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AYSHA

Anoche convencí a Isabel de venir conmigo a la gala. Sé cuanto le gustan estas cosas y a mi me viene bien tener una compañía como ella.
Daba por echo que Garret estaría ocupado saludando y hablando con un montón de personas importantes, mamá tras papá mientras este hace lo mismo y yo bebiendo para matar el aburrimiento. Disimuladamente, claro, tendría que asegurarme de  no salir al día siguiente en ningún reportaje como "La hija de uno de los hombres más importantes de Noruega, es una borracha"
Con mi amiga haciéndome compañía, lo evitaré.

Esta mañana le he pedido a los profesores que me envíen por correo el tema que debemos estudiar para el lunes. Es un estrés cuando mandan cosas sin parar y más si coincide con algún evento. No puedo poner el cien por cien de mi misma y me molesta.
Algunos de los maestros entienden por lo que tengo que pasar, pero otros me miran mal y sueltan comentarios sobre mis responsabilidades. "Yo en tu lugar no me quejaría tanto" "La niñita de papá no puede presentarse en clase como los demás porque tiene comida con el primer ministro". Esas son algunas de las muchas frases que sueltan. Se creen que por que mi padre tenga dinero o me obligue a seguir sus pasos, debo agradecer y callar. No tienen ni idea de la presión que eso supone. Si me dieran la opción de intercambiarme con uno de ellos, lo haría encantada.

Tengo hora en la peluquería para peinar y maquillar. Astrid es la mejor en su trabajo y siempre me deja como a una estrella en la alfombra roja. Opto por un moño italiano, elegante y sencillo. El maquillaje es bastante natural salvo por la zona de ojos ahumada. Me sorprende lo mucho que resalta mi mirada.
Queda una hora antes de que venga uno de los chofers de papá a por mí. Ha sido un gran alivio que haya decidido que esta noche no debo conducir. Ya estaba pensando un montón de excusas por las que no podía ir por mi cuenta y una de esas no iba a ser la razón por la que no tenía el coche conmigo... Ni hablar.
Estoy más nerviosa de lo normal y no es porque no esté acostumbrada a estas cosas. El motivo tira más hacia un hermano recién llegado. Eso no asegura que vaya a hacer presencia hoy, no le gustan esas cosas. Pero a lo mejor a cambiado y le apetece pasarse, estar junto a su familia, apoyar a su hermano... Dios, no es propio de él.
Me pongo el vestido negro y las sandalias Opyum de charol con tacón dorado, cinco minutos antes de la hora. Salir vestida así a la calle es pillar una pulmonía por eso escojo el abrigo más grueso del vestidor -aunque no pegue nada- y me enfundo en él para ir desde la puerta hasta el vehículo. 
El chofer de papá es súper puntual. Me recibe en la puerta y me ayuda a subir. No es su obligación tener que hacer eso, pero son muy agradecidos y creo que lo demuestran así. Si por mi fuese no dejaría que se moviese del asiento y más con el traje que lleva -eso no puede abrigar mucho-.

-¿Y papá? -No esperaba que viniera, pero por preguntar.

-El señor Booysen se encuentra en la residencia de su excelencia. ¿Esperaba verlo antes?

-Nunca espero verlo. -Sonrío y él me dedica una mirada comprensiva.

Hay una hora de trayecto hasta el complejo de edificios completamente reformado en Inkognitogata, residencia del ministro.
La familia de este se compone de su esposa, una mujer bellísima y jovencísima, y su hija, de la que lo único que sé es que es fruto de una antigua relación. Creo que tiene la misma edad que yo o quizás unos cuantos años más. No lo sé. Nunca hemos coincidido y si llego a hacerlo no dudaré en preguntarle si le gusta esta vida. Necesito encontrar a alguien que me entienda, con quien pueda desahogarme y acabar riendo por nuestra desgracia. ¿Es tan difícil?

Isabel ha decidido llegar por su cuenta y hemos llegado al acuerdo de que la primera que llegue, espera a la otra en la entrada. Ninguna de las dos quiere entrar sola...
Los nervios aumentan en cuanto entramos a la calle de destino. Está lleno de coches y gente que no deja de salir de los vehículos. Los periodistas se amontonan haciendo una pasarela y no dudan en hacer preguntas a todo el que pasa.
Puesto que no he llegado la primera, no soy yo quien tiene que esperar entre la masa de periodistas con cámaras y micrófonos. Mi amiga me hace un gesto con la mano para que la vea, agradezco al chofer por las molestias y me acerco a ella.

JUEGO SUCIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora