Capitulo II- Funeral y Tambores

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  [Negue Nago- Vodou]

    Por la oscuro carretera, un caballo corre por el pavimento como si fuese un carro, a toda velocidad emprendía un viaje a lo desconocido. Por otro lado yo estaba en el pueblo, ls calles estaban más vacías, y la noche dio  iniciación.  Un niño de unos ocho años relucía mis zapatos, cuando justo por el lado de nosotros pasó una caravana de Haitianos con antorchas de fuego, tambores y cantando una canción en creole y llevaban un ataúd. Me llamo la atención y rápidamente baje el pie de la caja para limpiar zapatos.

—¿Cuanto es?—, le pregunté al infante.

—Diez peso—, me respondió inocentemente, con cara de confusión, preguntándose porque no lo había dejado terminar.

Saque de mi bolsillo un billete de cincuenta y se lo pase, —Muchas Gracias—, le dije marchándome en pasos apresurados detrás de la caravana de los Haitianos.

Intente seguirlos discretamente. En pasos muy lentos me acercaba a ellos, mientras seguían cantando aquella canción que honestamente no entendía nada, pero era algo tétrica y esos sonidos en vez de parecer un funeral, parecía un ritual satánico.

El grupo se adentró en el cementerio, y mi curiosidad era tan grande, que seguí detrás de ellos, pusieron el ataúd en el piso, y unas mujeres empezaron a hacer una danza extraña mientras los músicos tocaban tambores y los familiares y amigos del difunto lo lloraban desconsolados. Estaba oculto, o al menos eso pensé, un haitiano me descubrió y me tomó fuerte por un brazo. Me obligó a ir hasta donde estaban la muchedumbre y la mujeres dejaron de cantar y bailar, y todos me empezaron a ver, juro por Dios que sentí que mi corazón se detuvo por un momento.

Todos comenzaron a murmurar y a hablar en creole, o haitiano, supongo que se preguntaban quién era y que hacía allí. Un haitiano, de unos cincuenta y algo de años se acercó a mi con un machete, mientras el hombre aquel me seguía sujetando fuerte en medio de todos ahí presente.

—Tu veni aquí a intelumpi funelal de mi helmano—, me dijo con cara de molesto, y con aquella forma peculiar de los haitianos hablar el español.

—Li se pitit gason Gomez (Él es el hijo de Gomez)—, dijo una mujer detrás de la muchedumbre.

El hombre que me sostenía agresivamente el brazo me soltó de un golpe. Todos se hicieron a un lado, dejándole espacio a la mujer que había hablado, y ella en pasos lentos caminaba hacia mi. Con un trapo envuelto en la cabeza, unos quince collares de diferentes tamaños y colores en el cuello, un vestido colorido y un bastón en mano, se acercó a mi.

—¿Que haces aquí?—, me preguntó la mujer.

Miré a todos lados, y las caras de todos parecían las de haber visto a un muerto, pues de estar enojados, pasaron a verme con miedo. Aparentemente aquel comentario que la mujer había hecho, del cual solo entendí mi apellido, les había causado temor.

—Solo estaba pasando por aquí y me quedé mirando—, dije un poco nervioso.

—Ven conmigo—, exclamó dándose la vuelta.

Miré al hombre que estaba al lado mío quien me sostenían hace unos segundos, y el me hizo una cara de rechazo. Todos nos cedieron el paso a mi y aquella mujer. Minutos después estábamos en una cabaña adentrada en las profundidades del monte. Sin luz, solo unas cuantas velas encendidas en la inmensa oscuridad, todas las cortinas y la decoración era muy colorida, estatuas y fotos de santos por doquier, era claramente la casa de una persona que se dedicaba a la Santeria.

—Ya se que mis hermanos y yo no somos del agrado de nadie en el pueblo. Pero nunca hemos sabido a que se debe tanto temor y rechazo a nuestras personas—, le dije mientras estaba sentado y ella servía un té caliente.

—Tu padre y su apellido, eso los incluye a ustedes, tiene cierta fama que no es muy bien vista en el pueblo. Acaso te suenan familiares los nombres Beatrice Deveaux, Judelina Vincent, Lovelie Rosón, o Dominga Coicu—

Y la verdad si se me hacían familiar, eran la ex mujeres de mi padre que por razones desconocidos murieron, excepto por una a la que desapareció sin dejar motivos, ni rastros, Judelina. Me quedé pensativo unos segundos y luego le respondí a la mujer,

—Si, las conozco. ¿Eso que?, ¿A que viene?—

—¿Enserio no sabes lo que le pasó a esas mujeres?—, me dijo pasándome la taza de té.

Me quedé mirando la taza, desconfiando un poco si tomarla o no. Rápidamente me dijo, —Descuida, no te voy a envenenar—. La tome y ella se sentó mientras seguía hablando.

—Te haré una historia de un joven campesino muy ambicioso. Era muy pobre, pero trabajaba duró con el propósito de algún día tener su propia granja y conucos. Pero el joven notó que a pesar de sus esfuerzos le tomaría mucho tiempo alcanzar su objetivo, así que opto por la vía rápida. Fue donde una joven bruja haitiana (ella), y le pidió consejos sobre como conseguir fortuna de manera rápida. Ella le comentó sobre un método algo inusual pero que varias personas habían implementado, le habló sobre como podía comunicarse con Lucifer para que este lo ayudará. Ella misma lo ayudó a invocarlo, y este le ofreció riqueza y oro a cambio de cada cinco años entregarle el alma de una mujer la cual estuviera unida a él por la iglesia, y así aquel joven empezó a amasar una gran fortuna, hasta la actualidad—

—¿Y se supone que ese joven es mi padre?—

—¡Rete an silans!, (Haz Silencio)—, continuó narrando en español, —El joven se caso con su primera esposa, con la que tuvo tres hijos, uno por cada año, y cuando supo que se acercaba el último año, y que Lucifer vendría por aquella alma que acordaron, término con ella y al poco tiempo se casó con otra joven de nombre Beatrice, la cual cinco años después, extrañamente falleció, y las misma misteriosamente muerte se volvieron a repetir, durante veinte años—

—¿Y porque todos le temen tanto a mi padre?—, pregunté intrigado.

—Temido por unos, odiado por todos. Tu padre y su vigilante han sido la causa de terror en el pueblo, para muchos es solo un rumor, otros a comprobado con sus propios ojos la existencia de esa criatura. No debo negar que su dinero a ayudado a la economía y desarrollo del pueblo, pero ¿a que costo?, si por toda la tierra de este poblado corre la sangre de personas inocentes. Ambos, juntos a causado mucho daño, y no es de esperar que pronto se levante un revolución en su contra—

La miraba algo sorprendido. Algo dentro de mi me decía que ella hablaba con la verdad y sabía por su mirada, que a travez de aquellos oscuros ojos café, que solo honestidad salía de su boca y que no había ninguna necesidad por la cual mentirme. Me sentí aliviado pues aquella ultima pregunta rodaba mi mente desde que era niño, y los demás niños se alejaban de mi y mis hermanas en cuanto llegábamos al parque a jugar, y nos miraban no con desprecio, si no más bien con pavor.

Por otro lado, en lo alto de la montaña, la niebla llegaba a la altura de los altos árboles, haciendo difícil la visibilidad. El viejo hombre que había salido de casa de mi padre, corría aterrado, entre lo oscuro de la noche, y aunque no estaba tan lejos de su casa, le faltaban un buen tiempo para llegar hasta ella.

Corría con todo su empeño, tratar de escapar de aquellos ojos rojos de esfera que lo seguían a pasos acelerados. Tal cuál ardiente fuego, brillaban en la inmensa oscuridad, y como si trajera cadenas atadas a él, se escuchaba el sonido de estas arrastrándose. Sus suspiros y aquellas cadenas eran lo único que podía escucharse en el vasto lugar.

Iva llegando a un río cuando se detuvo a verse la palma de la mano, pues de tanta que era la oscuridad, ya no se podía ver la mano. En ese preciso momento se cayó el tronco de un árbol sobre el río, el cuál casi lo aplasta, pero por milagro se había salvado, y mientras decía una oración es voz alta, ahitado, siguió en marcha hacia su hogar, perdiendo de vista la misteriosa criatura.

Baká | La oscura historia detrás de una foturnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora