Parte única.

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Se podía escuchar el sonido leve, de las suaves gotas chocando contra las paredes y ventanas. Se oía el viento ondeando y llevando las gotas con él.

La lluvia aún era tranquila, pero Sirius tenía pánico, su instinto canino le decía que sería más fuerte, más ruidosa, más peligrosa

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La lluvia aún era tranquila, pero Sirius tenía pánico, su instinto canino le decía que sería más fuerte, más ruidosa, más peligrosa.

Se convertía a su forma animaga por ratos, para intentar tranquilizarse, pero un mínimo ruido podía alterarlo mucho más.

—Hey —llamó su atención, en un susurro, Remus, desde su cama.— Pads, ¿Tienes miedo?

—Un poco... —respondió Sirius. Un trueno cayó; la habitación se iluminó, y el sonido retumbó en los oídos sensibles del animago.— ¿Puedo ir a tu cama? —dijo con voz rota.

Remus accedió, sabía que los truenos le causaban pánico, miedo, terror, y espanto a Sirius, siempre los había temido, pero desde que su madre practicaba horribles hechizos estruendosos contra él, su miedo se había agravado, sumándose a su sensibilidad en sus oídos mitad caninos.

El pelinegro fue, sigilosamente, hacia la cama de su compañero. Se acurrucó junto al castaño, quien lo abrazó, y limpió las lágrimas que aún caían de sus ojos.

—Tranquilo, estás a salvo conmigo, puedes dormir tranquilamente. —dijo con esa voz ronca, pero dulce, que tiene cuando apenas se despierta o está muy cansado.

—Gracias Moony, no sé qué haría sin mi lobo. —la voz del moreno aún sonaba temerosa.

—No sé, pero deberías controlar tus miedos Padfoot, algún día no dormiremos en la misma habitación y deberás quedarte solo. —susurró, con un tono que para Sirius era muy seductor, mientras enredaba sus dedos en el cabello del contrario.

—Lo sé, por eso debo aprovechar ahora que te tengo aquí.  —murmuró, cerca de los labios de su compañero de cama, quien pasó sus manos por la cintura del moreno, subiéndolo encima suyo.

—Yo te cuidaré durante esta tormenta, y las que se aproximen, tranquilo.  —dijo Remus, con una voz que Sirius jamás había escuchado de él.

Un trueno espantó al pelinegro, haciéndolo abrazar con más fuerza al castaño.

—Eres tierno cuando tienes miedo. —murmuró Lupin, con su típica sonrisita leve, antes de plantar un beso tierno, dulce y protector, en los labios de Black. Finos, delicados, y chocolatosos, los labios de Remus saborearon los carnosos, rojizos, y deliciosos labios de Sirius, con dulzura, en un breve pacto de silencio.

Sus bocas se separaron por menos de un centímetro.

—¿Y eso qué... —el licántropo interrumpió al ojigris— Cállate y disfruta. —volvió a clavarle un beso, pero más pasional.

Se posicionó sobre Sirius, mientras continuaba besándolo, con pasión, amor, deseo y delicadeza cuando el contrario se quejaba cuando era demasiado brusco.

Al separarse, Remus vió hacia la ventana, y al notar entre las gotas, a la luna escondiéndose, volvió a acostarse.

—¿No te gustó?, ¿lo hice mal? —preguntó inseguro, Sirius, con cierto miedo en sus ojos, que se agudizó al escuchar que la fuerza de la tormenta aumentaba.

Remus lo abrazó.

—No, no, no. Te amo, bonito..., ahora deberíamos dormir —susurró Remus en el oído de Sirius, abrazándolo por la cintura.

—Si seguimos haciendo esto, pronto me gustarán las tormentas. —dijo en una voz bastante baja, el pelinegro.

—Me agrada la idea. —murmuró el castaño.

Ambos se acostaron de lado, mirando hacia la ventana, y Remus, quien estaba detrás, apretó más la cintura de Sirius.

—Descansa, lobito.

—Descansa, estrellita.

Y así, ambos cayeron en un profundo sueño, protegido por el amor del otro.

Tormenta //Wolfstar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora