en nuestra vida. Nos aferramos, para no sentir el dolor, el miedo, o la tristeza que nos da desprendernos de aquello, que ya fue o ya pasó en nuestras vidas.

Puede ser una época concreta, una persona, un objeto o una situación. Y en su lugar, preferimos seguir viviendo en el pasado, con esas cajas de libros, o ese recuerdo de una pareja, o esa casa familiar de la que no podemos librarnos, porque aunque queramos es superior a nosotros. Estamos enganchados a"lo que pudo ser, y no fue" y sin quererlo seguimos atrapados en un círculo sin salida.

Es curioso, porque no solo nos aferramos, a personas, a cosas o incluso a situaciones, sino que también nos quedamos enganchados con nuestros pensamientos, nuestras creencias fijas sin querer cambiarlas.

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