introducción

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[y baila lento flor morada, que me recuerdas a mi amada, ella me está esperando en casa, y yo muriendo por volver]

a sus treinta y tres años, la vida de yasuhiro mutō tiene una vuelta inesperada, cuando su de por si ya deteriorado matrimonio, termina por disolverse por completo al llegar a su vida quien siempre fue y siguió siendo su único amor...

haruchiyo sanzu.

[así es la vida flor morada, a veces suele ser malvada, tú de mí estás enamorada, y yo muriendo por volver.]

˳;; bugambilia ᵕ̈ ˚:

  advertencias;
- es un UNIVERSO ALTERNATIVO, nada de acá sale en el manga o así.
- mundo con m-preg, donceles y todo ese tema.
- infidelidades hasta cierto punto.

˳;; bugambilia ᵕ̈ ˚:

termina por colocar su corbata, sintiéndose confiado en sí mismo tras finalmente lograr convencer a manjiro sano de trabajar junto a su corporación, él quien era uno de los hombres más poderosos en el ámbito de tener una de las cadenas más importantes de japón de hoteles, su simple fachada, junto con quien en un pasado fue su líder en un simple mundo de pandilleros; manjiro sano.

el hombre más poderoso del crimen organizado.

son aproximadamente las siete de la tarde, frente al gran espejo de su habitación, una preciosa mujer de contorneado cuerpo, pálida como la nieve y con una lacia, suave y larga cabellera platinada termina por colocarse lujosos aretes con diamantes incrustados y de arreglar su hermoso vestido rojo vino pegado a su bien formado cuerpo.

sería en un hotel la gran cena de ambos bandos, en algún punto manjiro y él se tendrían que hablar a solas, para cerrar tratos.

— me veo preciosa, soy una mujer hermosa ¿a que sí mutō? — se halaga la mujer de ojos azules diamante, lanzando un beso a su propio reflejo. — amor, por cierto, necesito tu tarjeta.

— ¿para? — pregunta con su misma expresividad de siempre; seria, mientras termina por colocar en su muñeca el rolex.

— por que sí, yasuhiro, por que quiero ir al spa, y de compras, y a que me pongan más ácido hialurónico en los labios. — habla con obviedad la mujer, acercándose a su marido dispuesta a darle un beso, beso que no es correspondido. — hazlo o lloraré toda la semana y no te dejaré en paz.

suspiró, sabía que la mujer decía la verdad.

— ya te ves bien así ¿para qué quieres más de esa cosa en los labios?

— por que quiero, no es pregunta.

— pues vámonos ya, mañana tendrás la tarjeta. — no le enojaba eso en sí, su esposa era guapa, un delgado y delicado rostro, con una bonita cabellera rubia platinada, y largas pestañas negras que resaltaban en preciosos ojos azules como el mar. lo que le enojaba, es que su esposa solo viera en él un cajero automático ¿y para que negarlo? desde la llegada de su hijo, su matrimonio de ya fue deteriorado.

primero debido a que su suegro literalmente lo amenazó a muerte tras haber embarazado a su hija, y segundo, por que lo de ellos desde un principio nunca fue amor, solo atracción, lo único bueno que había obtenido de aquel matrimonio era su hijo.

oiko mutō, quien estaba en sus terribles trece años, y cuidar de un preadolescente que al igual que su esposa solo veía una cartera con piernas, sabía que su hijo lo quería, pero quizás nunca pudo ser el ejemplar padre que ni él tuvo, pues desde los veinte se quebró la espalda por darle dinero y lujos a su esposa e hijo, y nunca le dió lo que su hijo más necesitaba, un padre.

sin embargo; al muchacho ahora ya parecía no importarle tanto, pues prefería evitar la presencia casi nula de su padre y directamente ni hablar con su madre, quien parecía odiarlo por el hecho de ser "anormal", pues su hijo era un doncel.

  — ¡oiko, ya nos vamos! — exclamó, pero no fue recibido por nada más que el rock a todo volumen de la habitación del niño, donde la puerta era decorada por un lindo cartel con el mensaje de "si eres mis viejos, lárgate."

todo fue silencio absoluto en el carro, su esposa parecía más concentrada en chatear con sus amigas y alardear acerca de la lujosa cena que tendría con su esposo y demás ejecutivos importantes. en el camino del estacionamiento a la recepción de su propio hotel, sintió el nudo en la garganta de ver de nuevo a personas de su pasado, y a las cuales ahora de solo fallar en algo su cabeza sería decapitada.

  — señor y señora muto, un gusto verlos esta noche, por acá por favor. — son bien recibidos y su esposa al instante se separa de su lado para ir a la barra libre, dispuesta a comenzar a tomar, él suspira y va tras ella, pues se vería mal que dejara a su esposa sola, pero cuando caminaba a la barra, en la misma; una delicada figura parece sentada a dos asientos a lado de su esposa, decorada por una cabellera lacia color rosado, cortada en un mullet que no afectaba en nada a lo largo, un corsé negro que resaltaba la fina cintura de la persona ahí sentada, y mangas largas negras con transparencia dejando ver los delgados brazos, y aunque le daba la espalda esa reconocible figura, podía simplemente por los dos aretes arriba de sus orejas reconocer quién era.

entre más se acerca a su esposa, más visible se hace aquella persona.

uñas negras, anillos en dedos, una gargantilla de terciopelo negra con pequeños rubíes incrustados, una cadena con un corazón del mismo material de las joyas de la gargantilla, lujosos aretes que sobresalían de la cabellera rosa, pestañas blancas de color rubio plateado y dos preciosos rombos resaltando a cada extremo de sus rosados labios.

trece años de su vida se fueron a la mierda de solo ver a aquel sujeto en la barra, tomando finamente de una copa de vino, seguramente esperando algo o alguien.

haruchiyo sanzu estaba ahí mismo, luego de quince años se hallaba con aquel hombre, quien más amó en toda su vida.

bugambilia ;; musanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora