2

51 9 3
                                    

Sesshomaru Taisho
[Pasado]

— ¡No toques eso¡ — advierto mirándole con dureza.

El pequeño diablito me reta con la mirada. Una sonrisa traviesa eleva las comisuras de sus labios. Por la expresión de su rostro sé que no me tiene ni una pizca de miedo.

Su manito pequeña y regordeta se acerca al jarrón que mi madre colocó en esa mesa minutos antes. 

Trato de no perder la calma ni hacer algún movimiento brusco que lo asuste. Veo en todas las direcciones buscando a alguien que pueda ayudarme pero solo somos él y yo. Coloco en el piso la caja que cargaba y me acerco lentamente. 

— Si lo tocas el tío no te va a comprar un helado — sus ojos negros brillan. Un paso más, solo un paso más.

— Me gustan de fresas — dice con aquella vocesita tierna que debilita el corazón de cualquiera.

Siento que el alma regresa a mi cuerpo cuando mis manos tocan el jarrón.  Lo levanto con urgencia y busco el sitio más alto en la sala para ponerlo a salvo del tornado de cabellos plata.

Mi madre entra a la sala, avisándome que el camión de mudanza ha llegado. La nostalgia nuevamente hace su trabajo.  Se instala en mi pecho produciéndome ansiedad y estrés.

Nuevamente a iniciar de cero.

Mi cuñada llega y carga a su bebé.  Le besa las mejillas sonrojadas y él sonríe gustoso. Mi hermano mayor entra en compañía de mi padre quien no fue a trabajar por ayudarle a madre con la mudanza.

No son muchas las cosas que nos llevaremos ya que mi padre siempre compra las casas amuebladas pero mi madre le tomó cariño a algunos objetos en especial, a ese jarrón que estuvo a punto de convertirse en decenas de trozos.

Levanto la caja que había dejado en el piso y salgo a la calle. La coloco dentro del camión y repito esa acción por mas de veinte veces. Sigo creyendo que madre es una exagerada. No veo necesario cargar tantas cosas de un lado para otro. Estoy casi seguro que no vamos a durar ni un año en ese lugar.

— Muchas gracias por la ayuda — mamá me besa la mejilla. Yo le rodeo la cintura con mis brazos y le doy un beso en la frente.

— Ésta vez si hubo un poco de exageración de tu parte — me golpea suavemente con su puño en el hombro izquierdo y se echa a reír.

— Pero tengo un hermoso príncipe que me consciente.

— Mamá, no me digas así — hago un puchero.

Se suelta de mi abrazo y me ahueca el rostro entre sus suaves manos. Sus bonitos ojos me miran llenos de amor y calidez.

— Es que solo mírate; eres tan hermoso.

— No lo sigas engañando — habla mi hermano — mi madre se carcajea y corre hacia él.  Inuyasha también corre pero para alejarse de las cursis,  como él las llama, muestras de cariño de nuestra madre. 

— Espero que vengas a visitar a tu sobrino — me dice mi cuñada quien aún carga al niño.

— Por supuesto que sí.

Avanzo y se lo quito de sus brazos. Mi sobrino me rodea el cuello con sus cortos bracitos. Es una cosita hermosa ¿Así de bellos serán mis hijos? Sacudo la cabeza para alejar esos pensamientos tontos de mi mente. Es demasiado pronto para pensar en tales responsabilidades.

Tristan sonríe jugando con mi flequillo. Heredó el color tan peculiar de nuestro cabello pero tiene los ojos de su madre.

Luego de un par de horas Inuyasha se va a su hogar con su familia. Mi padre nos pide que subamos al auto. Le doy una última mirada a la que fue mi casa por tres años. Mi padre pone en marcha el vehículo seguido del camión de mudanza.

Heaven © [Sesshome]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora