Capítulo 3

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— Cariño, no creo que sea correcto festejar tu cumpleaños justo ahora con la desaparición de nuestro vecino—.

Me encojo de hombros, igual no me apetecía compartir con nadie.

Me encierro en mi habitación y una hora más tarde llega mi novia, reclamando el por qué tan distante con ella.

¿Cómo le explico lo que pasó?.

Al final Emily no se merece que la evade, hice las pases con ella tratando de olvidar ese extraño momento.

— ¿No crees que estamos muy grandes para estar en bici?

— ¿No crees que eres aburrido?—.

Mi novia había tenido la grandiosa idea de ir a dar una vuelta en bicicleta por el vecindario en la noche para no dejar pasar mi cumpleaños.  Hacía algo de frío y todos estaban encerrados. Pedaleabamos a la par mientras ella reía y se burlaba de mi cara de amargura. Al final de todoverla sonreír no era malo.

De pronto empezó a llover muy fuerte, bajamos la velocidad pero un rayo aterrizó en un árbol, tomándome desprevenido bajando una colina, quise frenar porque cada vez iba más rápido,  escuchaba los gritos de mi novia diciéndome que pare, pero los frenos no querían funcionar,  bajar los pies dudo que funcionara. Al final de la calle lo único que pude ver eran las luces y una corneta que no paraba de sonar. Todo se salió de control, todo se volvió negro de un momento a otro.

Emily:

Todo es mi culpa

¿Cómo se me ocurre andar en bici justo en la noche?

De camino a la clínica fué una tortura, el señor que atropelló a mi novio se hizo cargo de todo y llamó una ambulancia,  el estaba preocupado por los cargos que puedan presentar y se ofreció a pagar cualquier gasto. Llamé a mi suegra y ya viene en camino. Los doctores nada que dan noticias.

Horas después, mi suegra no ha parado de llorar y solo pensar que puedo perder a Ryan me destroza el alma. Un doctor sale y pregunta por los familiares, corremos esperando buenas noticias.

— Lo lamento mucho, pero no tengo buenas noticias, Ryan Miller presenta una lesión traumática en la cabeza. Se encuentra en coma. Su estado es delicado—.

Ambas nos abrazamos llorando, no nos permiten verlo aún, me siento culpable de lo sucedido. Solo le ruego  a Dios que no se lo lleve.

Ryan:

El lugar estaba muy oscuro, el aire se sentía pesado y frío, la neblina me impedía ver más allá.  No entendía lo que estaba pasando ni siquiera recordaba nada. Sólo caminaba tratando de encontrar una salida.

— ¿Hola?

Mi voz hacia eco en el lugar que parecía vacío,  aunque sabía que no lo estaba, mi pulso estaba acelerado y cada paso que daba me restaba valentía.

Un llanto resonó en todo el lugar y miraba en todas las direcciones pero no había nada. Era el llanto de un niño pequeño.

Seguí adelante cauteloso y estaba sentado en la orilla de lo que parecía el final de un callejón que daba a un pequeño río.

—¿Hola?

El niño solo seguía llorando cada vez más bajo.

—¿Qué es este lugar?

— Sssh, el podría escucharte.
El niño seguía de espaldas, me acercaba cada vez más para poder ver su rostro.

— ¿Qué haces aquí solo?

— No encuentro el camino a casa Ryan.

Su rostro se refleja en el agua y es la máscara de Frankenstein. 

— Debemos regresar a casa,  todos te han estado buscando.

— Lo he intentado, pero el no me deja regresar.

—¿Qué? ¿A quién te refieres?

El niño señala detrás de mi y siento como el frío se cola en mis huesos, una corriente viaja por todo mi cuerpo, gritandome que estoy en peligro.  El niño sale corriendo y yo volteo lentamente. No hay nada, mi corazón amenaza con salirse cuando siento una mano en mi hombro. Me volteo rápidamente y lo que veo me deja paralizado. Es mi imagen soy yo mismo. Retrocedo y este sonríe de una manera siniestra.

— ¿Qué pasa Ryan, no reconoces a tu hermano?

¿Pero qué mierda?

La cosa que tengo en frente se desvanece mostrando una nueva forma, es la de un niño de 5 años.

— Ryan, dile a mamá que no me abandone, Ryan, dile a mamá que no me abandone.

Recita desesperado como un niño. Su risa descarada suena por todo el lugar. Estoy temblando, si esto es una pesadilla ya quiero despertar.

¡Despierta!

¡Despierta!

Me obligo a mi mismo. Pero las risas solo empeoran mi estado,  corro sin ver hacia a donde voy. La neblina no me deja ver mucho.

— No corras hermano

Pedía con voz de niño desde lo lejos.

— Ven a jugar conmigo, por favor, Ryan. No me dejes, no como lo hizo mamá.

Pedía con la voz de un niño.

Su voz se tornó gruesa y macabra, áspera de un segundo a otro.

— No escaparás Ryan, he venido por ti—.

El callejón donde los niños lloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora