Jeannette se estira lo más que puede hasta que sus huesos truenan y sus músculos se relajan.
Los días previos a este gran día, habían sido algo ajetreados, con el claro embarazo de Penélope, tanto ella como sus primo; estuvieron tentados a secuestrar amablemente a la princesa heredera, pero sabían a ciencia cierta, que Callisto no les dejaría, su lado sobreprotector y posesivo parecían haber aumentado considerablemente, y tenían que estar con recibiendo a los nobles que llegaban de países extranjeros.
Con veintiún años recién cumplidos, siente cierta envidia (de la buena) por el hecho de que sus dos primas ya habían conseguido parejas, mientras que ella aún se avergonzaba del traicionero corazón que latía cada que recordaba a cierto hombre de cabellos rosados.
Habían pasado cinco años desde la última vez que lo vio. Cinco años desde que no veía su sonrisa burlona y su actitud engreída. Podrían llamarla tonta y estúpida por enamorarse de ese sujeto que había sido una de los principales protagonistas del sufrimiento de Penélope en el lugar que se vio obligada a llamar «hogar» pero ciertamente, tampoco podían culparla.
A menudo se decía que las hijas buscaban a sus padres en sus parejas, y aunque lo había comprobado con Athanasia de ante mano, también sabía que aquello era verdad para ella.
El Reynold Eckhart que recordaba era orgulloso, burlón, sarcástico, irritable y miraba al mundo sobre sus hombros, como si las personas fueran insignificantes, algo que era divertido a decir verdad.
Mientras las manos de su doncella asignada le masajeaba sus largos cabellos castaños, Jeannette pensaba en la cena de ese día. La cena con los nobles sería su oportunidad de volverlo a ver, de estar siquiera cerca suyo, y estaba muy ansiosa de verlo.
El agua caliente relaja sus músculos, y cierra los ojos un momento, deja que su cuerpo se relaje, y aunque su mente va hacía aquel que había robado su corazón, era frustrante. Las agiles manos de las doncellas que hay alrededor, los suaves olores que hay saliendo de la tina le da la señal de que pronto dicho aroma, estará en su persona.
—Princesa— llaman de pronto, era una joven doncella de cabellos pálidos, ciertamente no recordaba haberla visto anteriormente.— Su vestido ya esta listo, al igual que los accesorios que ocupara
—Se lo agradezco señorita— sonríe
La doncella se avergüenza, su rostro se tiñe de un cautivador tono rosado y las doncellas a su alrededor ríen, pero no era una risa burlona, sino era más bien, una risa de ternura.
—Discúlpela mi señora, Casandra la admira mucho a usted por las múltiples obras de caridad que ha hecho— dijo otra de las doncellas
Jeannette siente su rostro arder, no puede creer las emociones que le rodeaba, la alegría de la joven muchacha que se esmera en darle una atención muy especial. La princesa de cabellos castaños da suaves y ligeras sonrisas a las doncellas que le atienden, su emoción se siente por lo alto, pero no es que le importe, de hecho se alegra ver que todas ellas están más que bien.
Es sacada de la bañera y su cuerpo es envuelto en telas suaves y cómodas, mismas que cubren sus partes más íntimas, pronto está siendo masajeada por hábiles manos que hacen relajar sus músculos y finalmente la frescura de la máscara es colocada para que su delicada piel se mantenga lejos de algún tipo de malestar.
—Princesa, le hemos traído frutas para que su estómago no se inflame— comentó de pronto una de las doncellas seleccionadas
—Gracias— sonríe de manera disimulada ella, sabe que no debe de romper la mascarilla para que no se le marque alguna arruga o imperfección
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𝐌𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐂𝐨𝐥𝐨𝐫 𝐑𝐨𝐬𝐚 «𝐑𝐞𝐲𝐧𝐨𝐥𝐝 𝐄𝐜𝐤𝐡𝐚𝐫𝐭»
Fanfiction«Te extrañe» fueron las palabras que Reynold Eckhart le dijo el primer día de celebración «¿Puedo abrazarte?» fue la primera pregunta que hizo Reynold Eckhart el segundo día de celebración. «¿Puedo besarte?» fue la segunda pregunta que hizo Reynold...