Capitulo I - Una Visita al Pueblo

13 0 0
                                    


  No pedimos nacer. Tampoco tenemos ninguna opción para venir a este mundo, ya sea elegir el sexo que preferimos, el color de piel que deseamos, ni siquiera la familia o el lugar en dónde llegar a este mundo infernar. ¿Que irónico no?, a lo único que si tenemos opción a elegir es, si a seguir respirando el mismo aire de cada día, o acabar con cual sea la pena que nos este agobiando en ese momento. Muchos que no desean irse de este mundo lo terminan haciendo, ya sea porque es la voluntad de Dios, o de alguna entidad en la tierra.

Dajabon, República Dominicana

Estaba el cielo gris, como era de esperar en una tarde de aquel triste, silencioso y misterioso pueblo. Tocan el timbre de la mansión más lujosa de aquel pobre pueblo. El Señor Gomez, mi padre, le pide a nuestro mayordomo, Garras, que se acercará a la puerta para ver quien era que tocaba. En pasos muy delicados se acercaba, mientras mi padre no quitaba la mirada de su periódico. Al llegar a la puerta, al abrirla se encontró con la inesperada sorpresa de que allí no había nadie más que el pavoroso silencio y frío viento.

Con suave tranquilidad cierra la puerta y se da la espalda. Da unos pasos para irse con la misma paciencia a la que llegó a la puerta, y...

¡Rin!,¡Rin!, suena nuevamente el timbre.

Garras se detiene, se queda unos segundos inmóvil y luego vuelve y se da la vuelta para abrir la puerta. Para su dicha, al llegar se encuentra nuevamente con el silencio de la tarde y el movimiento de los árboles ocasionados por el frío viento. Garras no se encontraba molesto, o al menos no lo demostraba. En pasos finos se va acercando a la ventana con vista hacia la entrada, cuando de repente,

¡Rin!, ¡Rin!, ¡Rin!, ¡Rin!, suena el timbre mucho más fuerte, muchísimas más veces.

Garras se detuvo por unos segundos mientras dejaba de sonar. Y sigue en dirección hacia la ventana, y al llegar allá se encuentra con dos niños traviesos que jugaban a tocar el timbre y a esconderse. Mi padre seguía como si nada estuviera pasando, pues confiaba mucho en Garras y no se preocupaba por nada. El sirviente desde la ventana veía como los infantes se reían a carcajadas y se escondían detrás de los arbustos de la entrada principal. Solos los observó y no les volvió a prestar atención.

Ese mismo día más tarde en el pueblo, un hombre que iba manejando en su camioneta de plátanos, con la cual se ganaba la vida, se detiene al ver como una vaca devora algo que estaba en el piso. Mientras miraba desde dentro del deteriorado vehículo la vaca se detuvo y lo miró fijamente, luego salió corriendo de allí.

Todo seguía gris, el cielo, las sombras de los arboles y la niebla de la tarde que no era nada raro en el pueblo. El hombre un poco nervioso se baja de la camioneta y se acerca a donde estaba la vaca. No tenía idea de lo que se encontraría al momento de llegar allí. En ese momento su corazón se quiso detener al ver a los dos niños que hace un rato estaban jugando a tocar el timbre en la mansión de mi padre, devorados y completamente descuartizados, con todos los órganos afuera y su mordeduras por todas partes de sus pequeños cuerpos.

[Intro]

—Iras a Santo Domingo a estudiar, quieras o no—, me gritó mi altanero padre, mientras pintaba un cuadro en su despacho, poniendo en claro el que no me dejaría quedarme en el pueblo para estudiar lo que realmente quería, ser un detective.

—¡Ya te dije que no me iré padre!, no quiero ser un doctor, no me gusta y tampoco harás conmigo lo que hiciste con Antonieta, que la obligaste a convertirse en abogada y ahora aunque no te lo diga, se que se lamenta mucho—, le grité molesto.

—El tema no esta en discusión Reynaldo, te iras en un mes—, me dijo con una mirada despiadante y un tono de voz desafiante.

Le respondí con una mirada insolente, y rápidamente me marche de su despacho. Al salir me encontré con Antonieta, la hermana que apenas le había mencionado a mi padre, la cual el mismo obligo a estudiar leyes, porque su sueño de ser jugadora de béisbol era algo fuera de su realidad. Ella me miró con cara de despistada, desconociendo la razón de mi actitud, luego entró al despacho con mi padre.

Baká | La oscura historia detrás de una foturnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora